Estos días, a cuenta del desastre que se vive en el gobierno británico, he podido leer a varios articulistas en España regodeándose de la desgracia de Liz Truss y de cómo su proyecto de bajadas de impuestos ha naufragado, víctima de los mercados, que hundieron la libra y la deuda pública británica. La mayor parte de quienes se lo han pasado bien escribiendo eran opinadores de, llamémoslo así, izquierdas, a los que les tembló poco el pulso a la hora de criticar al gobierno conservador y disfrutar de su debacle a manos de la economía financiera. Se veía el gustirrinín que les provocaba encadenar párrafos de superioridad moral ante el derrotado adversario.
Ampliemos un poco el foco. ¿Qué diferencias hay entre lo que ha sucedido estos días en Reino Unido y lo que nos pasó en España durante nuestra crisis de deuda soberana? En el fondo, ninguna. Ambas naciones poseen enormes volúmenes de deuda pública y requieren la confianza internacional para que dicha deuda sea comprada y renovada. Así mismo, en ambos casos, los gobiernos de Londres y Madrid mostraron, ante ambas crisis, una ineptitud rayana en lo suicida, haciendo exactamente lo contrario que debían, negándose a ver la realidad y empeñándose en el error una y otra vez, encareciendo la factura de la crisis que todo ello provocó. ¿Diferencias? Básicamente tres. Una, que el desastroso gobierno de Reino Unido ha tardado un par de semanas en enmendarse a sí mismo, por lo que los daños que ha provocado al país y a sus ciudadanos serán menores. Dos, que la presunta ideología que se encuentra detrás de ambos gobiernos es distinta; conservadora (menudo chiste) en el lado británico y de izquierdas (aún más chistoso) en lo que fue la presidencia de Zapatero. Y tres, quizás la más vergonzosa de todas, que es que lo que estos días escriben riéndose del Reino Unido y la paliza que le han dado los mercados a sus gobernantes clamaban al cielo en arameo contra esos mismos mercados cuando éramos nosotros, más bien al gobierno al que apoyaban, los que recibíamos los palos. En ese momento los mercados eran salvajes, crueles, inmisericordes, injustos, y toda clase de epítetos que uno quiera emplear. Ahora los mercados son eficientes, sagaces y ajustados. Pues ni antes lo uno ni ahora lo otro. Los mercados, ese ente formado principalmente en ambos casos por ahorradores internacionales, no soporta que alguien le quiera tomar el pelo y se endeude sin fin sin que sea capaz de presentar una propuesta que le permita cubrir los pagos que solicita. Puede a pedir dinero a sus amigos, y quizás le presten, pero si no hace más que pedírselo día tras día y no devuelve nada llegará un momento en el que no sólo no le prestarán, sino que dejarán de ser amigos suyos. ZP embarcó a nuestra economía en una espiral de deuda salvaje, derivada de la conversión de los ingresos extraordinarios generados por la burbuja, que nunca volverán, en gasto estructural, permanente, de la que sólo el BCE nos pudo rescatar. Truss, con una economía británica muy endeudada y fuera de la UE, jugó a aprendiz de brujo con unas medidas económicas que, quizás, hubieran funcionado con la mitad de deuda sobre el PIB de lo que presentan las cuentas de su país y sin el factor omnipresente de la guerra de Ucrania y sus efectos en la inflación y el crecimiento. El estrellato de las medidas de Truss era cuestión de poco tiempo y, afortunadamente, aunque se ha mostrado como una incapaz absoluta, ha pegado el volantazo necesario para detener la sangría de su economía, aunque su gobierno y figura hayan quedado tocados, probablemente hundidos sin remedio. El fracaso de Truss es el mismo, a cámara muy rápida, que el de ZP, y veremos a ver si el de otros gobiernos en unos meses, empezando por el neustro.
¿Alguna lección práctica de todo esto? Varias, sobre todo para los gobernantes. Una cosa es decir tonterías en un plató de televisión o en un periódico sobre lo que uno quiere hacer cuando llegue al poder y otra sentarse donde se cree que se dominan las cosas y comprobar que no es así. La capacidad de actuación de un ejecutivo se estrecha cada vez más en tiempos de complejidad, y mucho más cuanto más endeudado está. Del estrellato de Truss debieran aprender muchos otros. Y de paso, querido lector, huya de los “periodistas” que cobran del partido, sea este el que sea, ahórrense el tiempo de leer sus argumentarios. Mera propaganda que sólo sirve para que ellos cobren a final de mes, y puedan invertir en los mercados.
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