Este Domingo Arturo Pérez Reverte concedía una entrevista a la revista El Semanal, que distribuye el grupo Vocento. En ella exponía una visión de la vida acorde a la columna que, como todos los Domingos, publica en dicha revista, y que yo leo con deleite, y con la que estoy de acuerdo la inmensa mayoría de las veces. Un tipo curioso Reverte. Aún recuerdo cuando en la primera guerra del golfo estaba destinado, como corresponsal de TVE en la base americana de Dhahran, centro de operaciones del ejército norteamericano en Arabia Saudita. Un hombre delgado (muy delgado) con grandes gafas de pasta y pelo lacio, hablando ligeramente a trompicones. Tras esto, y su famosa corresponsalía en la guerra de Bosnia, Reverte dirigió un programa de sucesos en TVE1, siguiendo la estela de éxito implantada por Paco Lobatón en Quién sabe Donde. El programa debía ser bastante malo para la época (hoy en día seguro que estaría entre lo mejor de la programación) y tras un tiempo en antena, Reverte se asqueó de él, y se largó, anunciándolo en cámara en una emisión que todo el mundo dice haber visto, pero yo no.
Luego empezó a publicar libros, modestas novelas de aventuras deudoras de los clásicos que han ido creciendo hasta crear un universo propio de ideas, escenarios e imágenes. He leído todos sus libros y me han gustado mucho (especialmente El Club Dumas, La Carta Esférica y la serie de Alatriste) y gracias a ellos algún conocido mío ha empezado a leer, le ha cogido el gusto a esto de pasar páginas e imaginar historias, y eso creo que es el mayor elogio que se le puede brindar a un escritor.
Sr Reverte, creo que usted y yo nos equivocamos de época y de país de nacimiento, pero voces como la suya son las que pueden evitar del descarrilamiento de esta extraña nación española, cruel con sus hijos, desagradecida con sus padres y nada amante de sus mitos e historia. Siga así.
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