Esta noche se ha sabido que ha muerto Ismael Haniya, el máximo jefe político de Hamas. Como es habitual en muchos líderes terroristas, Haniya no residía en Gaza, el lugar en el que Hamas reside y actúa, sino que se pegaba la vida padre en Qatar. Había viajado a Irán para asistir a la ceremonia de proclamación del nuevo presidente, el elegido tras el accidente de helicóptero que acabó con su predecesor, y allí ha sido asesinado, en lo que parece una operación de los servicios secretos israelíes, unos de los más interesados en que Haniya se fuera para el otro barrio. A esta hora no hay confirmación alguna sobre la autoría del ataque y cómo se ha desarrollado.
Lo que sí reconoció Israel fue el ataque realizado ayer contra un edificio residencial de Beirut, capital de Líbano, que se saldó con la muerte de uno de los máximos dirigentes militares de Hezboollah. Por ahora, esta es la respuesta de Israel al ataque que la milicia pro iraní realizó el sábado a una zona habitada por drusos en los Altos del Golán, territorio anexionado por Israel y que es frontera de Líbano y Siria. Un misil disparado por las milicias chiís impactó en un campo de fútbol en el que jugaban varios críos en un partido, matando a doce de ellos y dejando varios heridos, en una acción de gran salvajismo de la que Hezbollah ha querido distanciarse, pero que en la forma de actuar y en el armamento utilizado lleva su firma. Este ataque ha disparado la tensión en la zona y abra las puertas a que se abra una guerra abierta entre esa milicia y el ejército israelí, que sigue desarrollando su operación en Gaza pero mantiene un ojo puesto en todo lo que sucede en el norte. Eso que se ha hace llamar comunidad internacional contempla con estupor la posibilidad de una guerra israelí de dos frentes, y el miedo a que el Líbano se convierta, otra vez, en el campo de batalla entre dos potencias militares de grandes dimensiones, porque Hamas es apenas un esbozo de lo que Hezbollah puede ser capaz de hacer. La situación, en cierto modo, recuerda al intercambio de golpes directos que se vivió entre Israel e Irán hace unos meses, una escalada inédita que se saldó en un pulso de cohetería sin demasiadas consecuencias prácticas, pero con todos los temores abiertos sobre cómo podría acabar En el caso del Líbano no estaríamos ante algo nuevo, porque guerras abiertas entre Israel y las milicias se han dado en abundancia, y de hecho el que haya una fuerza de interposición de la ONU en la zona es una prueba clara de hasta dónde han llegado las hostilidades en el pasado. Así, si la guerra Israel Irán es un tabú que se rozó hace unos meses, una guerra de Israel en el Líbano sería una nueva guerra, pero no una novedad sistémica. Sí el que suponga la apertura de un doble frente para las IDF, sometidas a desgaste en Gaza, y más presión para una sociedad israelí que sigue viviendo con angustia lo que sucede en la franja, el incierto futuro de los rehenes, y la deriva ultranacionalista de su gobierno, que no deja de pisar charcos y hacer declaraciones de todo tipo que son fuente de nuevas tensiones. Asediado por fuerzas terroristas alentadas por Irán en ambos frentes, la gestión que está haciendo el gabinete de Netanyahu de todo este marasmo es desastrosa, con una guerra en Gaza que ha hundido la imagen de Israel en el mundo y la ha separado de muchos de sus aliados naturales, y sin que se haya conseguido la liberación de los rehenes ni ninguno de los objetivos que Netanyahu señaló al inicio de las hostilidades cuando se vio obligado a responder al infame ataque terrorista de octubre. Un doble frente militar para las IDF sería una sobrecarga para un ejército sometido a una tensión difícil de sostener en el tiempo.
Y todo este desastre sucede en medio del final de la presidencia de Biden, que tras admitir su renuncia a la campaña electoral se ha convertido en un presidente sin influencia alguna. Con unos EEUU en el lío electoral entre dos candidatos que se juegan su futuro, el papel mediador, o apaciguador, de Washington en el tablero de Oriente Medio es prácticamente nulo, y es probable que lo que suceda dependa plenamente de las intenciones e iras de los contendientes directos, Israel e Irán, La escalada de violencia actual en la zona es poco probable que se apacigüe, y el riesgo de terceras respuestas, léase atentados, en otras partes del mundo, se dispara.
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