Todavía tengo algunas dudas para describir lo que hemos contemplado durante estos últimos días en la política española, una situación totalmente anómala en la que el presidente del gobierno se ha encargado de sembrar la incertidumbre absoluta en una situación que, para algunos es tacticismo, para otros una estrategia calculada, para unos pocos el reflejo de un sentimiento real y, para mi, sobre todo, una enorme payasada que, como todo lo que sucede en la política desde hace ya muchos años, supone pérdida de tiempo, de esfuerzos, de voluntad, de ganas y de interés en lo que hace referencia a ella. Degradación.
Salió Sánchez al pórtico de acceso a la Moncloa, se hizo la víctima, calificó de masivas la presencia de unos pocos militantes socialistas el sábado en la sede madrileña y se dijo a sí mismo que seguía y que luchará por la democracia, en una aparición vacía, lastimosa, llena de odio larvado a todos los que no sean el mismo y su ego. No hay mucho más que comentar sobre lo de ayer, porque de todos los escenarios que se llegaron a plantear, y que una posible dimisión como la que se presumía abría, nada se anunció. Ni cuestión de confianza ni nada de nada. Ya les puse por escrito el viernes, al día siguiente de conocerse el extraño anuncio, que por mi desde luego que Sánchez tiene que dimitir, pero que dudaba mucho que lo hiciera, y los hechos, por una vez, me han dado la razón. Durante estos días hemos visto como lo que antaño fuera un partido, el socialista, ya no es sino una corte de aduladores de un líder que actúa con despotismo absoluto en esa entidad, que decide de manera cesarista el futuro, quizás el suyo, desde luego el de los que le rodean, con unas formas en las que sólo su voluntad existe. El exhibicionismo de peloteo por parte de todos aquellos cuya nómina depende de la voluntad del líder ha sido obsceno, cutre, propio de una teleserie barata, con unas interpretaciones rayanas en el patetismo. Se notaba que, dependientes hasta el extremo de la voluntad del líder, todo su futuro estaba en el aire si éste dejaba de serlo. Les va la nómina, las hipotecas, los favores comprados y muchos otros castillos edificados en el aire sobre las bases de un poder que ejercen por atribución del Dios que, caprichoso, decidió darse un largo fin de semana. En todas las organizaciones existe un culto al líder, un grupo de pelotas que buscan medrar a costa de dorar la píldora al que manda para que les cubra de favores, y en la política este tipo de adhesiones “inquebrantables” que son ”eternas” duran lo que el poder en manos del que lo ostenta, y como se ejercen de cara a la opinión pública resultan tan descarnadas e imposibles de disimular. Para algunos exégetas quedará el analizar gestos y frases de estos cinco días. Para mi, no es otra cosa que una payasada lo que hemos vivido, un ejercicio táctico de prietas las filas de cara a las elecciones catalanas y europeas, pero vestido de reflexión personal en una secuencia de días que han teatralizado la vida pública de una manera infantil. Han proliferado los insultos en las redes, malditas, de una caterva de forofos del presidente y contrarios a los que nada diferenciaba de las aficiones exaltadas de esos que pegan patadas al balón y roban a manos llenas. El proceso de conversión de la política en un asunto de fanáticos psudofutboleros se ha acrecentado este fin de semana de la mano del ególatra supremo, que habrá disfrutado en casa como un enano de los desvelos de una parte de la sociedad, muy pequeña, ni siquiera de todos los militantes de lo que fuera el PSOE. Su calificación ayer de movilizaciones “masivas” lo que han sido unas concentraciones realmente escasas de apenas doce mil en Ferraz el pasado sábado son una muestra de la realidad paralela en la que vive el hábil superviviente de Moncloa, un personaje que no piensa para nada en gobernar, sólo en seguir y mantenerse por encima de todo. En cada una de sus piruetas cree Sánchez que hace historia. En parte es verdad, pocas veces se puede caer en ridículos históricos como el de estos cinco días.
Afortunadamente, la inmensa mayoría de la sociedad española hace tiempo que ha desconectado de estas payasadas, tristemente ha dejado de ver a la política como una vía de solución de sus problemas, y se dedica a vivir el día a día ajena a los bodrios que los que mandan les sueltan. Los precios, la vivienda, el trabajo, los hijos, las redes sociales, el euríbor, la salud… los frentes que de verdad importan son los que centran las preocupaciones de casi todo el mundo, mientras que la burbuja política, y los medios que de ella viven y alimentan, cada vez están más lejos del interés. De hecho, cada vez se ven con más desprecio. Malo, pero así es.
Cojo un par de días de ocio, lo que sumados a los festivos nacionales y locales hará que no nos leamos hasta dentro de una semana, el martes 7. Pásenlo muy bien.