viernes, octubre 18, 2024

Israel sigue eliminando objetivos

Ayer, en una operación desarrollada en Gaza, en la que murieron cerca de una veintena de palestinos, fue ejecutado Yahia Sinwar, el actual líder de Hamas, que ascendió al cargo tras el asesinato por parte de las tropas israelíes de los que le precedieron en el cargo. Hay escenas impactantes tomadas por drones del interior de la vivienda en la que se refugia el islamista, ya golpeado, que intenta arrojar algo a la cámara que le observa, todo cubierto de polvo de escombros, pero no es capaz de ni de acercarse a su objetivo. Posteriormente comandos especializados accederían al lugar y procederían a rematar el trabajo, nunca mejor dicho. Las fotos del resultado son esclarecedoras.

La bíblica frase de ojo por ojo, diente por diente, se está ejecutando en aquel lugar del mundo con un grado de vigencia difícil de concebir. Sinwar fue el autor intelectual de los atentados del 7 de octubre, de esa matanza indiscriminada de israelitas que soliviantó al mundo y cambió para siempre la zona. De él partió no se sabe seguro si la idea, pero sí el permiso para planearla y ejecutarla. Al parecer era consciente de que con esa decisión iba a desencadenar una guerra de la que no saldría vivo, y así ha sido. De paso, miles y miles de palestinos, a los que sin duda el fanatismo de Sinwar consideraba prescindibles, han fallecido en esa batalla que él inicio. Las consecuencias de aquellos actos de hace apenas un año reverberan en la región y en todo el mundo, y han mostrado a un Israel dolido, vengativo, fiero, inasequible y sin piedad, que muestra un poderío militar frente al que sus vecinos apenas pueden hacer nada. Todos los grupos proxies que atacaban a Israel, dominados por Irán, van camino de ser diezmados y convertidos en poco más que sombras de lo que fueron, al precio de reducir el vecindario de Israel a una montaña de escombros y a miles y miles de víctimas inocentes que han sido atrapadas entre las represalias de la acción de Sinwar. La situación de los palestinos comunes, los que no pertenecen ni apoyan a las milicias islamistas, es desoladora. Se encuentren donde se encuentren, una bomba habrá caído en sus proximidades o algún familiar habrá fallecido en combates o ataques contra civiles. Gaza es ya un lugar inhabitable, convertido en un campamento de refugiados que subsisten bajo el sol protegidos por tiendas de campaña y poco más, dependientes por completo de una ayuda externa que entra con cuentagotas, sometida al control del ejército israelí. La destrucción física de la franja es casi total y la posibilidad de que allí los supervivientes vuelvan a vivir de una manera razonable es muy escasa. El sur del Líbano va por el mismo camino, siendo ahora el lugar en el que se centran las ofensivas militares. Beirut sigue siendo golpeada por las bombas casi a diario, especialmente en los barrios que se encuentran más al sur, que ya lucen cráteres y escombros en abundancia. Una gran cantidad de los habitantes de la capital libanesa, y del resto del país, han optado directamente por escapar para salvar su vida y las pocas pertenencias que hayan podido reunir y transportar en sus propios medios. El balance de destrucción y muertos en Líbano supera ampliamente ya a lo que pasó en la guerra de 2006, y las operaciones están aún lejos de finalizar, dada la extensión de aquel territorio y la enorme fuerza, tanto militar como humana, con la que contaba Hezbollah, ahora ya bastante disminuida en ambos conceptos. Las acciones militares israelíes encuentran resistencia en su avance, y ocasionalmente se producen bajas, pero la sensación que está dando por ahora la operación es de una superioridad aplastante de las IDF frente al enemigo islamista, que está siendo doblegado y, en cierto modo, exterminado. Si las cosas siguen así es probable que Israel gane esta guerra, en lo militar, de una manera rotunda, incontestable.

Quedan un centenar de rehenes secuestrados en Gaza, en ese montón de ruinas, de los que poco se sabe. La probabilidad de que sigan vivos es baja, dado lo que ha pasado sobre sus cabezas, pero sus familiares mantienen la esperanza y exigen sin cesar a Netanyahu que los libere, que sea ese, y sólo ese, su objetivo. El primer ministro ya ha demostrado que los rehenes son una prioridad menor frente al hecho de mantenerse en el poder, y una guerra triunfante, según muestran las encuestas, puede ser la mejor manera de consolidar su posición. Sobre la sangre de los indeseables que mataron a los suyos, y sobre la de otros muchos miles inocentes, Netanyahu puede salir consolidado de todo este desastre. E Israel rodeado de escombros y odio, pero victorioso.

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