Alguna vez he comentado que la relación de Madrid con la lluvia me recuerda a lo que debe ser el encuentro de unos amantes que, mutuamente, son infieles a sus parejas. Cuando se juntan se relacionan intensamente, pero deben cuadrar las agendas para mantener sus dobles vidas y eso les obliga a espaciar los encuentros, a pasar tiempos prolongados escondiéndose, sin verse, lo que hace aparentar que la relación se ha roto. A veces son semanas o meses los que transcurren sin pasión para, de repente, desembocar en un frenesí lleno de salpicones y algún que otro chispazo tormentoso.
Bueno, pues desde hace un par de semanas o esos amantes han dejado a sus parejas o se han unido a las modernas modas, que no entiendo, de las relaciones abiertas y consentidas, y casi a diario hay un fogoso encuentro entre la ciudad y la lluvia, que se extiende a gran parte del país en un episodio de persistencia de precipitaciones que empieza a marcar récords en numerosas estaciones. Tras un febrero que fue estable, mayoritariamente soleado y de temperaturas más cálidas de lo habitual, marzo comenzó con un notable cambio de tiempo que ha supuesto el episodio de lluvias más intenso y prolongado desde hace bastantes años en el conjunto de España. Se ha producido un fenómeno que se da a veces en el ártico, que supone sobre todo la creación de un anticiclón de bloqueo que se extiende mucho más de lo que es normal, abarcando toda Europa continental en nuestras latitudes. En función de sus dimensiones y comportamiento, este anticiclón fuerza a que la circulación de las borrascas atlánticas baje de latitud. Normalmente esos temporales, más intensos en invierno, entran en Europa por Reino Unido y Francia, y de ahí van barriendo toda la llanura continental, rozando el norte de España y sin llegar a afectar al resto de la península. Ahora, con el bloqueo instalado en el centro europeo, las borrascas que vienen desde el Atlántico se encuentran una barrera y deben bordearla para seguir su camino, lo que en este caso les obliga a bajar de latitud y entrar directamente por la fachada atlántica de España Portugal, y de ahí el carrusel de sistemas de bajas presiones, algunos con nombre como Jana o Konrad, que nos están impactando directamente. Y de mientras aquí llueve con ganas, en gran parte del centro de Europa marzo está siendo un mes completamente primaveral, estable, de cielos básicamente despejados y temperaturas suaves. No siempre que hay anticiclón de bloqueo se da un comportamiento similar, porque son otros factores los que también influyen, pero, para entendernos, supone una condición necesaria para que se de una situación meteorológica como la que vivimos. Estas semanas están siendo un enorme regalo para los embalses, muchos llenos tras tanta lluvia, los campos y la naturaleza en general. Uno fija la vista desde la oficina al exterior de Madrid y se encuentra con manchas verdes, y al viajar a Elorrio este viernes el paisaje, muchas veces ocre y mustio, sea cual sea el momento de realizarlo, se convertía en una visión extraña, tapizada de un intenso verde mirases donde mirases. Todo ha brotado en el suelo, y los hierbajos se extienden sin cesar alimentados por lluvias generosas, en su mayor parte no torrenciales, que lo han empapado todo. El crecimiento de los pastos garantiza alimento para el ganado y forraje propio, por lo que disminuirán los costes de los ganaderos de una manera casi milagrosa, como caídos del cielo. La dura sequía que atraviesan numerosas zonas del país ha quedado paliada o, como poco, muy suavizada tras estas lluvias, que han salvado literalmente no sólo cosechas, sino árboles, de varios tipos, cuyo futuro económico y vital era prácticamente nulo tras dos o tres años de precipitaciones casi inexistentes. En zonas como Almería, Málaga, Murcia o el sur de Valencia lo que ha caído es casi el milagro que se necesitaba para no dar por perdidas para siempre numerosas plantaciones que, mal que bien, tiraban con riegos de todo tipo, en estado casi de subsistencia.
Este festival de amor y pasión no puede durar eternamente, y no lo hará. Aunque la semana que viene se prevé nuevamente lluviosa en su tramo intermedio, con el avance de las semanas entraremos en dinámicas convencionales de primavera, y los fogosos que no dejan de quererse volverán a su relación esquiva, quizás las parejas originales no entendieron muy bien qué es eso de relación abierta y, al experimentarlo, se han enfadado. El día que deje de llover en Madrid es sabido que tardará en volver a hacerlo, por lo que nos encontraremos nuevamente en situación de espera, en ansia de reencuentro para gozar las mieles del arrumaco. Pero, de momento, sigue el festival de la pasión acuosa. Disfrútenlo.
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