lunes, julio 22, 2024

Biden renuncia a la reelección

Desde el viernes, las presiones para que Biden renunciara a la carrera electoral no hicieron más que acrecentarse. Entre las noticias se filtraba que Obama se había pasado al bando de los que no apoyaban su continuidad, y el hecho de que el presidente, contagiado de Covid, estuviese aislado durante unos días, hacía pensar a todo el mundo que la decadencia de su campaña era inevitable. Desde su entorno se negaba todo y se repetía una y otra vez que esta semana, superado el Covid, la campaña seguiría como estaba previsto. El fin de semana ha sido una nueva cascada de artículos y posicionamientos pidiendo su renuncia.

Ayer, poco antes de las ocho de la tarde hora española, Biden no pudo con la presión y anunció, vía carta colgada en la antigua Twitter, a lo Sánchez, que no optará a la reelección, que se mantendrá como presidente hasta el 20 de enero y que da las gracias a todos por estos años de mandato. Con todas las encuestas dejando claro que su derrota iba a más y que no tenía opciones en la carrera contra Trump, la renuncia era la solución más honrosa que le quedaba, y el empecinamiento sólo iba a aumenatar la crisis que viven los demócratas. Como señaló ayer un tuitero chistoso, esta renuncia de Biden a volver a ser presidente le recordaba a la vez que el dejó a su novia, que por entonces salía con otro. Desde que la carta se hizo pública todo han sido elogios desmedidos a la figura de Joe, que ya pierde poder a chorros y se convierte en una especie de presidente emérito. En los cinco meses que le quedan de mandado no es que, como se suele decir, sea un pato cojo, sino que directamente no va a llegar ni a ser pato. Su capacidad de influencia nacional e internacional se va a derrumbar ante el candidato republicano y la figura que escojan los demócratas, y esto va a dejar al actual equipo de gobierno de la Casa blanca en una situación bastante anómala. Su jefe va camino de no ser nadie y, por ahora, ni tienen claro quién entre los suyos aspira a sucederlo. En medio del fragor electoral, que siempre genera ensimismamiento en todas las naciones, EEUU afronta unos meses extraños hasta noviembre, en los que es probable que no se decida casi nada en muchos aspectos, y todo sea la elaboración de balances de la presidencia que se acaba, y rumorología sin fin sobre la candidatura demócrata, al menos hasta que en agosto resulte elegida. Y luego campaña, sólo campaña, nada más que campaña, como hasta ahora, pero de manera aún más exagerada. Resulta asombroso comprobar como en esta elección el número de cosas anómalas se están dando de una manera acelerada e impactante. En poco más de una semana hemos pasado del intento frustrado de asesinato de Trump a la renuncia del actual presidente a presentarse, lo que hace que los precedentes históricos de las elecciones norteamericanas empiecen a quedarse muy cortos ante lo que vivimos. Sólo por estos dos hechos, independientemente de lo que pueda ocurrir a partir de hoy y hasta noviembre, este proceso ya estará marcado como especial en la historia del país, y dado lo que queda, puede que afrontemos una elección como no ha habido otra. Desde luego, lo que ya tienen poca discusión, es que el debate que se celebró a finales de junio entre Biden y Trump ya ha sido el más influyente de la historia. Nunca un cara a cara en televisión ha generado los efectos sísmicos que ha producido el que tuvo lugar hace un mes, destruyendo a uno de los candidatos, el que se presentaba desde el puesto y aura de presidente. Los expertos en televisión, política y demás asuntos similares no dejarán de ver ese encuentro como el más determinante de todos, el que muestra la eliminación total de uno de los aspirantes en medio de una sonrojante actuación, impropia. Biden dejó ante todo el mundo la imagen de incapacitado, esa que muchos le achacaban y los suyos, los que de él dependían, negaban sin cesar. Ahora ya nadie depende de Biden, y todo el mundo opina sobre él con sinceridad. No es que la política sea falsa, es el poder y su efecto en los humanos lo que provoca semejantes “cambios de opinión”.

No lo dijo en su texto de renuncia, pero unos minutos después Biden expresaba su apoyo a Kamala Harris como su sucesora, y llamaba a la unidad del partido en torno a ella. Desde ayer por la noche son varios los líderes demócratas que han secundado su apoyo a Kamala, y algunos, significativos, los que no lo han hecho. La elección de un candidato y la unidad entorno a él son condiciones necesarias para que la marca demócrata sea electoralmente competitiva dentro de cuatro meses. Kamala me parece mala candidata, pero si no logran ponerse de acuerdo en torno a otro, a ella deberán apoyar sin fisuras en la lucha contra un Trump crecido. Menuda papeleta que tienen los dirigentes del partido.

1 comentario:

Jeibros dijo...

Solo por curiosidad, ¿qué es lo malo de Kamala? A mí no me queda claro si todo esto estaba orquestado o no desde hace un tiempo (breve, quizás desde el debate). Kamala estuvo a la sombra en la legislatura, supongo que para protegerla, pero a estas alturas de la película, creo que no tienen tiempo de encontrar otro candidato que atraiga fondos y no sea demasiado desconocido. Vaya papeleta, sí.