En la devoradora de presuntos líderes que se ha convertido la política británica le toca el turno de enfrentarse al monstruo a Rishi Sunak. Cuando el sábado Boris Johnson volvió a Londres todos pensamos en el regreso de Napoleón desde Elba, y vislumbramos un Waterloo para el extravagante político del pelo revuelto, sin que ni siquiera pisase la estación ferroviaria de dicho nombre. Finalmente Johnson, bien porque no consiguió los avales que decía tener o porque le convencieron de que bastantes estupideces ha hecho ya en este año, decidió renunciar a ser candidato, así que Sunak, que era el único que contaba con los avales necesarios, se quedó como candidato único, y hoy será proclamado primer ministro. El tercero en cuatro meses.
Presenta Sunak un perfil interesante, y que puede dar juego en lo político y lo social. Ha sido ministro de economía con Johnson durante el tiempo pandémico y, por tanto, responsable de los programas de ayudas que allí permitieron capear los cierres derivados del confinamiento. Sabe de economía, tanto de la pública como, sobre todo, de la privada. Está forrado hasta límites difíciles de imaginar, con una fortuna personal que está en el entorno de los 800 millones de euros y su mujer es aún más rica. De hecho es una de las más ricas del Reino Unido. Tiene 42 años, lo que es muy poco, y su origen hindú no sólo se percibe en su nombre y aspecto, sino también en sus creencias religiosas. Es la primera vez que un primer ministro del Reino Unido es un británico no de pura cepa, como dirían algunos allí y aquí. Supone esto una situación inédita, una más, en la situación política de la nación, y muchos lo verán como una ventaja, otros como un hándicap, a la hora de llevar a cabo la política migratoria restrictiva que los muy pro Brexit enarbolan como una de sus grandes banderas. Del paso por el gabinete de Johnson llegó su fama pública y también algún escándalo, relacionado con fiestas y su actitud de presunta traición al liderazgo de Johnson una vez que veía que hacía aguas. En las primarias que perdió frente a la fracasada Liz Truss Sunak era visto como el ventajista que abandonó el barco de Boris y actuó como el Bruto que asesina al padre César. Tampoco se le perdonó la altivez que presentaba su perfil de millonario exigiendo recortes de gasto y no gustó que en sus proclamas exhibiera un rigor fiscal alejado del populismo brexitero que enarbolaba Truss con fiereza. En los mercados, que ahora algunos adoran en función de a qué político irresponsable contribuyen a derrumbar, Sunak era el favorito de calle y la elección de Truss se vio con revés, confirmado a los pocos días por los propios errores de la primera ministra. A partir de hoy Sunak va a poder determinar el rumbo de la economía británica en medio de la tormenta, y tendrá que escoger qué es lo que quiere hacer. Lo primero, decidir si Hunt sigue como ministro de economía, puesto al que llegó de la mano de Truss tras la destitución de su efímero antecesor. Hunt presenta un perfil serio, moderado, con los pies en la tierra, y sabe que el exceso de endeudamiento no es sostenible, aunque sea mercancía útil para vender y así comprar votantes. Hace buena pareja con Sunak. Si consigue estabilizar la economía del país, Sunak tiene el segundo reto, que es de convertir a su partido, el conservador, en algo similar a un partido político, y no en la jaula de grillos que es ahora. La debacle de estos meses ha hundido por completo las expectativas de voto de una formación que arrasó hace cerca de tres años y que hoy las encuestas le sitúan en el peor de sus resultados históricos. La sucesión de errores propios les ha llevado a este precipicio y Sunak, ahora el líder, tiene sobre él la tarea de enmendar el rumbo. Lo tiene fácil para detener la bajada, pero muy difícil para remontar. Su fortuna, y lo poco que se conoce de su perfil político público lo convierten en una incógnita y, de momento, blanco fácil de las críticas de una oposición y una sociedad avergonzada de lo que está pasando estos días.
Un detalle sobre la legitimidad. Todos los nombramientos que estamos viendo en Reino Unido son legales, pero es cierto que cada uno de ellos ha ido perdiendo legitimidad popular. Johnson fue escogido por el parlamento tras arrasar en las elecciones. Truss fue escogida por el parlamento tras ganar una votación entre los militantes conservadores. Sunak va a ser escogido en el parlamento tras contar con el respaldo de algo más de cien parlamentarios conservadores. Como aquí, allí el primer ministro no es escogido por voto popular nacional, sino por el refrendo de la cámara surgida de unas elecciones, pero no es menos cierto que Sunak está al final de la legitimidad derivada de unos comicios que ya están muy caducos. El reto que afronta es tan inmenso como difícil.
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