Ayer Madrid se vistió de norte.
Con cielos encapotados, nubes densas, lluvia que en ocasiones daba tregua, pero
se vengaba con intensidad en otros momentos, y un viento que de vez en cuando
amenazaba con llevarse a toda la ciudad por delante, miles de personas salieron a las calles
armadas con unas zapatillas, una camiseta y un pantalón corto para correr
por unas avenidas, habitualmente atestadas de coches, que estaban cortadas para
que ellos pudieran desarrollar sus músculos y pisar el asfalto, hacerse con él,
dominarlo. Durante varias horas los coches cedieron el paso a la marabunta de
corredores que hicieron humana la ciudad.
¿Qué lleva a alguien a ponerse a
correr? Eso que llamamos deporte tiene dos categorías básicamente, tal y como
yo las veo. Una es aquella en la que el deportista, sólo o en compañía, se
enfrenta a otros deportistas. Son estos juegos los que tienen más éxito
mediático y acaparan portadas, dinero, aficionados, escándalos y relevancia. La
otra es la del individuo que se enfrenta a sí mismo. Deportes que se practican
en solitario o en grupo, pero que llegado el momento se viven como una lucha
interior. Ciclismo, natación, atletismo o gimnasia entran dentro de esta
categoría. Dada mi torpeza absoluta, falta de coordinación, e inapetencia
general por el ejercicio físico, el poco deporte que he hecho en mi vida se
engloba en esta segunda categoría, concretamente ciclismo, aunque tampoco soy
una fiera en ello, la verdad. Ahora hay una fiebre impresionante por correr, y
como somos muy modernos, eludimos ese verbo castellano sustituyéndolo por otro
término anglosajón que sucede al, también guiri, que usábamos en los ochenta.
Correr está de moda. Pasea uno por parques y calles y ve a un montón de gente
corriendo. Es un deporte barato, en tiempos de escasez de medios, en el que las
zapatillas son la inversión principal, que no depende demasiado de la
meteorología, y que puede practicarse en cualquier parte. Y la maratón de ayer
es su fiesta principal. Una buena amiga mía, EIA, amante de ponerse retos y
franquearlos con valentía y pundonor, se enfrentaba ayer por primera vez a los
10 kilómetros de carrera, y unos amigos suyos y compañeros de trabajo, a la
media maratón. Con tal motivo estuve en meta esperándolos y pude ver las escenas
de los que, carrera ya terminada, y una vez superado el puesto de recuperación
y guardarropa, salían de la vallada zona de meta. Había imágenes de todo tipo,
pero predominaban las de alegría de los familiares y amigos que habían ido a
esperar a los suyos, que llegaban exhaustos pero satisfechos, deshechos tras el
esfuerzo y golpeados por un tiempo que no les dio tregua en ningún momento.
Para algunos, como mi amiga, era su primera carrera, y la ilusión del
principiante, unida al éxito de haberla terminado, les proporcionaba una
alegría enorme. Otros eran veteranos, de esos que usted o yo puede cruzarse
todos los días y que más que correr parece que van subidos a una cinta de lo
rápido que avanzan, que llegaban solos a meta y miraban su equipamiento
analizando las marcas y sintiendo si ayer había sido buen o mal día. ¿Por qué
corrió esa gente ayer? ¿Qué les hizo madrugar en un día de perros para
castigarse? No lo se, supongo que hay tantas respuestas como personas en la
carrera. Superarse, apuestas, promesas, retos, objetivos en una preparación,
experimentarse, verse capaz de ello, atreverse… Todos los que usted sea capaz
de imaginar y, seguro, muchos más.
Mi amiga estaba asustada porque no se veía capaz
de acabar, pero lo logró, porque como es habitual en ella, sacó fuerzas de
flaqueza y no se rindió. Nunca se rinde. Como le comentaba días antes de la
carrera, cuando tenía miedo de hacer el ridículo, todos los que ayer salieron,
o los que se preparan e intentan un reto de estas características, u otra
aventura personal o profesional, se enfrentan al mismo desafío, y no hacen el
ridículo, porque se han atrevido a lanzarse, porque durante días, semanas…
años, se han estado preparando para ello, porque le han dado importancia y se
han dedicado a ganar ese reto. Y desde el momento en el que, bajo el frío y la
lluvia de ayer, salen a la carrera, ya han ganado. El resto son sólo
kilómetros, dolor, y una meta al fondo en la que ser recibido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario