Ayer había reunión del BCE, esas
cosas que me interesan a mi y a unos pocos iluminados más, pero en esta ocasión
Draghi, don Mario, no salió en las televisiones de todo el mundo por sus
crípticas palabras, decisiones heterodoxas o recomendaciones de política
monetaria, o
de cualquier otro tipo, a los países de la eurozona, como España, sino por
un incidente que da mucho que pensar. Una activista de Femen se hizo pasar por
periodista y, en medio de la rueda de prensa, se subió a la mesa desde la que
Draghi daba su rueda de prensa y tiró papeles y confeti a un asustado Mario y
resto de ponentes, que imagino también atemorizados.
Desde hace pocos meses el BCE se
ha mudado. Ha abandonado una torre del centro financiero de Frankfurt, en la
que estaba de alquiler desde su constitución, para irse a un nuevo edificio, de
propiedad, construido junto al río Meno, sito algo más al este del cogollo de
rascacielos que crean el perfil de “Meinhattan”, como denominan algunos a la
capital financiera de Europa. Esta nueva torre, de perfil modernista, compuesta
por dos paralelepípedos apoyados uno en el otro, de unos 170 metros de altura,
cuyo coste ha sido muy elevado, mucho más de lo presupuestado, dispone de todas
las comodidades imaginables y, se supone, nuevas y reforzadas medidas de
seguridad. Pues bien, no ha transcurrido ni un solo trimestre desde que se ha
inaugurado cuando su seguridad ya ha sido puesta completamente en entredicho.
La activista de ayer suplantó una identidad de periodista, accedió a la sala de
la rueda de prensa y, por lo que se ve, pudo realizar su acción sin problema
alguno. Y hubo suerte porque todo se quedó en una mera anécdota. Si la chica,
en vez de intenciones de notoriedad, las llevase de asesinar, lo hubiera podido
conseguir sin muchas dificultades. Es fácil que pudiera introducir objetos
punzantes en la sala, que bien utilizados, y con la destreza que mostró a la
hora de escalar a la mesa, podrían haber servido perfectamente para dejar a
Draghi convertido en un guiñapo. Afortunadamente el incidente quedó en una
anécdota que sirvió para eclipsar el momento de gloria de Pablo Iglesias en
Bruselas, patrocinado por la HBO, pero es una muestra clara de hasta qué punto
la seguridad, que se está convirtiendo en una obsesión, es más una mera
apariencia que una realidad efectiva. Ahora el BCE tendrá que abrir una
investigación para saber cómo alguien que no es periodista pudo pasarse por
uno, y es probable que eso obligue a alterar los protocolos de seguridad de
acceso a estas ruedas de prensa, lo que las va a hace aún más “divertidas” para
los que las siguen en directo. Pero volvemos a situarnos ante el dilema de que
no existe la seguridad absoluta, y de que pasan muchas menos cosas de las que podrían
suceder si una mente perversa se dedicase a ello. No estamos aislados ante el
mal, eso es cierto. Miles de profesionales trabajan día a día, sin descanso,
para velar por nuestra seguridad, no sólo la de los altos cargos y personas “importantes“,
la suya y la mía también. Pero situaciones como las de ayer demuestran que,
ante un reto continuado, un solo falló, una única puerta abierta, es suficiente
para que se pueda producir un desastre, y que decenas de acciones efectivas, en
las que se ha evitado el peligro, se conviertan en un gran fracaso. Nunca
debemos olvidar, en este y en todos los contextos, esa metáfora que dice que la
resistencia de una cadena es la del más débil de sus eslabones.
No se si Draghi ha comentado algo respecto al
incidente. En la imagen se le asustado, con cara de no entender que está
pasando, con la vista hacia lo alto, donde se sitúa su atacante, y con las
manos algo levantadas, en un gesto de autoprotección y tratando de decir “no,
no”, probablemente sin entender nada de lo que está sucediendo en ese momento.
Y sobre la escena, como si fueran títulos de deuda comprados por el BCE,
papeles y confetis vuelan libremente. No deja de ser paradójico que a Mario,
que es acusado de comprar todo el “papel” que puede, le sobrevuelen sus hojas
en la escena desde la que, habitualmente, rige su mundo.
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