martes, agosto 04, 2020

La marcha de un Rey


Me da que este condenado año no va a hacer falta sacar chascarrillos gibraltareños para tener algo de actualidad que comentar en los distanciados y enmascarillados encuentros en las medio vacías terrazas veraniegas. Ayer, a tres de mes, supimos los datos del día del coronavirus, nefastos, y con problemas técnicos (excusa barata) de tres CCAA para no actualizarlos, y poco después se hizo oficial el comunicado de la casa del Rey sobre la marcha allende nuestras fronteras de Juan Carlos I, salida motivada por las noticias constantes que tiñen de corrupción financiera el tramo final de su reinado y vida. De los creadores de “en agosto no pasa nada” un nuevo capítulo de “todo sucede en 2020”.

La posición del rey emérito llevaba debilitándose sin cesar a cada noticia que surgía sobre los entramados de corrupción en los que, presuntamente, estaba implicado, y todo lo relacionado con lo que los medios siguen denominando “la amiga del rey” al referirse a Corinna Larsen, presunta comisionista y probable conseguidora de favores a cambio de favores. El que la posición de Juan Carlos se estuviera tambaleando no es lo más grave, siendo algo muy serio, sino las implicaciones que ello puede tener sobre la institución de la monarquía, que encarna su hijo, en un país de escaso republicanismo combativo de izquierdas y un sentimiento monárquico más bien utilitarista. No pocas veces ha caído la monarquía en España, y el experimento posterior no ha salido precisamente muy bien, lo que en parte ha vacunado a una amplia capa de la sociedad sobre el republicanismo y sus ventajas. No es la forma del estado lo que determina la eficiencia, la solidaridad y el buen gobierno del mismo, sino las personas que, al cargo de las instituciones que se definan, deben ejercer su responsabilidad. Juan Carlos I, en lo político y profesional, ha sido un gran rey, de los mejores de la historia de este país, el único de hecho que ha reinado en democracia, tal y como la entendemos hoy en día, y su legado en este ámbito permanecerá más allá de su existencia, pero a día de hoy el asunto de sus finanzas, un tema no privado dada su relevancia pública, lo oculta todo, y la necesidad de hacer un cortafuegos para proteger a Felipe VI era cada vez más acuciante. ¿Es acertada la medida tomada? Sí en el sentido de alejamiento, de distancia, de separación, no en la imagen que se ofrece de marcha del país, cruzando fronteras como un prófugo. En este sentido la nota de su abogado que señala que, pese a la marcha del país, sigue disposición de las autoridades judiciales españolas abre la puerta a que los procedimientos puestos en marcha por la Audiencia Nacional puedan seguir su curso si así lo determinan, y que a donde se haya ido el rey sea un lugar en el que la extradición sea un procedimiento acordado entre esa nación y la española. En todo caso es muy triste comprobar que una trayectoria histórica de enorme peso como la de Juan Carlos acaba mancillada de esta manera, sumida en la indignidad de la escapada agosteña, envuelta en presuntas mordidas y rubias amantes. Alguien señaló ayer que la persona de juan Carlos no ha sabido, finalmente, estar a la altura del personaje histórico de Juan Carlos, y que presuntas tentaciones tan burdas como el dinero y los chispeantes ojos corinnaceos, que a buen seguro a muchos de nosotros nos llevarían a la perdición, le han afectado de una manera tan profunda como lo haría al común de los mortales. En este caso su campechanía le ha igualado, presuntamente, y en exceso a los personajes de la actualidad corrupta patria, en la que vemos a un catálogo de sujetos de toda clase y condición, rendidos ante prebendas, algunas carísimas, otras de un grado de ridiculez alarmante, arrojando por la borda su imagen, prestigio, futuro y demás por unos relojes, unos trajes, unas cuentas en Suiza o cosas por el estilo. El alma humana es fácilmente corrompible, y quien mejor lo sabe es el que pone el señuelo para que pique el tentado, sea político, podemita bolivariano, esposo de la madre superiora de la presunta nación catalana o Rey.

Felipe VI se enfrenta a hora, muy solo, a uno de sus mayores retos, que es el de mantener la institución, en medio de la descomposición familiar, con ataques constantes de parte de la bancada política, y con la seguridad de que la bula, o el servilismo si ustedes lo prefieren, de parte de los medios y de la sociedad ante la figura del Rey ha caído. Será Felipe VI juzgado de manera constante por sus actos y su vida será escrutada como nunca. Sabe que no puede cometer errores, que carece de margen para ello, y que de ser pillado en ellos pocas opciones tendría de sostenerse en su actual papel. Confío en su sangre fría y su experiencia, sabe que este mundo no es el que conoció su padre, que ya nada es como era. No envidio en nada su posición

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