martes, marzo 25, 2025

Nuevas protestas en Turquía

Desde hace unos días se repiten las protestas masivas en distintas ciudades de Turquía en contra del gobierno de Erdogan tras la decisión de detener al actual alcalde de Estambul, la mayor ciudad de Europa, y el miembro más relevante del movimiento opositor en el país. Todos, allí y en el exterior, han visto este movimiento como una farsa destinada a eliminar a un serio rival para la carrera al poder, de tal manera que Erdogan siga teniendo las manos libres para decidir si se presenta a nuevos mandatos y no tener que enfrentarse a alguien que le pueda suponer un riesgo de derrota. Como en toda buena autocracia, unas elecciones bien manipuladas son lo que hace falta.

Turquía es un país muy importante, y su papel es creciente en el mundo que está configurando Trump, o más bien, en el mundo que se está desconfigurando gracias a Trump. Situada en medio de toda la convulsa zona de oriente, hace de puente físico y estratégico. Su aspiración a entrar en la UE se quedará siempre en eso, en un sueño, dada la deriva islamista y represiva de su régimen, pero sí pertenece a la OTAN, en uno de esos juegos geoestratégicos que dan que pensar. Si papel como socio en la defensa de Europa es relativo, y de hecho se pudo ver la cantidad de problemas que puso a la incorporación de Finlandia y Suecia a la Alianza, solicitadas por esos países, tras la invasión rusa de Ucrania, dada la relación que esos países tenían con la oposición kurda, alojando a algunos de sus dirigentes en el exilio. Su ejército es poderoso, tanto por volumen como por armamento disponible, y se puede ver que es de esas naciones que no duda en emplearlo para dejar claro que la fuerza es uno de sus poderes. En los lindes donde están los kurdos y se encuentra la frontera de Siria Turquía ha emprendido operaciones de castigo por su cuenta, en principio contra bandas islamistas de DAESH que se habían hecho fuertes en la zona, pero con el claro propósito profundo de amoldar esa zona a sus intereses y de hacer “limpieza”. Turquía ocupa la frontera sur del mar negro, y por ello tiene relación directa con las flotas rusas, y si uno viaja en barco desde Estambul hacia el noreste llegará a las costas de Crimea, y si lo hace hacia el noroeste tiene el puerto de Odesa a tiro. La relación entre Ankara y Moscú es complicada. Ambas naciones actúan con aire de matonismo en lo que hace a sus intereses propios, y eso provoca roces y disputas, pero también una visión compartida de un mundo de fuerza, de hombres fuertes que se reconocen entre sí. Erdogan no llega al nivel de fiereza de Putin ni su régimen es tan asesino, pero tienen más en común de lo que parece. Todo esto permite a Turquía jugar a varias bandas en el contexto internacional, siendo muchas veces una pieza fundamental a la hora de establecer canales de comunicación entre terceros, lo que otorga a Erdogan una gran influencia en el mundo. Se nota que fueron imperio, y siguen viviendo en la idea de que merecen ser tratados como tal en el mundo de potencias dominantes al que vamos. Es probable que Trump y Putin se entiendan bien, porque comparten estilos de mando autoritario y visiones basadas en el intercambio de lo que consideran propio. Erdogan, en sí mismo, se ha convertido en una garantía de estabilidad en la región, y muchos, entre ellos la UE, han llegado a acuerdos con él, muchas veces de manera escondida y a disgusto, como es el caso del acogimiento a inmigrantes, que Turquía ha rentabilizado con ventajas económicas y comerciales, que desde luego han enriquecido al círculo del presidente y han dado ventajas claras a muchas de las empresas nacionales. Como suele ser habitual en estos países, el ejército posee grandes intereses empresariales y es un factor de poder económico bastante relevante. Sólo el parentesco que existe entre los dueños de la fábrica de drones bayraktar y Erdogan indica hasta qué punto la familia, política y negocios se enredan en la Turquía de hoy.

La oposición turca tiene un corte liberal en lo económico pero, sobre todo, en lo social. Busca reducir la influencia islamista del régimen y mantener los principios laicos en los que se basó la república fundada por Ataturk, La sociedad civil ha visto como el rigorismo islamista ha ido creciendo estos años, alentado por el gobierno, que lo utiliza para amordazar la libertad de la ciudadanía, como una herramienta de control social. Lamentablemente, Erdogan parece firme en su trono y es difícil que las protestas actuales sirvan para desestabilizar el régimen.

No hay comentarios: