Puede usted mirar en los bolsillos de las chaquetas que tiene en el armario a ver si encuentra algo de suelto. El socorrido recurso de retirar los cojines del sofá también resultará útil. Será muy afortunado si encuentra algún eurillo suelto, pero, a lo mejor, se topa con varios miles de millones, que no recordaba donde los había puesto. Musk debe tener un sofá muy muy grande, lleno de pliegues y recovecos, aunque dice que no tiene piso en propiedad, y se ha sacado de la manga 44.000 millones de dólares en efectivo, así, a lo bilbaíno, para comprarse un pajarito que promete desenjaular del todo. Ay, el amor eterno de los humanos a sus mascotas.
Musk es un personaje en sí mismo, en todos los sentidos, y su historia de uso de Twitter daría para algunos libros y tratados de psicología. También de economía, pero más por el lado fraudulento que por el inversor. Pocos casos he visto de uso más torticero y fraudulento de la influencia que otorgan las redes sociales para alterar el valor de activos cotizados y jugar con ello para ganar dinero. En una de sus jugadas típicas, Musk compra Dodgecoins, una moneda virtual creada a la estela del Bitcoin pero con carácter paródico, y tuitea que permitirá usarla para comprar teslas, los coches que él fabrica, y claro, la cotización de Tesla sube y la del Dodgecoin mucho más. Tras la subida vende las monedas de jugeuete y vuelve a tuitear que no, que era broma, que sólo dólares y nada más, y la acción de tesla cae un poco y el valor del Dodgecoin se derrumba. Caso así ha habido numerosos a lo largo de los últimos años, que han permitido acrecentar aún más la fortuna de Musk y llevarlo al olimpo de las deidades tuiteras, con una ristra enorme de polémicas tras cada uno de sus mensajes. Se notaba que, además de forrarse un poco más, Musk se divertía en una particular versión del “bar de Lola” que organizaba Pérez Reverte, dejando caer algunos mensajes en la plaza pública y luego disfrutando como un enano de las batallas encarnizadas que se montaban entre palomas y palomos, picoteándose todos ellos mutuamente. No se si como una empresa, pero Musk ha visto Twitter como uno de los juguetes más divertidos con los que se ha encontrado a lo largo de estos tiempos, y no será porque no tiene juguetes el hombre, que hace coches y cohetes entre otras cosas. Imbuido por un cierto mesianismo de defensa de la libertad y la necesidad de que Twitter sea el ágora global de verdad, cosa que resulta ser en parte, aunque sea un ágora demasiado proclive al linchamiento y la crucifixión, Musk llevaba tiempo reclamando cambios en las reglas de funcionamiento de la red y en las formas de gestión de una empresa cuyos números no eran, n mucho menos, tan boyantes como otras redes como, pongamos, Facebook o Tik tok líderes globales tanto en usuarios como en, ojo, gestión publicitaria. Twitter se ha quedado relativamente estancada en unos trescientos y algo millones de seguidores en el mundo, es líder absoluto en impacto en lo que hace a medios de comunicación y relevancia política y social de los mensajes allí emitidos, pero en lo que es comercialización, negocio puro y duro, Instagram hace tiempo que le superó en todas las dimensiones, y también Tik Tok le ha rebasado. Twitter es un lugar tan interesante como duro, un sitio en el que se puede aprender mucho y compartir más, pero en el que la violencia campa a sus anchas y el acoso está a la orden del día. Si Instagram es el triunfo del hedonismo vacío y orgulloso, y Tik Tok el de la broma adolescente., Twitter es el lugar de las broncas, de las polémicas, de las denuncias, de la muy mala leche, ese espacio en el que uno pone “buenos días” y, a los pocos segundos, alguien contesta “lo serán para ti, gilipollas”. Y aun así, es con diferencia la red social más interesante y valiosa de todas por la información que en ella se pone.
¿Qué pretende hacer Musk con Twitter? No lo se, veremos a ver si él mismo tiene una idea clara al respecto. Sus últimos mensajes se han centrado en la defensa de la libertad de expresión y el control de los “bots” cuentas en las que no hay personas por detrás, sino programas informáticos, algunos útiles, la mayor parte sembradores de bulos y cizaña. Habrá que ir viendo lo que decide el nuevo dueño, a quién escoge para que lleve las riendas diarias del negocio y cómo la comunidad de usuarios responde ante las novedades que puedan ir surgiendo, pero lo único seguro es que el juguete ya es suyo. Si ofertase un descuento por la compra de un Tesla para los usuarios de twitter sería una medida que, sin duda, sería bien recibida. Conociéndole es capaz de ello.
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