Uno de los lujos de las noches electorales es poder escuchar en directo el programa especial que Carlos Alsina organiza por tal motivo. Por horarios me es imposible escuchar a Alsina en ese directo que es la radio, y me conformo con picar poadcast, que son comida enlatada, nutritiva pero no fresca. Empezando con la música del “El Al Oeste” cada noche plantea retos distintos y análisis de todo tipo, y entre los profesionales que allí están para diseccionarlos siempre destaca la grave voz de Ignacio Varela, que lo acierta casi todo y que es capaz de ver cosas que el resto de los mortales ni intuimos pero que, al descubrirlas gracias a él, notamos que son un factor determinante.
Hace unos meses me enteré de que Varela estaba escribiendo un libro sobre la llegada del PSOE de Felipe González al poder, cuyo cuarenta aniversario se cumple el próximo viernes 28, y me enteré de que él trabajó en ese partido durante muchos años antes de esa victoria y a lo largo de casi una década después, en la maquinaria de Moncloa. No conocía nada de la trayectoria pasada de Varela pero al descubrirla entendí dónde había aprendido tanto sobre política, demoscopia y electoralismo. El libro se convirtió en uno de los fijos que entran sin cesar en mi arruinante lista de volúmenes a comprar, y a medida que se acercaba la fecha del aniversario suponía que tendía lugar algún acto de presentación. De casualidad, y gracias a Twitter, descubrí que era ayer el día escogido, y pude escaparme a tiempo del trabajo para acudir a la sede de Abante Asesores, donde fue el evento. En un auditorio repleto de nombre ilustres de la política, economía, prensa, medios, con famosos de todo tipo ligados al mundo del poder, de antaño y de ahora, asistí a una charla coloquio moderada por Santiago Satrústegui, principal responsable de Abante, en la que participaron Javier Fernández, expresidente asturiano, y que lo ha sido de todo en el PSOE, Jose Antonio Zarzalejos, una de las mentes más sagaces y lúcidas del centro derecha mediático español y el propio Ignacio Varela. Poco tenía que hacer el moderador ante semejante trío, pero aún menos cuando Varela empezaba a contestar a algunas preguntas o comentarios de sus interlocutores, porque la voz que conocía de la radio se convertía en un creador de relatos en los que la historia, la política y la reflexión se mezclaban de una manera magistral. Hay gente que sabe cosas pero no sabe contarlas, y es mejor que no salgan mucho de los lugares en los que estudian y son productivos. Hay otros que tienen capacidad para relatar e hilvanan historias como de la nada, y gracias a ellos la literatura, y el mundo, es algo más bello y soportable. Pero hay una tercera categoría de personas, escasa, que aúna ambos logros, el de saber, el de ser experto en algo, y el de saber contarlo, e Ignacio Varela es uno de ellos. En cada una de sus intervenciones era capaz de descender a una década prodigiosa, la de los setenta, que pudo acabar muy mal y que, afortunadamente, concluyó con lo mejor que los españoles hemos hecho en más de un siglo, la creación de una democracia con un estado de derecho y una economía libre de mercado. El riesgo de encontrarse a un señor que cuente batallitas del pasado en una situación de este tipo es elevado. Contienen valor, pero pueden ser tediosas y muy autorreferenciales. Lo de ayer fue todo lo contrario, una clase de historia y política de primera, como en pocas ocasiones he podido escuchar, por parte de un señor que tiene una capacidad para el relato y la extracción de lecciones y sentidos realmente extraordinaria. Uno lee y aprende cosas, pero cuando se encuentra ante los que realmente sabe es cuando descubre lo poco que conoce de las cosas y lo mucho que le queda por aprender. Además de aprender mucho, asistir a una charla como la de ayer le infunde a uno de obligada modestia, porque bien poco es capaz de replicar a alguien que le desborda en todos los sentidos. No es la voz de Varela la más perfecta para el mundo de la radio, con su tendencia a los graves profundos, pero todo de lo que ella sale posee un enrome valor. Y ayer, en persona, en directo, sin papeles, lo demostró con creces.
Es muy irritante la tendencia al adanismo que existe en nuestra sociedad, alentada por la disrupción tecnológica. En el campo de la política hemos visto como nuevos proyectos que venían a derrumbar todo lo conocido han naufragado en pocos años por la soberbia de sus liderazgos y los enormes errores cometidos. Frente a tanto vendedor de humo, pasado y que ahora ostenta responsabilidades de poder, la sapiencia de los que conocen la victoria y la derrota, las enseñanzas de la vida real y larga, resulta un oasis en medio de la tormenta. Varela conoció a las brujas de Macbeth hace muchas décadas, vivió la hybris en su propia sangre, llegó al poder, y experimentó su pérdida. A buen seguro el libro es una referencia de una época que nos cambió.
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