lunes, marzo 03, 2025

La infamia del viernes

Casi lo sigo en directo, de casualidad. Me quedé el viernes por la tarde en la oficina un rato largo trabajando y, tras ello, fui al centro a hacer un recado, y acabé en una cafetería tomando algo y, sin más que hacer, saqué el móvil y me conecté a la red de Eloncio para ver qué pasaba. Sabía que esa tarde, mañana en Washington, Trump recibía a Zelensky y estaba prevista la firma del acuerdo de explotación colonial de las reservas minerales y energéticas de Ucrania, aunque no se supiera nada de las garantías de seguridad que EEUU fuera a conceder a cambio del expolio organizado. Esa firma me parecía un ultraje, una humillación. No me gustaba nada.

Y entonces compruebo, asombrado, que surge una catarata de tuits puestos por los corresponsales de los medios españoles e internacionales que estaban en Washington, contando algo que no era lo previsto, ni mucho menos. Una bronca, un enfrentamiento, una discusión en la que Trump acusaba a Zelensky a voz en grito de ser un provocador en medio del despacho oval, delante de todos los periodistas. Cortes de una escena en la que el presidente ucraniano está sentado en una silla, algo adelantado, y el norteamericano no deja de dirigirse a él de manera amenazante, señalándole con el dedo, abroncándole. ¿Pero qué XXX es esto? Me preguntaba, sin entender nada de lo que estaba pasando. Poco a poco los corresponsales empiezan a relatar lo sucedido y lo que descubro es aún peor de lo que imaginaba, una discusión enorme, comenzada por el vicepresidente JD Vance, secundada por algún periodista forofo del trumpismo, y el gran jefe maestro de todo, Donald, que actuaba como el presentador de un reality en el que fuera la estrella, el invitado y el patrocinador. Los hechos se precipitaban y a los pocos minutos se confirmaba que la prevista firma del acuerdo de expolio se suspendía, y Zelensky abandonaba la Casa Blanca al rato en medio de una tormenta diplomática de primera. El desastre que se había escenificado a gritos se plasmaba en la ruptura absoluta. La sensación de todos los que habían asistido al acto era de estupefacción, incredulidad, vergüenza, bochorno… escojan ustedes el término que quieran. Durante la noche empezaron a circular los primeros análisis de lo que había sucedido, todos teñidos de dramatismo y de asombro a partes iguales. Con el paso de un par de días se puede decir sin temor a equivocarse que lo que se vivió el viernes fue la escenificación de una ruptura, el teatro creado por Trump y los suyos, la encerrona indigna a la que fue sometido Zelensky, la actuación a plena luz del día del grupo de mafiosos que rigen los destinos del gobierno de EEUU, que decidieron dar una lección al díscolo Zelensky para que aprenda lo que es bueno, para que se someta y deje de dar la coña. El viernes una escena de acoso y abuso de colegio, de “bulling” que se dice inapropiadamente ahora, donde los abusones de la clase acorralan al débil en el hueco de los baños y deciden darle una buena paliza para que quede claro quien manda. Esos abusones son los dueños del colegio, son los que dictan las normas, tienen el poder y abusan de él sin cortapisa alguna. La escena era repugnante en fondo y forma, injusta y llena de odio. Ejemplifica lo peor de la condición humana en un contexto de negociación, de intercambio de pareceres, y no deja de ser sino la expresión manifiesta de como los sujetos como Trump se manejan por la vida, con la chulería absoluta de quine no sólo se cree en posesión de la verdad, sino que también tiene el poder y dinero para comprar voluntades que le secunden y respalden. Zelensky, que preside un país bombardeado por el dictador Putin, acudió a la Casa Blanca en busca de ayuda, vendida como chantaje, y recibió una encerrona de uno de los más fieles socios del malnacido que masacra a diario su país. Su cara de asombro, de descoloque, en un lugar que le es ajeno y en un idioma que no es el propio, lo decía todo. No entendía muy bien lo que pasaba, sólo sabía que allí, también allí, estaba rodeado de enemigos.

Trump el viernes escogió bando, y decidió claramente alienarse con Putin, sellar ante la audiencia global un pacto entre el sátrapa conocido y el que aspira a serlo, y tras ese nauseabundo acto, se fue a Florida a vaguear y mandó a todas sus huestes, incluidos los payasos que le secundan en España, a escribir como locos defendiendo la indignidad que acababa de suceder. Trump ya es un enemigo del mundo libre, y no tengo nada claro como el resto de las naciones vamos a ser capaces de defendernos de él. Las opciones de Ucrania, asediada por Putin, traicionada por Trump, son muy escasas. Las de Europa, en su conjunto, no son mucho mayores.

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