Voy
a intentar contenerme y no hablar hasta el lunes del desastre que tenemos entre
manos en lo que hace a la pandemia, para ver si así se me aplacan las ganas de
mandar a la mierda a todos los gestores, nacionales y autonómicos, que no han
hecho nada durante los últimos meses, salvo cobrar, en la lucha contra este
mal. Por ello, intentaré fijarme en el plano internacional, que está lleno de
noticias de calado, que no logran la atención debida por la obvia realidad de
un drama que nos corroe con saña, agudizado por nuestra propia incompetencia,
que medida en infectados y fallecidos, alcanza cotas difícilmente superables.
No damos más pena porque no nos gusta trabajar.
Quedan
poco más de dos meses para las elecciones norteamericanas, el próximo martes 3
de noviembre, y sin que esté muy claro quién va a ganarlas, aunque las
encuestas se decantan a día de hoy por Biden, está claro que los EEUU que hemos
conocido durante décadas empiezan a ser una visión que no se sostiene en muchos
aspectos. Además de su fracaso en la gestión de la pandemia (y pese a que lo
han hecho muy mal aún están mejor que nosotros) la imagen que ofrece el país es
la de una sociedad dividida, enfrentada, polarizada hasta el extremo, casi lo
que vemos por estos pagos, que siempre hemos lamentado. Es habitual en España
que el odio sea el combustible de la política, y así nos va, pero no era lo
habitual en EEUU, donde, aunque existían personajes y grupos que hacían del
odio su enseña y forma de actuar, existía un consenso general sobre la imagen
del país, el destino del mismo y la necesidad de actuar conjuntamente de cara a
lograr lo que se aspirase. Esa sensación de unidad mayoritaria se desdibuja a
medida que se profundiza en la actual política norteamericana, en la que la
presencia de Trump ha sido tóxica, pero que va mucho más allá de la figura de
este nefasto presidente. La polarización se ha instalado en el discurso
tradicional de los dos grandes partidos nacionales que en ocasiones uno oye por
boca de algunos de sus miembros declaraciones tan burdas y estúpidas que
pensaba que sólo escucharía en nuestro parlamento o en nuestras televisiones.
¿Es esto un síntoma de decadencia? En parte sí, pero sobre todo es un peligro
de cara al futuro. Día a día vemos en nuestra nación como la división sectaria
resta fuerzas. Impide acuerdos, cierra espacios de convivencia, y todo ello con
el encendido aplauso de gran parte de los votantes y cargos elegidos, que
encuentran en esta forma de entender la política una manera de medrar, de ascender,
de motivar a los suyos. Crecen los desencantados con lo que se ve, pero no encuentran
quien pueda representar sus aspiraciones, porque el discurso moderado no vende.
En EEUU a todo esto se le suman problemas propios que agudizan lo anterior. La
crisis económica generada por la pandemia agudiza las enormes desigualdades que
se viven en aquella nación, y el número de pobres crece aceleradamente en el país
más rico y con más ricos del mundo. Y las tensiones raciales, que siempre están,
y que periódicamente emergen, han sido de una violencia tal en este 2020 como
no se recordaba en décadas. Tras los graves y generalizados disturbios
acaecidos tras la muerte de George Floyd no son pequeños, aunque de momento sí
más localizados, los que se están produciendo tras la difusión del video en el
que la policía tirotea a un ciudadano negro en Wisconsin sin que se pueda
apreciar que los agentes corrieran riesgo alguno en ese lance. La
ciudad de Kenosha, en ese estado, lleva ya tres noches sumida en un enorme
nivel de violencia en el que se han producido ya varios muertos y en el que
hemos visto a ciudadanos anónimos exhibir parte del arsenal que todo
norteamericano tiene en su garaje, usando sus armas con un desparpajo que hiela
la sangre. Pese a los refuerzos policiales, ahora mismo esa ciudad es un caos
en el que la violencia está descontrolada y la ira ha tomado el poder. Es difícil
imaginar que, aún dentro de nuestra incompetencia, algo así sucediera en una
ciudad española.
¿Son
estas próximas elecciones las más importantes de los últimos tiempos? Difícil
afirmarlo, porque se dice lo mismo de todas y, evidentemente, casi nunca será
cierto, pero está claro que algo parece que se ha quebrado en el interior de
aquel país, y gane uno u otro candidato el rumbo de la nación deberá ser
enderezado. Nos toca ver a unos EEUU más introspectivos sea cual sea el resultado
electoral, en un mundo en el que el ascenso chino le resta poder día a día y en
el que esa nueva guerra fría Washington Beijing lo polarizará todo cada vez más.
¿Podrá EEUU sostener su control del sistema global en las próximas décadas? ¿Cómo
mantendrá su imagen de líder mundial tras este desastroso 2020? Preguntas de
mucho calado para las que no hay respuesta.
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