Supongo que ustedes no conocían hace unos meses, allá por el verano, a Francisco Salazar, alto cargo de la Moncloa sanchista. Yo tampoco. Le puse nombre y cara cuando, durante unas horas, sonó como sustituto de Cerdán al frente de la secretaría general de algo que en sus tiempos se llamaba PSOE, pero que apenas duró un par de días en las quinielas al destaparse unas denuncias de acoso sexual durante su desempeño como gran jefazo en el entorno laboral de la presidencia del gobierno. Después de ese incidente sus opciones decayeron y se le apartó de la vida pública, según informaron fuentes del partido.
Pues bien, Salazar ha vuelto a la actualidad pública no porque se ha solventado el expediente que se le abrió en su momento y se han determinado sus culpas, no sino por todo lo contrario, porque el partido ni le apartó de verdad ni, en la práctica, ha realizado gestión alguna para averiguar qué había detrás de las denuncias ni para escuchar a las posibles víctimas de los abusos señalados ni nada de nada. En estos meses lo que ha hecho el partido son dos cosas. Por un lado, dejar que el tema se duerma y desaparezca de los medios, y por otro, trabajar para rehabilitar a Salazar y devolverle algún cargo relevante. Sobre el acoso y las denuncias, nada de nada. Ahora, con el intento de recolocación del personaje, ha saltado a la web la denuncia de las víctimas de la total inacción del partido, de todas sus estructuras, de los altos cargos que las ocupan, a la hora de hacer algo en defensa de las mujeres que denunciaron unos comportamientos no se si delictivos, quizás sí, pero desde luego asquerosos y reprobables. Esas víctimas han sido tratadas por la organización, por eso que un día se llamó PSOE, con el mismo respeto con el que unos críos perciben a una papelera en la calle cuando pasean. Ante semejante desprecio, las víctimas han alzado su voz y la reacción del partido, pásmense, no ha sido la de darles la razón y rectificar lo hecho, no, sino intentar silenciarlas. La obsesión del PSOE ha sido en todo momento la de que nada de todo esto trascienda, de que una especie de omertá se imponga entre los militantes y cuadros directivos de la organización, que las vergüenzas se tapen de la manera más oculta y discreta posible, que esto no pueda ser utilizado como arma política por parte de ninguno de los adversarios del arco parlamentario. Realmente eso último es lo único que les importa. Tras un par de días de escalada en las noticias, y vista la imposibilidad de tapar lo que era una gestión imposible de defender, han empezado a surgir voces significativas que tachan a Salazar de lo que parece que es, voces que durante estos meses han callado con toda su fuerza y que, hasta hace apenas un mes, mantenían una relación de cordialidad absoluta con el personaje, porque el que tuvo poder algo mantendrá, y todo lo que hay en Moncloa tiene capacidad de decisión sobre el partido de una manera tan absoluta como no se ha visto nunca en esa organización que se llamaba PSOE. Ayer por la noche, a ser posible sin testigos, se convocó una reunión telemática en Ferraz con las delegaciones territoriales de igualdad para tratar el caso. Por lo que parece, las directrices del partido, léase de Moncloa, no han cambiado. Actuaremos, prietas las filas, silencio, fe en la organización y nada de preocupaciones. El mantra habitual de estos casos en los que la complicidad y el fracaso lo impregnan todo, pero por lo que se sabe esta sarta de mentiras tan repetidas ya no han colado como antaño, y la bronca entre las agrupaciones regionales del partido debe ser significativa. Quizás Ferraz, es decir, Moncloa, deba hacer algo de una vez, algo como tomarse en serio las denuncias de las víctimas y acudir a la fiscalía. Basta que pongan en los rostros de las acosadas un carnet de partido distinto al suyo para que empiecen a verlas como lo que parece que son, mujeres abusadas, no herramientas de disfrute al servicio del alto cargo de los “míos” que como tal a todo tiene derecho.
Quizás lo más relevante de este caso de inmensa hipocresía política, que ahora sucede en el PSOE, pero se repite a buen seguro en el resto de partidos de nuestro entorno, es que las informaciones que han destapado la necedad de la organización han partido de un medio afín, de eldiario.es, uno de los más fieles de la sincronizada sanchista, y el trabajo de ocultamiento de la televisión, radio y prensa oficiales no ha servido para cerrar la brecha. Si esta información la hubiera publicado, digamos, El Mundo, ¿qué recorrido habría tenido? Como siempre en la mierda de sectarismo político que vivimos en estos tiempos, no es el qué, sino el quién, y la víctima que se joda si no puedo usarla políticamente. Todo muy asqueroso, pero sin el estilo literario de Santiago Lorenzo
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