Una de las noticias más inesperadas de entre las que se están dando en este año se produjo hace un par de semanas, más o menos, cuando la OPEP+ el cártel conformado por varios países productores de petróleo, decidió recortar la producción en dos millones de barriles al día tras las bajadas en el precio que se dieron en los mercados internacionales. Esas bajadas de precio del barril son las que han permitido que el litro de combustible se abaratase a la vuelta del verano y, con ello, parte de la altísima presión inflacionaria. Este efecto ha sido menor en Europa que en EEUU, porque compramos el petróleo en dólares, y el euro está por los suelos frente al billete verde
Lo trascendente de esta decisión no es que un grupo de presión trate de sacar partido de la coyuntura chantajeando al resto, eso lo vemos todos los días en todas partes, y es algo humano, nos guste o no. Lo interesante es que Arabia Saudí, la nación que realmente dictamina el precio al que cotiza el barril de crudo, dadas sus reservas, infraestructuras y márgenes de explotación, se ha sumado sin pestañear a un recorte que beneficia a uno de los países productores que necesita que el valor del barril siga alto, Rusia, y perjudica al principal socio comercial y valedor de la dictadura saudí en el mundo, EEUU, y todo ello a escasas semanas de las elecciones de medio término, en la que demócratas y republicanos se juegan el control del Senado y la Cámara de Representantes. Una gasolina con precio a la baja es lo que más necesitaba Biden para remontar en unas encuestas que le tienen hundido, y el recorte de producción y subida de precios es lo mejor que les puede pasar a los oponentes republicanos para denunciar la carestía de la vida entre sus votantes, carestía que, como aquí, es cierta. Así que vemos como la monarquía saudí actúa claramente a favor de los intereses de la Rusia de Putin y en contra de la presidencia demócrata de Washington. Como mínimo un movimiento que ha llamado la atención a casi todos y que ha provocado que, en medios norteamericanos, la palabra traición se eleve contra la casa Saud como no recuerdo que haya sucedido nunca. Que la nación saudí, o más bien los miles de pertenecientes a la familia que comanda el reino como una finca medieval, tengan una vida de privilegio absoluto es algo plenamente debido al negocio del petróleo, y asegurado por las inversiones de EEUU en esa industria y en la de seguridad. Arabia Saudí puede que sea el principal comprador de armas norteamericanas, con cifras de miles de millones hasta un nivel mareante. Armamento de todo tipo, de altísimo nivel tecnológico, que los saudíes no son capaces de utilizar de manera eficiente dado su nivel de inoperancia y corrupción. Esto hace que, en la guerra sostenida de los saudíes contra los hutíes del Yemen la otra parte, mucho más pobre y destartalada, haya sido capaz de mantenerlos a raya, e incluso llegar a atacar Riad con drones como los que ahora emplea Rusia, porque los hutíes son chiíes, como los iraníes. Lo cierto es que portavoces del reino saudí han tenido que salir a la palestra para defenderse de unas acusaciones que no dejan de subir de tono en gran parte de los medios y clase política de Washington y han afirmado, con todo el desparpajo del mundo, que sólo cuestiones económicas son las que están detrás del anunciado recorte de producción. Imagino a los destinatarios de esta declaración reaccionando con una extraña mezcla entre carcajadas y recuerdos nada amistosos a la madre del portavoz del gobierno saudí y el resto de su familia. Realmente este movimiento de Bin Salman, el hombre fuerte en Riad, en un momento de estrecheces energéticas globales, en el que está claro que parte del mundo sufre más el alza de los precios y cuál se beneficia de la misa, es todo un órdago a la cara de sus socios norteamericanos, sus aliados de toda la vida, y es una patada en toda la regla en el tablero geopolítico global y, especialmente, en el avispero de Oriente Medio.
Si para varios analistas norteamericanos la idea de ir abandonando esa zona de influencia era algo que tenía que hacerse sí o sí, y más a medida que la independencia energética de la nación era ya un hecho, esta situación actual refuerza esa necesidad de dejar atrás una relación que se ha mostrado muy fructífera para ambas partes, pero que ha creado un cáncer en la zona en forma de satrapía wahabista en el que es, sin duda, uno de los regímenes más opresivos y siniestros del mundo. El actual precio de la energía le dará nuevos ingresos e impulsos a Bin Salman y sui camarilla, pero es evidente que occidente debe hacer, debemos hacer, todo lo posible para que este grupo de aprovechados, y traidores, acaben completamente arruinados.
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