jueves, julio 17, 2025

Volar el ministerio de defensa sirio

Desde hace unos días se producen graves enfrentamientos en los altos del Golán, territorio disputado entre Israel y Siria, entre fuerzas islámicas alentadas por el gobierno sirio y personas de la minoría drusa, aliada de Israel, que viven en esa zona. Apenas ha salido en los medios, pero el balance de la refriega ha dejado un saldo de cerca de trescientos muertos y numerosos heridos. El actual gobierno sirio, débil, no es capaz de imponer la seguridad en su territorio y las milicias que respalda, en muchas ocasiones, no es que se extralimiten, sino que directamente realizan acciones de tierra quemada en las que no dejan nada vivo. Ya pasó algo similar en Tartus, antigua base rusa y zona controlada por los alauíes, afectos al caído régimen de los Asad.

Pues bien, Israel, que ah descubierto que su mejor diplomacia es la del palo, y no la zanahoria, ayer atacó posiciones en el mismo centro de Damasco, la capital siria, y en una acción de gran impacto destruyó, directamente, la sede del ministerio de defensa sirio, con una serie de bombazos que redujeron el edificio a un conjunto de escombros. Como llamada de atención equivale a pulsar un timbre muy grande. Aunque Siria es enorme frente al tamaño de Israel, Damasco está situada en el extremo oeste, por lo que la distancia de tiro desde Israel es mínima, tanto para un lanzamiento balístico como para una operación aérea de ida y vuelta. Es de suponer que el gobierno sirio haya captado el mensaje y la situación en el Golán se reconduzca rápidamente, pero esta vuelve a ser una nueva muestra de hasta qué punto el gabinete israelí de Netanyahu ha decidido resolver todos sus problemas a base de ataques militares, empleando una fuerza disuasoria de capacidad no vista en la zona. Todos sus vecinos, a excepción de Egipto, creo, han sido atacados últimamente por Israel, con consecuencias devastadoras para la población civil y con el claro mensaje de superioridad que esos actos han implicado. Ahora mismo nadie es capaz de toser a Tel Aviv en su región, porque tanto Líbano como Siria como Irán han sufrido duros castigos que les han hecho ver que meterse con Israel es un mal negocio. En un mundo de diplomacia en retirada las armas imponen su ley, e Israel ha decidido que su seguridad vale más que cualquier otra cosa, y desde luego más que la vida de cualquiera de sus vecinos. EEUU ha reaccionado con una posición diplomática ante lo sucedido, reclamando la calma entre las partes y la apertura de negociaciones para que la situación en el Golán se encauce, pero de las declaraciones de Marco Rubio y de algunos miembros de su equipo trasluce una creciente incomodidad respecto a la autonomía estratégica con la que Israel se desenvuelve. Completamente dependiente del suministro de armas por parte de EEUU, Netanyahu se ha convertido en un pistolero de gatillo fácil en una zona demasiado convulsa, y el recurrir a bombardear como primera medida de presión es algo que no se contempla en los manuales de la diplomacia moderna. Hasta ahora estaba claro que la seguridad de Israel estaba en manos de EEUU y que la superpotencia era el garante último de lo que pasase allí, pero desde los crueles atentados de Hamas del 7 de octubre de 2023 y la llegada al poder en Tel Aviv del extremismo sionista, las reglas han cambiado, e Israel dicta su política de seguridad sin ambages, sin cortapisa alguna. Sabe que su imagen en el mundo se ha desplomado, pero no le importa, porque ha logrado meter miedo a sus enemigos históricos, que ahora están más débiles que nunca. El ciudadano israelí contempla como su país se ha embarcado en un proceso de militarización acelerada, con reservistas llamados a filas de continuo, con muchos negocios y empresas cerrados por los recelos de los clientes internacionales y la falta de trabajadores, algunos en el ejército, otros, inmigrantes, que no pueden acceder al país, y una sociedad que vive el orgullo de imponer su ley a todo quisqui que le rodee pero que no se quita el miedo de encima sobre posibles agresiones y venganzas. Israel está construyendo su seguridad a base de humillar a todo lo que le rodea, y ese es el perfecto caldo de cultivo de futuras venganzas.

Lo que antes les comentaba, recurrir a la violencia como primera alternativa, antes de la negociación, es, en parte, un resultado del mundo descontrolado al que vamos, en el que la labor policial que ejercía EEUU se está diluyendo con las decisiones que cada día toma Trump desde su despacho. Vamos a un escenario global fragmentado, inestable, peligroso, en el que la fuerza empieza a ser la vara de medir, y en el que varios actores pueden tomar decisiones militares de relevancia en la creencia de que nadie va a detenerlos. El nivel de peligrosidad crece y las violencias locales pueden resurgir. Israel, en este caso, puede ser el alumno aventajado de lo que está por venir.

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