viernes, julio 12, 2024

¿Quién manda en EEUU?

Ayer, mientras Vox demostraba para lo que sirve el populismo en la política, tenía lugar en Washington una rueda de prensa en el marco de la cumbre de la OTAN en la que Biden, después de haber confundido a Zelensky con Putin en un acto previó, se enfrentó a los periodistas. En medio de una guerra en Europa, en el marco de un conflicto geopolítico global, en una cumbre de la alianza militar más grande del mundo, todas las preguntas que se le hicieron al presidente de EEUU, todas, tenían relación con su salud, con sus opciones en las elecciones de noviembre y sobre si se va a retirar o no. Lo único que importaba allí era la salud de Biden, síntoma de que es un problema enorme.

Tras todo lo que está sucediendo, se ha levantado el velo que, hasta ahora, volvía impertinentes ciertas preguntas que se hacían en voz baja, y que causaban miradas de culpabilidad a los que las efectuaban. La más obvia es quién manda realmente en EEUU, visto que Biden no está capacitado para ejercer su cargo, al menos de manera constante a lo largo del día o días. Es una pregunta enorme, dada la influencia que tiene esa nación en el resto del mundo en todo tipo de variables, empezando por las económicas o las militares. La salud de los mandatarios siempre ha sido un asunto de estado, allí y en el resto de países, y su ocultamiento ha estado a la orden del día cada vez que surgía algún problema serio. Hasta que las cosas son imposibles de disimular, se hace todo tipo de teatros y trampas para dar una sensación de que no hay problema, aunque exista. En el caso de Biden ya se ha traspasado el umbral del disimulo para caer en la realidad de los ochenta pasados y problemas de todo tipo. Lo cierto es que este tipo de cuestiones nos lleva, de refilón al eterno debate sobre lo que se denomina la figura del líder, o si los hechos históricos están determinados por las personas particulares que ejercen los cargos o las dinámicas globales son superiores a quienes creen que las encarnan y dominan. Es una discusión que, en el mundo de la historia, tiene mucha tradición, y que ha ido oscilando de un lado a otro, en función de ciertos ejemplos y coyunturas, sin que haya un resultado claro. En las sociedades occidentales, donde el poder de los mandatarios es bastante menor que en las dictaduras, el papel del mandatario es relevante, claro, pero menor, y en gran parte la administración funciona con una inercia propia sin que haya muchas incidencias. La idea, asentada en la mente de todos, pero luego no muy practicada, de la división de poderes, hace que ni mucho menos todas las decisiones recaigan en una persona, por lo que su ausencia es permisible para un sistema que, a veces, parece tener vida propia. Cuanto más poder real, decisorio, recae en una persona, más importante es su papel y condiciona el devenir de todo. Comparemos en España, durante una dictadura de régimen militar que originó un periodo definido por el apellido del dictador, a la actualidad, en la que, por ejemplo, en el año 2019, hubo repetición electoral con presidencia en funciones durante todo el tiempo. Es obvio que, pese al ego de quien ocupa la Moncloa, habitualmente alto, en el caso actual exageradísimo, la relevancia de su persona es menor de lo que desea, y eso es bueno. Hay un ejército de administrativos y cargos que realizan la función de gobierno diaria, y eso hace que el presidente realmente tenga que validar muchas decisiones que se toman solas. No todas, desde luego, pero su papel no es tan imprescindible. En los años sesenta, pongamos, lo que determinaba el dictador desde el Pardo llegaba no ya a condicionar vidas, sino directamente a extinguirlas. Es algo bastante distinto. Desde luego en EEUU el papel presidencial, mayor que el que la constitución española reserva para el primer ministro, es relevante y tiene un poder decisorio efectivo en varios asuntos, que quizás no se den día a día, pero tarde o temprano aparecen.

En mi modesta opinión, tengo la sensación que, desde hace tiempo, en política exterior y de defensa es Jake Sullivan el asesor nacional de seguridad de la Casa Blanca, el que toma las decisiones en temas como Ucrania, Gaza, Taiwán y todos esos asuntos de importancia relevante, por encima de Anthony Blinken, secretario de estado, que creo es el encargado de llevar a la práctica esas determinaciones. A buen seguro, las que lo requieran, llevarán la firma de Biden, cosa que no es más que una rúbrica en un papel o una validación electrónica. En materia interna no se quién llevará las riendas del país, pero dudo que ni Biden ni Kamala Harris lo hagan. Como poco, la pregunta, no respuesta plenamente, es atronadora.

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