Las imágenes y testimonios que,
poco a poco, llegan de Nepal, ayudan a hacerse una idea de hasta qué punto ha
sido destructivo el terremoto que se produjo en ese país el pasado Sábado. Un
recuento de muertos que empezó por pocos centenares, y ya escala a varios
miles, y no se sabe dónde se detendrá, y escenas de ruinas que se extienden de
manera inverosímil a lo largo de ciudades y pueblos. Vistos desde el aire, convertidos
en una montaña de escombros, poco diferencia hay entre la vistosa arquitectura
de la zona y la del cualquier otra parte del mundo. Los montones de
cascotes se asemejan todos unos a otros, y bajo ellos casi siempre, esconden y
entierran vidas.
Hay varios paralelismos entre lo
que puede estar empezando a pasar ahora en Nepal y lo que sucedió hace ya
algunos años en Haití. Son países pobres, más Haití que Nepal, dotados de
infraestructuras precarias, que en el día a día están muy lejos de ser capaces
de dar el servicio al que los occidentales estamos acostumbrados como correcto,
y que ante problemas mucho menores que el actual sufren colapsos. Son países
sitos en zonas de riesgo sísmico, más Nepal que Haití, pero que nunca han
tenido medios como para plantearse construcciones resistentes, o una mera
planificación urbanística que les ofrezca algo de espacio y resistencia. La
preocupación de los arquitectos de la zona ha sido construir rápido y barato
para que toda la población, carente de recursos, pueda alojarse, y mañana Dios,
o en su defecto, la Tierra, dirán. Los dos son sometidos habitualmente a
catástrofes naturales, bien huracanes en el caso del Caribe o temblores y
avalanchas de nieve en Nepal, que dañan aún más sus infraestructuras, haciendo
plenamente real ese cruel aforismo que hace referencia al perro pulgoso y sus
desgracias constantes. Por si eso fuera poco, les han tocado terremotos muy
malos, de mucha intensidad (7,9 en el caso de Nepal, una burrada) y muy superficiales,
lo que hace que el reflejo del temblor en la superficie sea más intenso y,
obviamente, destructivo. A igualdad de intensidad, cuanto más profundo es el
temblor menos daños provoca, por eso no sólo de la magnitud Richter dependen
las consecuencias. Y son países lejanos. Están muy lejos de nosotros, en lo físico,
pero sobre todo en lo emocional. Nepal es sinónimo de Everest, de excursiones carísimas
de alpinista profesionales, de medios de comunicación y de, en general,
occidentales bien dotados de recursos, que acuden allí para deleitarse con las mayores
montañas del planeta (fruto por cierto del impacto de la placa india contra la
asiática, la misma que ha causado este temblor) y ascienden a esos picos,
dejando recursos que son una de las principales fuentes de ingresos para el
estado y los habitantes de esa tierra. De Katmandú nos viene a la cabeza el
exotismo, leyendas y cuentos orientales, pero poca realidad. Casi nada se de
ese país, y no conozco a nadie que haya estado allí, salvo mi amiga EIA, a la
que citaba ayer, que hace unos años fue con su novio a hacer rutas en bici. Esa
lejanía hace que, pese a que ahora los medios de comunicación se vuelquen en la
noticia y haya una corriente de solidaridad internacional de ayuda y rescate, no
sea mucho el tiempo que pase para que la noticia se disuelva, empiece a perder
relevancia, sea vista como algo “lejano” y, como pasó en Haití, una vez que los
nacionales estén más o menos a salvo, la cobertura de la noticia pierda peso en
los titulares y acabé en el montón, donde en apenas unas frases o segundos se le
siga la pista. Hasta que desaparezca del todo y, como en el caso de Haití, a
pesar de la insistencia de Forges, nos olvidemos de ella.
Es por eso que esta ventana de oportunidad mediática
que tiene ahora Nepal es su principal baza para poder obtener recursos
necesarios para una reconstrucción que será, como siempre en estos casos, dura,
difícil y muy lenta. Urge ahora seguir buscando a posibles supervivientes, y
salvar todas las vidas que se puedan, pero para los miles que han perdido techo
y hogar, y que ya duermen al raso, empieza ahora una nueva vida en la que todo
lo que tenían se ha perdido y deben comenzar de nuevo. Contarán con la ayuda de
los suyos, y la nuestra… mientras que Nepal sea noticia. Luego Dios, y
nuevamente la temblorosa tierra, dirá. ¿Saben ustedes algo sobre cómo está hoy
Haití? Pregúntenselo antes de pensar en el futuro de Nepal.
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