En estos días de puente en Elorrio, donde todo ha sido bastante tranquilo, la situación en Ucrania se ha ido deteriorando aún más, dando la razón a los que habían predicho que la guerra aún tenía mucho por delante para empeorar. Se produjo el fin de semana un golpe audaz, de autoría nada clara, contra el puente de Kersch, que es la infraestructura que une la península de Crimea con lo que era el territorio de Rusia antes de la invasión. Esta obra, inaugurada por el propio Putin hace pocos años, es un puente de doble carril por sentido para vehículos y de una vía por sentido para ferrocarriles. Es una gran obra financiada por un oligarca del régimen.
El ataque logró parar el tráfico en el puente durante todo un día, Supuso el derrumbe de uno de los tramos de carretera, lo que permitió que al día siguiente los vehículos pudieran ir por el tramo aún en pie con un único carril por sentido, y causó un aparatoso incendio en un tren de mercancías que estaba sobre las vías en el momento del ataque, generando daños a la infraestructura y unas espectaculares imágenes de llamas en el puente. No está claro cómo se produjo el ataque. Algunas fuentes hablan de un camión bomba, otras de una carga llevada de manera submarina. Si no está claro el cómo, menos el quién, aunque resulta fácil adivinar que los servicios de inteligencia ucranianos no estarán lejos de la acción. Pese a que los resultados no han sido tan drásticos como las imágenes del sábado podían hacer pensar, el golpe al puente es una nueva muestra de la resistencia que está mostrando Ucrania, de la chapuza de los servicios de inteligencia rusos y, también, un insulto a la cara al orgullo de Putin. Ver desde su despacho las escenas del incendio en la infraestructura debió ser todo un lujo, sin duda tétrico. El zar herido, golpeado, avergonzado ante el mundo entero, una vez más. Como probable respuesta, Rusia atacó el lunes de manera indiscriminada una gran cantidad de ciudades ucranianas con misiles, causando enormes destrozos y decenas de muertos. Kiev, que llevaba tiempo sin sufrir ataques, fue golpeada en varios puntos, haciendo que las sirenas y las columnas de humo fruto de las explosiones se elevaran otra vez sobre su cielo. La ya torturada Zaporiya, la lejana Leópolis, Dnipro, Odesa… el rosario de objetivos alcanzados fue enorme. En algunos casos se buscó la destrucción de infraestructuras relacionadas con el abastecimiento de energía, tratando que la luz sea algo cada vez menos corriente en el país pero, en general, el objetico de los misiles era crear el miedo por el miedo, matar civiles, mostrar a los ucranianos que Rusia es capaz de golpear en cualquier punto de su nación y que le da igual que los edificios residenciales sean el blanco de sus bombas. Es más, diríase que, como en anteriores campañas rusas en Siria o Chechenia, la destrucción de la infraestructura civil y de sus vidas es uno de los principales objetivos buscados. La inoperancia militar de las tropas rusas frente a un rival más motivado pero menor trata de ser suplida por el kremlin mediante el ejercicio del terror mafioso. Vimos el lunes muchos vídeos de ciudadanos ucranianos que iban a trabajar o estudiar, tratando de desarrollar una vida más o menos normal dentro de la angustia en la que residen y, de repente, el silbido de un misil se volvía ensordecedor, la explosión de un impacto sacudía el fondo de la escena y columnas de humo y fuego se elevaban cubriéndolo todo, dejando a los que contemplábamos la escena asombrados, pero muy lejos de la sensación de pánico que podía estar sufriendo el testigo de aquello. El lunes Rusia mostró lo que le gustaría hacer, laminar Ucrania y, con ella, a todos sus habitantes.
Las necesidades militares de Kiev crecen a medida que la guerra se prolonga, y de momento se mantiene el apoyo occidental en suministros y envíos de tecnología avanzada, pero también es cierto que, a medida que se acerca el invierno continental, los daños que Rusia pueda causar en las infraestructuras civiles adquirirán un peso mayor en el devenir de la población ucraniana. Con el suministro de electricidad y calefacción dependiendo de un hilo, millones de europeos se enfrentan a vientos y nieves con poco más de las paredes de sus casas, muchas de ellas con los cristales reventados fruto de las explosiones. ¿Cómo afrontar el frío así? Casi da miedo hacerse esta pregunta, no quiero ni imaginarme pasando algo similar.
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