martes, agosto 20, 2024

El sedicioso consentido

Supongo que, al menos, estaremos todos de acuerdo en que lo más patético que ha sucedido en lo que llevamos de verano es lo protagonizado por el sedicioso puigdemoníaco en el día que acabó siendo el de la investidura del antaño socialista Salvador Illa, ahora un nacionalista catalán más. Lo cierto es que, dadas las dimensiones del montaje que vimos, puede que estemos ante lo más chusco en muchos años, y hayamos sido testigos del mayor ejercicio de prevaricación pública protagonizado por autoridades de todo tipo y cuerpos y fuerzas de seguridad. Vergüenza es un término muy suave para definir lo que allí pasó.

Puigdemont vino, dio un mitin y se fue, así de tranquilo. En ningún momento tuvo intenciones de entregarse a la justicia y, lo que es aún peor, en ningún momento las fuerzas de seguridad, nacionales y autonómicas, hicieron esfuerzo alguno para detenerle. Ni un solo amago real. Con la complicidad de no pocos mossos que trabajaban al servicio del indeseable, y con las órdenes dadas por parte de los responsables políticos de la Generalitat y del gobierno central, la actuación que el indigno realizó ante los ojos de sus fieles era un paripé orquestado desde hacía tiempo, un trampantojo en el que el fugado se hacía el mártir, el valiente que pisa la tierra donde peligra para jugarse el tipo, muestra su infinita habilidad para el despiste, y logra escapar delante de todos como si de un ilusionista se tratase. Todo mentira. Puchi llegó cuando y como quiso, estuvo llevando una vida normal y viéndose con quienes decidió quedar, acudió al estrado del mitin de Barcelona el día de autos, dijo bobadas y mentiras durante unos minutos, y se fue tranquilamente, orquestando una especie de huida en la que todos le ayudaban. Una vez que ya estaba fuera de Barcelona, la dirección de los mossos organizó eso que se llama operación jaula, cuyo fin suele ser evitar que un delincuente huya de la acción de la justicia, pero que en este caso no era sino un teatro más, un paripé para hacer creer a quien aún viviera en la ingenuidad que se estaba esforzando en detener a quien se lo merecía. Esa acción sólo provocó atascos, molestias, retrasos y se ganó el cabreo de quienes por ella se vieron perjudicados. Ojalá todos ellos denunciasen a los mossos y a la gentuza que los dirige ante los jueces por los daños causados en un monumental atasco que para nada servía. En los días siguientes las oficinas de los mossos publicarían atestado surrealistas en los que, mentira tras mentira, se trataba de justificar que no se había hecho lo que los jueces habían pedido, en algunos casos con un grado de cinismo propio de una mente retorcida, que hubiera estado pensando un tiempo cuán grandes pudieran ser las trolas que iba a redactar en ese escrito y con apuestas de por medio de si alguno se las creería. Con el beneplácito de illa, Sánchez y Aragonés, el sedicioso hizo su teatro amparado en las órdenes que esas tres autoridades habían dado, y por ello él es culpable del bochornoso espectáculo que se vivió ese día, propio del trumpismo, pero también lo son los tres políticos antes mencionados, como colaboradores necesarios, como cómplices de un sujeto despreciable que sigue teniendo los votos necesarios para que el gobierno central pueda sobrevivir a cada votación. Por eso, sólo por eso, desde Moncloa se le protege y cubre, hasta extremos como los que vimos en ese día de agosto, que sólo no avergonzó a los indeseables que lo hicieron posible.

Era curioso ver cómo, al día siguiente, la mayor parte de los medios compraba la falsa historia de la huida de Puigdemont, cuando, reitero, no estábamos ante una fuga, sino una prevaricación colectiva. Se ve que prensa y demás medios están cada vez más acuciados económicamente, y las subvenciones que puedan recibir del gobierno, ni les cuento para los locales de la Generalitat, son capaces de doblegar a cualquier articulista que sabe muy bien lo que vio ese día, pero la hipoteca mensual, y quien se lo permite pagarla, le exige que se tape los ojos y la conciencia, y redacte artículos no al nivel de los atestados de los mossos, pero sí en esa línea. Así estamos.

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