viernes, abril 10, 2015

Mi primera sondeo electoral por teléfono

Hay muchas leyendas urbanas y mitos que perduran en nosotros y que, por su naturaleza, resultan difíciles de desbaratar, aunque sepamos que son falsos. Los OVNIs, apariciones marianas, el ligar en un bar, que te cojan tras una entrevista de trabajo, Rajoy decidiendo algo, que la chica a la que quieres se digne a saludarte… rumores sin fundamento ni base alguna. El de las encuestas electorales, muy de moda este año, es uno de ellos. Y ayer, por primera vez en mi vida, me llamó una encuestadora para hacerme cuestiones sobre intención de voto en las municipales y autonómicas.

En medio de la cena, levanté el auricular y, al oír un sonido raro, me preparé para, como siempre, de manera amable, mandar al aporra al pesado de Jazztel que no tiene otra cosa que hacer que insistir día tras día (aviso, Jazztel, nunca me cambiaré a vosotros, aunque me paguéis, por plastas) pero esta vez no era una oferta e fibra y televisión, sino una chica que me preguntaba si estaría interesado en responder a un cuestionario de intención de voto. Sorprendido, y curioso, le dije que sí, y empezó a hacerme preguntas, todas ellas centradas en las candidaturas, tanto municipal como autonómica, para Madrid. Ninguna de las cuestiones, en principio, daba opción a hacer valoraciones, ya que todas tenían una regla de votación, asignando valores de 1 a 10 en función de la antipatía – simpatía o nivel de conocimiento del candidato o partido, o criterios del tipo “mucho, bastante, poco o nada”. Primero trataban de saber si iba a ir a votar y luego si conocía a los candidatos que se presentaban. Y de entre los que conocía, tenía que valorarlos a todos ellos en una serie de características como su capacidad de liderazgo, valoración de las actuaciones pasadas, experiencia de gobierno, propuestas presentadas, etc. En estos últimos casos le iba avisando a mi interlocutora que, dado que casi todos los que se presentan lo hacen por primera vez, me era muy difícil puntuar en muchas de las preguntas que se me planteaban. Así, por poner un nombre, Esperanza Aguirre es conocida por todos, tiene experiencia de gobierno y sabemos lo que ha hecho, lo que no, y lo que de ella se puede esperar, pero su rival en el PSOE, Antonio Miguel Carmona, es un afamado tertuliano y posee una capacidad para hablar que rivaliza con la de los vendedores de feria, pero ¿Qué ha gestionado en el pasado? ¿Y si lo hizo, qué tal se comportó? ¿Qué resultados obtuvo? Ni idea. Luis García Montero, candidato de (lo que queda de) IU es un buen poeta y marido de Almudena Grandes, pero en política es un novato absoluto, lo mismo que los candidatos de Ciudadanos o de la plataforma “hacemos que ganemos y presentemos” por lo que, asignando valoraciones de cinco en muchas de las preguntas, o directamente señalando que no tenía información para valorar, sospecho que el tramo más grueso de la encuesta correspondiente a mi llamada resultaría improductivo. A medida que avanzaban esas preguntas iba soltando comentarios sobre los candidatos y formaciones para mostrar por qué no podía valorarlos bien y, de paso, para hacer más amena aquella conversación, tan estructurada, y confieso que logré arrancarle alguna sonrisa a la encuestadora.

Las preguntas finales versaban sobre la política en general, el grado de satisfacción con los políticos y los partidos, y dentro de lo posible traté de ser generoso, aunque se notaba que cuando me preguntaba por la ética, honestidad y limpieza de las formaciones ella lo hacía con la sensación de haber oído muchos exabruptos a lo largo de encuestas anteriores. Tras un cuarto de hora de preguntas, el cuestionario se acabó, y me despedí de mi interlocutora deseándole más suerte de la que puedan cosechar los candidatos a finales de mayo, lo que me agradeció con una risa que, me temo, no será muy habitual en ese duro trabajo.

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