miércoles, abril 01, 2015

Arabia Saudí, Irán, y la guerra “caliente” musulmana

Yemen es un país del que no sabemos casi nada, que se encuentra al sur de la península arábiga, ocupada casi en su totalidad por Arabia Saudí, y cuyas costas son bañadas por el océano índico y el mar rojo. El nivel de terrorismo islamista en Yemen ha sido habitualmente elevado, y el turismo es algo anda recomendable por aquellas latitudes. De un año a esta parte los enfrentamientos entre la comunidad sunita, en el poder, y los chiítas de la rama hutí, se han recrudecido hasta alcanzar el rango de guerra civil. Hace pocas semanas los chiís se hicieron con el poder en Saná, la capital yemení.

Y lo que era un enfrentamiento local, otro más, de los muchos que se suceden en todo el mundo musulmán entre chiís y sunís, y que muestran el inmenso desgarro que vive ese mundo, se ha transformado en toda una guerra regional, en la que los chiís hutíes cuentan con el apoyo más o menos abierto de Irán, y los sunitas, tras huir del poder para salvar su pellejo, han reclamado el apoyo del poderoso vecino suní saudí, y Riad ha respondido. Los aviones del ejército saudí, comprados todos a la industria norteamericana, desarrollan desde hace días bombardeos en territorio yemení, tratando de hostigar a las huestes hutíes, y es probable que esto no sea sino el inicio de una ofensiva en toda regla, solicitada por los fieles del depuesto régimen yemení, para que tropas alentadas por la casa de Saud penetren en el país y se hagan con el poder en Saná. Si se fijan, hasta hace poco el conflicto yemení se enmarcaba en los viejos patrones de la guerra fría, en la que las dos potencias, entonces EEUU y URSS, ahora Arabia Saudí e Irán, se enfrentaban militarmente por partes interpuestas, sin llegar nunca al enfrentamiento directo. Se cogía un país, por ejemplo Nicaragua, los unos financiaban a un bando y los otros a otro, morían nicaragüenses en ambos casos y, tras un periodo más o menos largo de enfrentamiento, se alcanzaba un acuerdo, con los dos grandes púgiles sacando lecciones de lo sucedido en aquel terreno de juego. En este caso el gobierno de Saná y los hutíes han jugado a ese juego, en nombre de los dos países que les patrocinan, pero el movimiento de ataque que ha ejecutado Arabia Saudí es, como mínimo, muy interesante. De ser una potencia regional, que utiliza como estandarte de su poder el ser el guardián de los santos lugares musulmanes, las inmensas reservas de petróleo y el armamento que acumula desde hace tiempo, los saudíes han pasado a la ofensiva de una manera brusca y, quizás, precipitada. Están preocupados, y mucho. Hay dos factores, al menos son los que percibo, que son fuente de su intranquilidad. Por un lado el petróleo barato, que lo han provocado ellos, para tratar de hundir las explotaciones de fracking norteamericanas, buscando retener al socio americano. Su marcha, léase independencia energética, sería un duro golpe para el gobierno de Riad. El otro es Irán, el eterno enemigo, chií y persa, frente al suní árabe que representan los saudíes. Irán tiene tentáculos extendidos por toda la zona, y su poder e influencia crece. La lucha en Irak contra DAESH supone la implicación de tropas iraníes que, de una manera u otra, lograrán asentarse en los feudos chiíes de Irak, extendiendo su poder por el hasta hace no muchos años enemigo. Y las conversaciones nucleares que se desarrollan entre Irán y la comunidad internacional, de llegar a un acuerdo, supondrían un alivio económico para el régimen de Teherán, agobiado por las sanciones y el crudo barato. A Arabia Saudí no le interesa que esas negociaciones triunfen, porque un acuerdo sería una ayuda para su enemigo.

El cruce de lo que sucede en Yemen con el desarrollo de esas conversaciones nucleares, que se han extendido hasta hoy mismo para alcanzar un acuerdo, es una buena muestra de hasta qué punto el “juego” se ha complicado en esa zona, el número de actores influyentes crece y las opciones de control de los mismos por parte de las grandes potencias se reducen a medida que pasa el tiempo. Hay ganas, por parte de ambos bandos, de llegar a un enfrentamiento armado entre Riad y Teherán, que sería un desastre absoluto para la región y el resto del mundo. De momento, y con todas las piezas que ahora hay sobre el tablero, la partida es confusa y no está claro quién va ganando. Lo único seguro es que, ahora mismo, pierden los yemeníes.

Subo a Elorrio en Semana Santa y me cojo el Lunes de Pascua. Si no pasa nada extraño, hasta el martes 7 de abril. Descansen y pásenlo muy bien.

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