Hay muchas leyendas urbanas y
mitos que perduran en nosotros y que, por su naturaleza, resultan difíciles de
desbaratar, aunque sepamos que son falsos. Los OVNIs, apariciones marianas, el
ligar en un bar, que te cojan tras una entrevista de trabajo, Rajoy decidiendo
algo, que la chica a la que quieres se digne a saludarte… rumores sin
fundamento ni base alguna. El de las encuestas electorales, muy de moda este
año, es uno de ellos. Y ayer, por primera vez en mi vida, me llamó una
encuestadora para hacerme cuestiones sobre intención de voto en las municipales
y autonómicas.
En medio de la cena, levanté el
auricular y, al oír un sonido raro, me preparé para, como siempre, de manera
amable, mandar al aporra al pesado de Jazztel que no tiene otra cosa que hacer
que insistir día tras día (aviso, Jazztel, nunca me cambiaré a vosotros, aunque
me paguéis, por plastas) pero esta vez no era una oferta e fibra y televisión,
sino una chica que me preguntaba si estaría interesado en responder a un
cuestionario de intención de voto. Sorprendido, y curioso, le dije que sí, y
empezó a hacerme preguntas, todas ellas centradas en las candidaturas, tanto
municipal como autonómica, para Madrid. Ninguna de las cuestiones, en
principio, daba opción a hacer valoraciones, ya que todas tenían una regla de
votación, asignando valores de 1 a 10 en función de la antipatía – simpatía o
nivel de conocimiento del candidato o partido, o criterios del tipo “mucho,
bastante, poco o nada”. Primero trataban de saber si iba a ir a votar y luego
si conocía a los candidatos que se presentaban. Y de entre los que conocía,
tenía que valorarlos a todos ellos en una serie de características como su
capacidad de liderazgo, valoración de las actuaciones pasadas, experiencia de
gobierno, propuestas presentadas, etc. En estos últimos casos le iba avisando a
mi interlocutora que, dado que casi todos los que se presentan lo hacen por
primera vez, me era muy difícil puntuar en muchas de las preguntas que se me
planteaban. Así, por poner un nombre, Esperanza Aguirre es conocida por todos,
tiene experiencia de gobierno y sabemos lo que ha hecho, lo que no, y lo que de
ella se puede esperar, pero su rival en el PSOE, Antonio Miguel Carmona, es un
afamado tertuliano y posee una capacidad para hablar que rivaliza con la de los
vendedores de feria, pero ¿Qué ha gestionado en el pasado? ¿Y si lo hizo, qué
tal se comportó? ¿Qué resultados obtuvo? Ni idea. Luis García Montero,
candidato de (lo que queda de) IU es un buen poeta y marido de Almudena
Grandes, pero en política es un novato absoluto, lo mismo que los candidatos de
Ciudadanos o de la plataforma “hacemos que ganemos y presentemos” por lo que,
asignando valoraciones de cinco en muchas de las preguntas, o directamente
señalando que no tenía información para valorar, sospecho que el tramo más
grueso de la encuesta correspondiente a mi llamada resultaría improductivo. A
medida que avanzaban esas preguntas iba soltando comentarios sobre los
candidatos y formaciones para mostrar por qué no podía valorarlos bien y, de
paso, para hacer más amena aquella conversación, tan estructurada, y confieso
que logré arrancarle alguna sonrisa a la encuestadora.
Las preguntas finales versaban sobre la política
en general, el grado de satisfacción con los políticos y los partidos, y dentro
de lo posible traté de ser generoso, aunque se notaba que cuando me preguntaba
por la ética, honestidad y limpieza de las formaciones ella lo hacía con la
sensación de haber oído muchos exabruptos a lo largo de encuestas anteriores.
Tras un cuarto de hora de preguntas, el cuestionario se acabó, y me despedí de
mi interlocutora deseándole más suerte de la que puedan cosechar los candidatos
a finales de mayo, lo que me agradeció con una risa que, me temo, no será muy
habitual en ese duro trabajo.
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