viernes, julio 05, 2024

Grave crisis demócrata en EEUU

Ayer, 4 de julio, fue fiesta en EEUU, una de las más grandes del país, enraizada en su tradición política libertaria, y uno de los grandes temas del momento, a cuatro meses de unas elecciones que parecen ser trascendentales, es el de la permanencia o no de Biden como candidato demócrata, después del fracaso del debate de la semana pasada y la extensión por todo el electorado de que su incapacidad manifiesta es, sí, el gran hándicap de cara a una reelección. Su círculo íntimo, tanto familiar como de empleados, los primeros allegados, los segundos dependientes, no hacen más que insistir en que está capacitado para el cargo y su renovación.

Y cuanto mayor es el intento de que no sea evidente lo que para todo el mundo lo es mayor es la sensación de ridículo que se extiende entre las filas demócratas por el escenario que afrontan. La portada de The Economist, que ustedes pueden juzgar si es cruel o no, deja a las claras el mensaje de incapacitación, de que Biden debe retirarse y dejar que otro sea el candidato demócrata en una lucha en la que se va a requerir lo máximo del que se postule para vencer a un sujeto como trump. Cada día que pasa las encuestas señalan que la ventaja de Trump crece, pero no por los méritos del expresidente, sino por los deméritos de Biden, por el desánimo absoluto que ha cundido entre sus votantes al ver a un presidente que, ahora mismo, ya, no está en condiciones de ejercer su cargo. ¿Hasta qué punto roza el fraude el que pretenda aspirar a una renovación?. Millones de personas en todo el mundo, al ver el debate, pudieron preguntarse realmente quién es el que gobierna en EEUU, porque aunque es cierto que las maquinarias administrativas poseen una inercia que las permite funcionar solas en muchos aspectos, en determinados puntos y decisiones es la voluntad del gobernante la que determina lo que se debe hacer y lo que no. ¿Está Biden al mando, ahora mismo? Eso, referido a la primera potencia del mundo, y al país que protege los intereses del occidente al que nosotros pertenecemos es una cuestión bastante más que importante. El partido demócrata, que ahora ostenta el poder, tiene la sensación de que la elección de noviembre se le empieza a escapar por culpa de un candidato que ya no da la talla. Empeñado en presentarse, Biden empieza a ser motivo de fractura entre los dirigentes de su formación y los que, en ella, poseen cargos electos, como congresistas y gobernadores. Algunos salen a dar su apoyo sin fisuras al presidente y unos pocos, por ahora, levantan la voz y reclaman que se retire de una manera digna y deje paso a un proceso rápido en el que el partido pueda escoger a un nuevo candidato, que pueda ser entronizado ante el país en la convención de agosto y tenga posibilidades de dar la batalla por la reelección no de la persona, pero sí de la marca. Por cada día que pasa y que el tema se mantiene en el aire la pérdida de votos demócratas no deja de crecer. La táctica de Biden para frenar esto es diseñar un calendario de actividades que le permita lucirse ante la sociedad, mostrándose activo. Mítines en varios estados, alguna entrevista en horario de máxima audiencia y cosas por el estilo. En general, situaciones controladas por su equipo en las que las posibilidades de error son menores, pero ya mismo, cada aparición del presidente es escrutada con mil ojos, tratando de detectar signos de un deterioro que pueda ser irreversible. A Biden le empieza a pasar lo que a los humanos con los objetos reparados que nos sirven pero han fallado varias veces en el pasado. Los usamos, pero ya no nos fiamos, mantenemos unas reservas y siempre hay un cierto temor a que vuelvan a cascar. Hemos perdido la confianza en ellos y eso se traduce en un resquemor larvado que siempre está ahí. Antes también, pero desde el debate, la fiabilidad de Biden ha dejado de existir para los suyos.

Supongo que Trump contempla la situación con una mezcla de sorpresa y deleite. Su oponente y el partido contrario se meten en un marasmo cuando menos es debido y le empiezan a dejar un pasillo libre para volver a acceder al poder sin que tenga que hacer muchos esfuerzos. La sentencia del Supremo de esta semana otorgando inmunidad parcial a los actos del presidente cuando se han realizado por causas derivadas de su cargo le despeja gran parte de su horizonte judicial y, a día de hoy, las probabilidades de que gane en noviembre son altas. Nada está decidido, pero sí los demócratas no asumen que su objetivo, por muy cruel que suene, no es la lealtad al hombre, sino ganar elecciones, es probable que las pierdan.

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