Se suele decir, y es cierto, que las guerras son grandes aceleradores. Provocan que la historia corra, la sociedad se transforme y que la tecnología avance como en pocos momentos del tiempo se da. La necesidad de una victoria por parte de cada uno de los contendientes, ante el riesgo de que la derrota suponga el fin de su existencia, hace que los esfuerzos sean los mayores y que la inventiva se fuerce al máximo. Un proyecto como el Manhattan, liderado por Openheimer que se desarrolle en poco más de un par de años sólo es posible en el contexto de una Guerra Mundial como la que se vivió en los años cuarenta.
La de Ucrania, la guerra más importante de las que ahora mismo tienen lugar, ha supuesto la llegada masiva del dron como elemento de ataque. En ese conflicto se juntan escenas propias de hace más de un siglo, con esas nauseabundas trincheras atestadas de ratas y cadáveres, junto con el empleo de tecnología digital de última generación que permite ser precisos en el disparo y la observación del enemigo. Pero es el dron el gran elemento de esta guerra, que se está extendiendo a otros conflictos por el mundo, y que empieza a poner en cuestión la pervivencia de lo que se denominan grandes plataformas, como pueden ser tanques y aviones. Drones los hay de muchos tipos, y EEUU ya los había empleado en el campo militar, pero limitados a dos tareas fundamentales; la observación y la ejecución de operaciones de castigo muy puntuales. El dron servía como satélite baratísimo para ver, repetir señales, actuar como espía, a un coste bajo y con una maniobrabilidad elevada. Una vez fijados los objetivos, pongamos el escondite de unos milicianos de Al Queda, otro dron podía ser el encargado de acabar con ellos, bien mediante disparo o por impacto suicida. En Ucrania este tipo de misiones se dan, sobre todo la primera, pero el dron es usado, principalmente, y de manera masiva, como arma de ataque, como elemento con el que tropas que están a mucha distancia del frente, guarecidas, ajenas al riesgo, pueden conseguir destruir fuerzas enemigas mediante su uso. Los rusos comenzaron su ataque con una táctica ochentera, siendo generosos, de invasión mediante blindados, pero el principal oponente a los TXX de orugas que usaban los esbirros de Putin no eran otros tanques, sino drones que impactaban contra ellos. Las torretas de los tanques son uno de los puntos débiles del vehículo y contra ellas impactaban pequeños vehículos autónomos teledirigidos cargados de explosivo. Incluso hemos visto como no pocos tanques eran inutilizados de una manera tan cutre como efectiva, mediante un dron que, colocado en la vertical del tanque, simplemente, dejaba caer un explosivo sobre ellos. Israel, que como todo el mundo sigue la guerra y aprende de ella, dotó a sus tanques Merkava de una estructura superior adosada a la torre de tal manera que, en caso de ataque mediante dron, fuera ese el punto de impacto y que el vehículo y sistema de armamento quedasen intacto. De ese uso improvisado del dron se ha pasado a un empleo masivo de elementos desde los que se pueden comprar en las tiendas de juguete hasta sistemas como los fabricados por Turquía e Irán, capaces de suplir de manera muy efectiva a los misiles balísticos. Con un coste ridículo por unidad, se pueden fabricar cientos de ellos y planificar oleadas de ataques en los que se emplean, cargados de explosivo, a modo de proyectil, causado destrozos y víctimas en gran cantidad, saturando las defensas aéreas y logrando así que, aunque el número de eliminados sea alto en cada oleada, no pocos de ellos lleguen a sus objetivos. Ucrania los ha empleado incluso para destruir infraestructuras rusas situadas muy al interior del país, como refinerías, a cientos y cientos de kilómetros Rusia adentro. El ataque iraní del sábado tuvo más drones como elementos de impacto que misiles, en otra muestra de que el uso de este tipo de elementos ya es uno de los principales en el campo de batalla.
Y como dicen los expertos, de momento, la lanza va por delante del escudo. La capacidad de infringir daños por parte de una escuadrilla de drones está bastante por encima de las posibilidades de evitarlos, y es probable que en poco tiempo veamos cazas, de precio desorbitado, derribados por enjambres de este tipo de elementos, actuando de manera coordinada. En el análisis coste beneficio uno puede tener cientos de drones de alta tecnología y capacidad por el precio de un F35, el que seguramente sea el mejor avión de combate del mercado, carísimo. ¿Cuánto compensa en invertir en la compra de estos aviones caza frente al desarrollo de drones? ¿Va a sobrevivir el tanque como plataforma de ataque sin defensas ante ellos? Ahora mismo no hay respuesta a preguntas de este tipo, y todo el mundo se las hace sin cesar.
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