Si usted estuvo ayer en Madrid y su sensación era que no podía hacer más calor se puede felicitar, porque estaba en lo cierto. La memoria meteorológica es nefasta, pero lo cierto es que ayer Madrid batió récords de temperatura mínima y máxima. En la estación de Retiro se marcó una mínima de 26,4, máximo registro nocturno jamás alcanzado, y una máxima de 40,1, que si no iguala llega casi a los registros más altos alcanzados. No es habitual superar los cuarenta grados en Madrid, y menos rozarlo día tras día como está sucediendo a lo largo de esta semana, en la que el Sol y el calor sahariano se ha hecho con casi la totalidad del país.
La ola de calor de junio, temprana y de una enorme intensidad, coincidió con los días más largos del año, era casi imposible escapar de la luminosidad del Sol. Fue más corta que la que ahora vivimos pero de una intensidad sólo ligeramente inferior. Nos pilló un poco desprevenidos, y con las actividades escolares aún en marcha, lo que forzó a adelantar el final de las mismas en no pocas ocasiones para evitar males de otro tipo. Esta ola de julio, a las puertas de la canícula, que comienza hoy, nos llega con los días un poco más cortos, y recortando en el entorno de un minuto cada jornada, notándose sobre todo en el amanecer, pero aun así la duración del día es muy extensa, y la intensidad que está mostrando el calor es enorme. El fenómeno al que nos enfrentamos es casi idéntico al de mediados de junio, una DANA, depresión aislada en niveles altos, sita en frente a las costas de Portugal, que se comporta como lo que es, una pequeña borrasca, girando en el sentido anti horario, lo que le permite elevar masas de aire sumamente recalentadas del interior del Sáhara y llevarlas a la península. Las dos naciones que compartimos el territorio estamos sometidas al mismo régimen de viento sur, polvo sahariano, aire recalentado y elevadísima indecencia solar, lo que hace que el efecto sea el mismo. España y Portugal se achicharran y, por doquier, surgen incendios que son muy virulentos y ponen al límite a los servicios de extinción. Con estas temperaturas y lo reseco que está el campo hace falta un auténtico milagro para evitar que, accidental o por imprudencias, no se desaten incendios por todas partes. Ahora mismo tenemos varios activos en la zona de Cáceres, devorando masas forestales en las cercanías del parque nacional de Monfragüe en la comarca de las Hurdes, este último adentrado también en la provincia de Salamanca. Ayer hubo un desarrollo tormentoso algo más intenso de lo previsto que afecto casi en exclusiva a Galicia, lo que permitió remojar esa zona y aliviar el sofocón de bastante más de cuarenta grados que allí han vivido a principios de semana, pero en el resto del país no ha caído una gota desde hace mucho mucho tiempo y las temperaturas no dan tregua. Los cuarenta y bastantes se alcanzan día tras día en provincias como las extremeñas, las del valle del Guadalquivir y varias de Castilla la Mancha, el dígito 4 de las decenas se toca en Madrid, gran parte de Castilla y León, Galicia, Murcia y, cada vez más, en el valle del Ebro. De este infierno sostenido sólo se salvan las costas cantábricas, que no el interior de esas comarcas, y la costa del sol y granadina, que con un régimen sostenido de levante no muy fuerte está logrando que Málaga y otras ciudades del entorno tengan unas temperaturas que superan los treinta por muy poco. Las previsiones indican que el día más intenso de esta ola pudo ser el de ayer, y que los termómetros han podido tocar techo, pero lo cierto es que el descenso de los mismos no se ve con consistencia en unos modelos que insisten en mantener un calor muy alto durante varios días por delante. La paciencia va a ser muy necesaria a medida que el efecto del calor va asentándose en los cuerpos y hogares, y las reservas de aire fresco se acaban. La sequía, que ya era significativa, se agudizará notablemente tras este episodio de gran dureza.
Del calor se puede huir según el trabajo y la renta que uno tenga. Los que estamos en oficina vivimos protegidos de las inclemencias del exterior, esta y sus opuestas, pero los que trabajan al aire libre se comen todos estos episodios sin muchas opciones de refugio. En casa, los que tengan medios y aire acondicionado lo llevarán mejor que quienes viven en pisos donde sólo existe la opción del ventilador, y de ponerlo en función de cuánto dinero quede para pagar el disparatado recibo de la luz. Como en todos los casos, más ingresos hacen la vida más fácil, y en situaciones extremas como las que vivimos, es evidente hasta qué punto se cumple esa realidad. Manténganse a la sombra lo que puedan, aún queda calor del nefasto para rato.
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