Johnygrey es el seudónimo en Twitter, ahora X, de Carlos Polimón, un ingeniero de caminos que ha conseguido alcanzar una audiencia relevante con un tema tan especializado como es el de los puentes. En su cuenta ha ido ejerciendo una gran labor de divulgación, tanto sobre la técnica que se esconde tras el diseño y construcción de este tipo de obras como por los resultados en sí, compartiendo fotos de cientos de ellos y usándolos como ejemplos para resaltar lo que le parece importante en cada uno. Para los que disfrutamos de las obras, el trabajo de Carlos ha sido un regalo, y para muchos otros, un gratificante descubrimiento. Ese trabajo se ha concretado en este año un libro, que aquí les referencio, que es excelente en fondo y forma.
Resalta Carlos, o su avatar Johnygrey, como prefieran, que el puente, desde su construcción, lucha contra los elementos que le rodean, que buscan que ese añadido que ha aparecido sea convertido nuevamente en nada. El río que es cruzado por el puente siempre opondrá resistencia frente a los pilares que se han plantado en su cauce, por mucho que los tajamares, esas construcciones que se hacen para tratar de proteger el soporte de la acometida del agua, busquen defenderlo. El viento índice contra la estructura, soportes, cableados si existen, y los comba para vencerlos e impedir que su paso sea bloqueado. En esa lucha el uso que se hace del puente contribuye a su deterioro, y es inevitable una constante labor de mantenimiento, reparación, revisión… un puente abandonado está solo ante los elementos y sólo es cuestión de tiempo, poco, mucho, muchísimo, que acabe venciéndose por la actividad natural. Las riadas son el principal obstáculo con el que lucha un puente que vadea un cauce, y pese a que se calculan para evitar un cierto nivel de retorno esperado, siempre puede venir una que sea mayor de lo que nadie ha previsto y se lleve la construcción. En los tiempos antiguos se luchaba muchas veces contra esta eventualidad recurriendo al exceso. Se construían pilas muy gruesas y se consideraba que el abuso del tamaño otorgaba consistencia más allá de lo que pudiera pasar con el río, ante la inexistencia de datos del pasado sobre su comportamiento. Esto, junto con buenas técnicas de construcción, ha permitido que numerosas obras de épocas romanas y medievales lleguen hasta nosotros en muy buen estado, pero siempre existe el riesgo de que se venzan por avenidas extraordinarias. Esto es lo que ha pasado este fin de semana con el puente viejo de Talavera de la reina, una arquería clásica que cruza el Tajo en esa localidad. Conocido como puente romano, no lo es exactamente. Sus bases si lo son, pero lo que se ve en la actualidad es una construcción medieval remendada en numerosas ocasiones, para hacer frente a los daños que ese río ha ido causando en el tiempo. Por lo que he leído, la última intervención fue a finales de los noventa o principios de los dos mil, no hace tanto. Peatonalizado desde hace tiempo, el puente servía para unir las dos orillas creando un paseo para los habitantes de la ciudad, ya que el tráfico rodado se desviaba desde hacía bastante por puentes de construcción moderna. Las enormes lluvias que han caído en este mes de marzo, históricas en el centro y sur peninsular, junto a nevadas extraordinarias en las montañas del sistema central y Gredos, han conseguido saturar por completo los terrenos de la cuenca del Tajo y desviar a ese río caudales ingentes provenientes de afluentes y del desembalse de muchas de las presas de su cauce, que se han visto repletas por las aportaciones de las incesantes lluvias. A su paso por Talavera, el río ha alcanzado un caudal cercano al millar de metros cúbicos, una cifra salvaje frente a lo que suele ser habitual en él. He escuchado que multiplica por diez o por quince su caudal habitual, no lo se, pero en todo caso es muchísimo. Y la noche del sábado al domingo, el puente viejo se venció.
Caudal excesivo, maleza y residuos arrastrados que hacen de ariete, impactando en pilas y demás estructuras y sobrepresionando… el puente llevaba sometido varios días a un ataque intenso y, como sucedía con las fortalezas medievales asediadas, acabó cayendo frente a su enemigo natural. El domingo eran muchos los lugareños, y los medios de todo el país, los que se apostaban frente a un cauce salvaje, sucio, apuntando con sus cámaras a las pilas abandonadas que estaban en medio del cauce, sin sostener los tres arcos que fueron vencidos por la corriente. En su lucha contra la naturaleza, el puente de Talavera perdió. Ahora toca reconstruirlo. Pero en un futuro, a saber cuándo, volverá a enfrentarse a su némesis. Como todos.
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