miércoles, julio 09, 2025

Inundaciones en Texas

Ya el excelente guitarrista Stevie Ray Vaughan titulo uno de sus álbumes más conocidos como “Texas Flood” inundación en Texas, porque, aunque asociamos a este estado la aridez, no son infrecuentes las grandes tormentas que convierten a modestos ríos en corrientes impetuosas de gran peligro. Texas es un estado de dimensiones espectaculares, similar a toda España, y de la costa de Galveston hasta la frontera con Nuevo México hay tanta distancia como de Barcelona a Cádiz, un mundo. La meteorología en ese lugar es menos cambiante de lo que pueda parecer dado su tamaño, pero en verano es relativamente normal que fenómenos ciclónicos le asalten desde el mar o que frentes tormentosos del interior le golpeen con fuerza.

Eso es lo que ha pasado esta vez, un frente de tormentas de esos que se desarrollan en el interior de EEUU, que puede adquirir dimensiones inimaginables para nosotros y que no ha azotado ninguna de las grandes ciudades del estado, como Dallas o Houston, pero que se ha cebado en el curso medio del río Guadalupe, relativamente cerca de la capital, Austin. En pocas horas ese frente de tormenta convirtió el caudal apacible de ese río en un torrente descontrolado, que multiplicó por mucho su anchura y volumen, y arrasó todo lo que tenía cerca. El número de muertos ha ido creciendo a lo largo de los días, y ya el lunes se confirmó que superaban el centenar, pero en una comparecencia de ayer del gobernador del estado, el republicano duro George Abbott, se hizo saber que los desaparecidos, que se cifraban en poco más de una decena, escalaban de manera dramática hasta superar con creces el centenar, por lo que el balance del desastre puede subir mucho más de lo que ya lo ha hecho, hasta situarse en dimensiones equivalentes a la DANA de Valencia, nuestra gran desgracia del año pasado. Curiosamente, puede que ese trágico recuento de víctimas no sea lo único que la asocia con lo sucedido en el levante español. Desde el principio se ha instalado una intensa polémica en EEUU sobre el estado de la gestión de catástrofes, con dos vertientes distintas pero importantes. Una, la de la falta de avisos (¿les suena?) donde numerosos residentes de las zonas afectadas denuncian que las llamadas de alerta de las autoridades se produjeron tarde, y a unas horas de la madrugada en las que muchos de ellos dormían, por lo que la efectividad fue bastante escasa. Eso pudo, como pasó en el caso de Valencia, aumentar el balance de víctimas, porque el que te avisen de que viene un desastre no impedirá que se produzca, pero si puede lograr que no te pille y te salves, y eso es lo más importante. La otra denuncia tiene relación con los recortes impuestos por la administración Trump tanto en los servicios federales de gestión de catástrofes, allí denominados FEMA como en los organismos encargados del seguimiento y previsión meteorológica. Muchos son los que llevan meses insistiendo que los recortes en la NOAA, el gran organismo meteorológico de EEUU, empiezan a afectar a la calidad de las previsiones que realiza esta institución y a su capacidad de comunicar alertas, avisos y demás informaciones de relevancia. La predicción meteorológica es cara, requiere profesionales de primera, innumerables aparatos de medición dispersos por el territorio que aportan datos y potentísimos sistemas informáticos que realizan modelado y predicción para tratar de saber lo que va a pasar en los plazos cortos y medios de tiempo. En zonas de EEUU donde los desastres meteorológicos son tan frecuentes, pensemos en el corredor de los tornados o las costas azotadas por los huracanes, esas previsiones, como antes señalaba, permiten a la gente planificar la huida y salvar sus vidas ante fenómenos que escapan a cualquier capacidad de contención. En estos casos recortar inversiones supone aumentar los peligros.

Es pronto para saber si la dimensión de la catástrofe de Texas se hubiera podido reducir sin esos recortes, pero lo cierto es que ese peligro existe, y es probable que vaya a más. La tragedia allí ha sido especialmente dramática porque entre los fallecidos se encuentran muchos menores que se alojaban en un campamento juvenil cristiano de verano, que en parte fue arrasado por las aguas. En las imágenes de muertos y desaparecidos los rostros infantiles abundan sobremanera. Aún queda mucho para acotar por completo la dimensión de lo sucedido, ni les cuento para reconstruir. Lo único seguro es que la tragedia es absoluta.

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