La política italiana es un arte complejo y a veces sutil, del que los españoles no hemos aprendido nada. Comparadas con sus marrullerías y pactos sibilinos, lo nuestro es bronca cruda, juegos de primitivos de maleducados. Algo del espíritu de los Medici y Borgia, que eran valencianos, corre por las venas de los políticos transalpinos cada vez que se enfadan y repactan en medio de la enésima crisis de gobierno, que interesa a muy pocos, y nada a la población de un país acostumbrado a vivir de espaldas a su gobierno, que realmente no rige los asuntos trascendentes de una nación que vive sobre los restos de su pasado, que le enseñan tanto la inmensa grandeza que alcanzó como lo volátil que fue y lo olvidada que llegó a ser.
¿Hay algo diferente en esta crisis italiana respecto a las anteriores? Quizás sí, o por lo menos se corre el riesgo de causar daños más serios que en otros casos. Ayer Draghi consiguió un voto de la cámara respaldando su continuidad, lo que a prirori es una buna noticia, pero el problema es que obtuvo más síes que noes de entre los que acudieron al parlamento a votar, pero fueron muchos más los que no se presentaron. 5 estrellas, la Liga y Forza Italia decidieron no aparecer por allí, dejando claro que el hasta ahora primer ministro no cuenta con su apoyo. Por eso la sesión acabó teniendo un toque muy amargo, y es probable que la dimisión que Draghi presentó para hacerla efectiva ayer acabe siendo real hoy, tras lo sucedido en la votación. Don Mario encabeza un gobierno de salvación nacional en el que están incluidos casi todos los partidos italianos, desde los populistas de izquierda a los de derecha, y se ha logrado mantener en pie gracias a las habilidades de un dirigente con una cabeza inmensa y un enorme sentido del poder, pero a medida que las formaciones que conforman el gabinete se han enfrentado con la realidad de la gestión, y la realidad de la vida se ha puesto cuesta arriba, el barco que dirige el mejor de los capitanes ha empezado a reventar. El movimiento 5 estrellas, que fue el más votado en las últimas elecciones, se ha fragmentado y escindido en corrientes que no se aguantan, la Liga de Salvini cae en las encuestas, siendo fagocitada por “fratelli de Italia”, movimiento aún más populista y más de extrema derecha, que actualmente lidera las encuestas, y son constantes los cuestionamientos, desde las formaciones políticas, a un primer ministro que fue elegido legalmente por el parlamento pero que no se ha presentado a elección alguna. Draghi ha intentado hacer ver a todos los miembros de su gabinete que la situación es muy grave, con la economía tambaleándose como el resto de las europeas al ritmo de la inflación y los precios energéticos, en una nación que es muy dependiente del gas ruso, y con el melón de la gestión de los fondos europeos de recuperación post pandémicos, siendo Italia el mayor beneficiario de la ingente cifra de dinero que la UE ha destinado a ese fin. Este motivo fue el esgrimido en su momento para que, ante la ruptura del anterior gabinete, encabezado por el “estrellista” Giuseppe Conte, Draghi apareciera como el técnico salvador y lograse encabezar un ejecutivo de unidad. Su prestigio internacional es enorme, incuestionable la solvencia que ha mostrado a la hora de ejercer sus funciones, y pocos hay en el mundo que, hablando italiano, puedan concitar semejante respeto y admiración entre los que detentan el poder en el mundo. Poner a Draghi de presidente fue un golpe de prestigio italiano que aplacó algunas de las variables económicas que asfixian a la economía italiana, y le dio al conjunto de Europa una referencia en un tiempo bastante falto de ellas. Si finalmente Draghi cae Italia puede verse sumida en el marasmo, con unas más que probables elecciones anticipadas en octubre, que nadie desea, empezando por gran parte de los propios italianos. Para entonces es bastante fácil que la tormenta económica y energética ya nos haya golpeado, y lo que quede del barco italiano, sin capitán, sea zarandeado por crueles olas en el mar de la inestabilidad.
No dejaría de ser amargo que, hoy, precisamente hoy, el día en el que el BCE va a subir los tipos de interés por primera vez desde hace un montón de años, dimita como primer ministro aquel que, en medio de la crisis de deuda que amenazó con destrozar por completo economías como la española, entre otras, se vaya. Don Mario es, en gran parte, responsable de que usted y yo sigamos aquí, de que el Euro siga existiendo y que la UE como proyecto conjunto se mantenga, sin haber reventado por las costuras financieras. Pocos celebraran su marcha, pero uno de ellos, no lo dude, será Putin, que ve como la disensión empieza a cundir en la UE.
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