Sigue sin estar nada claro cuál es el objetivo del despliegue milita norteamericano frente a las costas de Venezuela, peo sí sabemos lo que hace con las presuntas lanchas de narcotraficantes que navegan por esas aguas. Las elimina. Desde que empezó esta campaña son numerosas las embarcaciones que han sido atacadas y hundidas por impactos de misiles lanzados desde aviones de EEUU, y la cifra de fallecidos se estima que ya anda por los ochenta, que no son pocos. Uno sería más que suficiente para que estuviéramos ante el dilema de lo que está sucediendo, porque lo que hace EEUU en esas aguas es completamente ilegal.
Cierto que esas embarcaciones pueden ser de narcos, portar drogas y servir para abastecer las líneas logísticas de los traficantes que luego las introducen en el país norteamericano y en otros, no lo niego, pero aun suponiendo esto, ¿Cuál es la legitimidad que tiene una nación para ir ejecutando a personas en el mar? Se puede hostigar a esas naves y forzarlas a que regresen a sus puertos, establecer un cierto bloqueo que permita el tráfico comercial y que ante naves sospechosas se ofrezca resistencia, pero esto de atacarlas como si estuviéramos ante un videojuego resulta inconcebible. Por la misma regla de tres la Guardia Civil podía avisar al ejército cada vez que se detecta una narcolancha en el estrecho o en la zona del Guadalquivir, y que un helicóptero artillado acudiese y la hiciera estallar en mil pedazos, asesinando a sus ocupantes. ¿Cómo lo veríamos? El ajusticiamiento del presunto delincuente no es justicia, sino dictadura. Por esa regla de tres Trump puede decretar que todo lo que no le guste es susceptible de ser disparado, y a buen seguro que estaría encantado de que así fuera. En fin, en medio de este debate en el que poca gente entra sobre lo que pasa en el Caribe, esta semana sí se han oído voces críticas en EEUU contra estas actuaciones porque en una de ellas se ha producido un hecho aún más grave. Se produjo el ataque aéreo sobre el buque y las imágenes posteriores mostraron que algunos de sus tripulantes seguían con vida, y desde el Departamento de Defensa, ahora renombrado como de Guerra, se ordenó rematarlos, cosa que la marina norteamericana hizo. Varios medios del país y congresistas han clamado diciendo, con razón, que si el ataque a las lanchas es un acto de difícil soporte jurídico, esta escalada no puede sino considerarse como una ejecución para la que el gobierno norteamericano carece de justificación ni de cobertura legal. Es un acto de lo más crudo y cruel y no hay forma de defenderlo. Ante el revuelo organizado, el Secretario de Guerra, Hegseth, trumpista hasta la médula, ha ido usando discursos alternativos en los que, en unos casos, admitía lo sucedido y en otros decía no saber si realmente había supervivientes tras el ataque inicial o no. Como buen cobarde que es, ha descargado las culpas de todo lo que haya podido suceder en un almirante naval, y se ha reafirmado en el discurso de dureza de la actual administración contra las drogas, la delincuencia, la inmigración y todo lo que suene a no trumpista. Hegseth es un ex presentador de la Fox, un Javier Ruiz de allí para entendernos, un indocumentado que poco más sabe a parte de mirar bien a la cámara, y que está al frente de la mayor maquinaria militar del planeta. Pillado ya en más de una ocasión compartiendo planes secretos de operaciones militares con conocidos en una red social no protegida, un grupo de Signal, Hegseth es de las personalidades más polémicas y peligrosas de toda la administración Trump. Su desprecio a todo lo que no sea él mismo es elevado, y las muestras de desafección que ha dirigido a Ucrania, y en general a toda Europa, lo definen muy bien. De gatillo fácil, no duda en usarlo, y ha convertido a las aguas del caribe venezolano y aledaños en su particular campo de tiro en el que, como si fueran platos, no duda en lo más mínimo a la hora de ejecutar. Le da absolutamente igual la vida de los que van en esas lanchas, sean quienes sean.
Estos son los prolegómenos de lo que pueda llegar a pasar en una Venezuela que sigue sometida a la opresión de la dictadura de Maduro, pero que puede enfrentarse a un ataque, quizás quirúrgico, de las tropas de EEUU. Derrocar a Maduro es una necesidad para que Venezuela pueda llegar algún día a la democracia. Hacerlo mediante una invasión o golpe auspiciado por EEUU es una de las peores maneras posibles de lograrlo, y puede convertir al sátrapa en una especie de mártir para los suyos, blanqueando los crímenes que ha cometido en estos largos años de dominio en Caracas. Todo lo que Trump toca se ensucia, puede que también la esperanza de la oposición venezolana.