miércoles, febrero 24, 2021

El cáncer y Pau Donés

Me da que, tras ver el título de hoy, de los cuatro lectores despistados que se puedan pasar a diario por aquí uno ya lo ha dejado, dos están en dudas y el último veremos a ver hasta dónde aguanta. Sólo mentar esta palabra y ya se tuerce el gesto como si se utilizara un grueso insulto, y son tantos los eufemismos baratos que usamos para describirla, como ese de la “larga y dura enfermedad” que suponen, directamente, un insulto a los pacientes que sufren de este mal. No queremos asumir que nos puede tocar a cada uno de nosotros, que los que lo pasan son inferiores, o menos, o distintos, y que eso no tocará nuestro cuerpo o vida. Enorme error de presunción, típico de los humanos. Pero sabemos leer y debemos evitar car en esas burdas equivocaciones

Dos han sido las noticias de esta semana relacionadas con el cáncer que lo han vuelto a poner sobre la mesa, y ambas tienen nombre y apellido, como usted y yo. El lunes Julia Otero hizo público que le habían detectado un tumor en un control rutinario, explicando así su ausencia de varios días ante los micrófonos. Dijo Julia una frase interesante, que es que ha empezado a conjugar el cáncer en primera persona, no a verbalizarlo como hacemos los que no lo tenemos, en una tercer genérica, ausente de uno mismo. El poner juntas esas dos palabras, yo y cáncer, es el primer paso para asumir a lo que uno se enfrenta. La otra noticia fue la emisión el domingo en La Sexta de “Eso que tú me das” la última entrevista que concedió el cantante Pau Dones a Jordi Évole en su refugio del Pirineo cuando estaba ya en fase terminal. De hecho, según se indica en los rótulos de cierre, Pau falleció dos semanas después de ese encuentro. En la entrevista se ve a una persona físicamente destruida, a alguien cuya actividad en el escenario le exigía un gran trabajo corporal y que, ahora, enganchado a una sonda que le permite alimentarse y casi clavado en una silla, era una sombra del que fue. Pero la mente de Pau seguía siendo lo que fue. Era un tipo simpático, autor de canciones agradables que escuchabas y te dejaban un poso alegre. Comercial, sí, pero con gusto. Se lanzó a la aventura musical y tuvo triunfos sonados, como la inmortal “la flaca” y sobrevivió a ellos. Hizo público su cáncer y pasaron unos cuatro o cinco años desde aquel momento y el de su muerte, hace no muchos meses. El testimonio de Donés no era el de alguien resentido o cabreado, aunque dijo que pasaba por momentos de enfado, más que comprensibles. Era el de una persona que daba gracias por lo que había vivido y se dedicaba a recordar lo pasado con sus errores y aciertos, con lo que pensaba que sabía y la vida le había demostrado que no y con lo que había aprendido. Muy al contrario de los nefastos libros de autoayuda que pueblan estantes y generan ansiedad, Pau estaba tranquilo y pedía algo más de tiempo, porque nunca es suficiente el que tenemos, pero se consideraba afortunado por haberse dedicado a la música, que era lo que le gustaba, y haber logrado no tanto el éxito, que a nadie le disgusta, sino el gusto, el saber que uno, varios, habían sido más felices escuchando sus temas. El testimonio era duro, sí, tanto en lo visual por la imagen que ofrecía Pau como por saber que ese documental sólo sería exhibido en salas y televisión tras la muerte del cantante. Asistía uno a una especie de creación testamentaria, como ese programa que había en Cuatro antaño, en el que el compromiso era que la entrevista se emitiese tras la muerte del entrevistado, pero sin enfermedad de por medio. Pero a la vez que duro, el trabajo era conmovedor, no en el sentido teatrero, sino en el solemne, el elegante. Dones y Évole jugaban mano a mano en una conversación serena en el silencio de una habitación con la montaña de fondo, y con las reflexiones cruzadas de dos personas que se conocen desde hace tiempo y saben que lo que están compartiendo será lo último en su conjunto caminar. Era elegante lo que se mostraba, no había lamento, lástima o sentimientos por el estilo. Era amistad.

Amistad y testimonio. Dones mostraba cómo la enfermedad le había consumido pero no convertido en un apestado. Normalizaba una imagen y un mal que se esconde como si de un virus ultracontagioso se tratase. En tiempos de dictadura de la imagen social, del filtrado y edición de las fotos hasta el absurdo para engañar a los demás con nuestra presunta perfecta escena, Dones miraba a la cámara, pegaba una patada en la entrepierna a todos los falsos de las redes sociales y les chuleaba desde su postración con una fuerza y descaro que daban gana de ponerse a aplaudir. Esa entrevista es un documental que merece ser visto en colegios e institutos, donde esa basura de textos de autoayuda debiera ser erradicada. Vean a Pau, al cáncer y a sus vivencias.

Subo a Elorrio hasta, si todo va normal en este anormal año, el martes inclusive. Debiéramos poder volver a leernos el miércoles 3 de marzo. Ánimo y cuídense.

martes, febrero 23, 2021

¿Debe estar Hasél en la cárcel?

La respuesta corta a esta pregunta es que no por lo que ha dicho pero sí por lo que ha hecho. La entrada en prisión de este rapero, por llamarlo así, ha tenido lugar tras la última de sus condenas por calumnias e injurias, que se suma a condenas anteriores, lo que al tener antecedente le ha hecho inevitable el ir a la cárcel. A esto debemos sumar un historial de condenas que van más allá de las palabras, con coacciones y amenazas entre otro tipo de delitos, lo que probablemente haga que, si como ha dicho el gobierno, se reforme la ley para eliminar las penas de cárcel con las que este sujeto ha sido condenado en el caso de injurias no se libre de las rejas por los otros delitos que también ha cometido.

En general, la tendencia de los códigos es a despenalizar las palabras y a intensificar las penas por los hechos, siguiendo una máxima que reza, más o menos, que todas las personas son inviolables y objeto de absoluta protección, pero no sus ideas. Esto viene a significar que los discursos e ideas que se pronuncien no son penables con cárcel porque expresen opiniones consideradas como infames por otra persona o colectivo, pero sí lo serán si alientan a la violencia o la respaldan, de tal manera que esas palabras se transformen en hechos. Todo esto es bastante sencillo de escribir y contar, pero mucho más difícil de aplicar, y claro, con el tamiz de lo que cada sociedad y momento entiende como admisible. En España, por motivos, obvios, el delito de apología del terrorismo está muy tasada y penado, pero era en los tiempos de ETA cuando tenía un sentido más evidente, porque el apoyo a la banda asesina se realizaba por parte de personas que no empuñaban las pistolas pero señalaban objetivos, y esa vía de la apología era una de las posibles para evitar la extensión del terror. Los que defienden que la apología del terrorismo debe desaparecer se enfrentan al problema de qué hacer con los que alientan otros terrorismos, como el islamista, que son un problema de hoy mismo. Esta línea de duda y sombra surge cuando se pronuncian discursos que la sociedad, en su conjunto, considera aberrantes, y claro, ahí las posiciones políticas, que tantos usan como manual para enjuiciarlo todo, falla. ¿qué hacemos ante, pongamos, un discurso de odio contra las mujeres? ¿un discurso desalmado que defienda el racismo explícito, el supremacismo? Vemos como el supremacismo tiene buena prensa cuando es gente como Torra la que lo proclama, pero haga usted una encuesta en su entorno. ¿Debiera encarcelarse a alguien que diga que los no blancos son inferiores? ¿Deben ser los antivacunas objeto de penas de prisión? Defender el terraplanismo es una idea estúpida, pero ¿debe ser perseguida por la ley? Hace unos días adquirió notoriedad una cría de apenas 18 años que en el cementerio de la Almudena dio un discurso en el que se soltaban unas soflamas que hubieran hecho las delicias en una tribuna nazi en el Nuremberg de 1936. En Alemania ese discurso sería objeto de persecución legal, pero aquí, donde estas cosas del antisemitismo se nos antojan como exóticas, no pasa de la anécdota lo que es de una gravedad extrema. La pregunta es ¿debe ir esa cría a la cárcel por lo que dijo? Uno puede empezar a crear ejemplos a miles que tarde o temprano acabarán provocando que cualquier aludido empiece a ver la prisión como el destino merecido de quien proclama el discurso que a él realmente le ofende, demostrando que el diseño de la ley no puede hacerse ni en caliente ni teniendo en cuenta la emotividad del presunto afectado. Como norma general, por lo tanto, no se debiera mandar a la cárcel a la gente por lo que diga, aunque se cisque en nuestra madre o en nosotros mismos, pero sí queda abierta la puerta a pedir indemnizaciones, reprobaciones públicas o disculpas. Al final muchos de los que se dedican a ofender encuentran en los tribunales y procesos el perfecto altavoz para lanzar sus mensajes, y eso les alienta. Hay que tratar de evitar caer en estas espirales.

Y todo este debate se da en un mundo en el que, gracias a las redes sociales, todo el mundo tiene un altavoz para insultar a diestro y siniestro desde un anonimato consentido y diseñado para otras cuestiones. No es penal, pero estas actitudes califican a quienes las hacen y apoyan, y permiten que realicemos juicios morales sobre lo que representan para la sociedad. Al igual que hay personas que aportan, y otras que pintan poco, también hay gente podrida, que disfruta en el insulto y la necedad, y que se alimenta del odio que siembra y genera. Como en otras facetas de la vida, hay de todo, y cada uno debiéramos tener un criterio para saber, al menos, de quién huir cuando empieza a soltar sus soflamas. La indiferencia al que odia puede ser uno de los más crueles castigos.

lunes, febrero 22, 2021

Violencia callejera

Seis noches seguidas van de algaradas violentas, en varias ciudades pero, sobre todo, en una Barcelona asediada por bandas criminales que le han cogido el gustillo a arrasar lo que se encuentran. Convocadas para protestar contra el encarcelamiento de un rapero, lo que en principio son concentraciones pacíficas acaban derivando, de manera segura, en graves incidentes contra las fuerzas de orden público y saqueo de comercios y tiendas, especialmente las de marca, no los bazares chinos, donde los que se autodenominan como luchadores por la libertad se dedican al robo, pillaje y saqueo sin ningún remordimiento.

A escala, lo que sucede estos días, y su contexto, recuerda demasiado a lo que se vivía en las calles del País Vasco durante los malditos tiempos de la maldita “kale borroka” fenómeno extremadamente similar al que estamos contemplando estos días. Hay, evidentemente, una diferencia fundamental, que es ETA. En aquellos años la existencia de una banda mafiosa de asesinos, en torno a la cual se organizaban todo tipo de estructuras de violencia, extorsión y chantaje, convertía el fenómeno de las algaradas callejeras en algo mucho más grave y peligroso. Ahora ETA no existe, aunque más de uno la añora, y por ello el fenómeno que se ve en Barcelona es más limitado, autoconclusivo, pero otros de los factores se repiten. Especialmente, por su gravedad, la condescendencia, cuando no apoyo, de parte de las fuerzas políticas a los violentos, realizando declaraciones y tuits en los que muestran un respaldo claro a los grupos que asaltan las calles por la noche. En los tiempos oscuros del País Vasco, Arzalluz, uno de los jefes de la mafia, de los más listos, que nunca pudo ser incriminado en nada violento, los calificaba como de “los chicos de la gasolina” y lo expresaba con un tono de comprensión propio del abuelito que ve como su nieto se equivoca pero, ay, es su nieto, y le quiere tanto…. La Ertzaina se veía sobrepasada por la intensidad del fenómeno al que se enfrentaba y sus mandos políticos, en especial durante la época del Consejero Balza, hacían todo lo posible para no dotarles de medios, para deslegitimarles, para criticar sus actuaciones, para minar la moral de un cuerpo asediado que, según la mentalidad nacionalista, no debía atacar a quienes luchaban por la Euskal Herria libre. Hoy los Mossos están ante una situación similar (reitero, mucho menos grave porque no hay una banda terrorista que los ejecute, como sí hacía ETA) entre la espada de los violentos y la pared de sus mandos políticos, que no dejan de lanzar mensajes en contra de la actuación no de los delincuentes callejeros, no, sino de los propios Mossos, a los que acusan de violencia y otras lindezas por el estilo mientras la ciudad en la que todos ellos viven y sus habitantes es atacada por hordas de salvajes. Algunos de los partidos que lanzan esos mensajes de comprensión a la violencia están en el actual gobierno de la Generalitat, otros aspiran a incorporarse a él y pertenecen al gobierno de la nación, en una mezcolanza de intereses tan compleja como rastrera. Cada noche los niñatos, porque muchos de ellos son menores de edad, se lanzan contra las fuerzas de seguridad, destrozan mobiliario urbano, queman, realizan pillajes y causan daños económicos directos, y un enorme roto a la imagen de una ciudad que ve. Impotente, como este tipo de escenas empiezan a formar parte de su propio ser. Vimos tras la sentencia del procés secuencias de incidentes más graves que las actuales, pero con características similares, en las que el movimiento anarquista, que siempre ha tenido bastante fuerza en Barcelona, se aliaba con el independentismo radical con el único objetivo de montar bronca y destrozar por destrozar. Y de mientras, entonces y hoy, los dirigentes de formaciones herederas del terrorismo etarra, a los que algunos inconscientes pretenden blanquear, deben estar cómodamente sentados en los salones de sus casas brindando al ver estas imágenes en la tele, que tanto les recuerdan a sus años mozos, y a buen seguir mandando mensajes de ánimo a algunos que estarán cerca de los que los organizan. Años, lugares y coyunturas distintas, semejante maldad criminal y desprecio por la democracia.

La verdad es que, mirado con perspectiva, tiene bastante gracia que el líder supremo de Podemos, el señor Iglesias, haya logrado convertir a su formación en una especie de versión blanqueada de Batasuna de alcance nacional, que justifica la violencia allí donde surja y adopta los modos y manera totalitarios ya vistos en épocas pasadas. Del noble surgimiento en demandas de igualdad y de lucha contra los corruptos que supuso el caldo de cultivo en el que nacieron los movimientos de los que surgió Podemos, a lo que ahora es la formación, dan ganas de llorar si uno tuvo en algún momento su ilusión puesta en estas siglas. No hay nada que un estalinista de guardia no pervierta, ni círculo que no llegue a convertir en, visto lo visto, espiral de odio y violencia.

viernes, febrero 19, 2021

Perseverancia en Marte

El lanzamiento del rover Perseverance de la NASA fue el último de los tres que tuvieron lugar al inicio del verano de 2020, aprovechando la ventana de lanzamientos que se produce coda dos años entre ambos planetas, que permite minimizar la distancia y coste del viaje. Las otras dos misiones, que llegaron la semana pasada, constaban de un orbitador del planeta y, en el caso de la china, un módulo de descenso que, se espera que en un par de meses, intente la odisea de posarse sobre la superficie del planeta y soltar un minirover, estilo Pathfinder de 1997, en lo que sería el primer gran paso del programa espacial chino en aquel planeta. Espero que haya suerte y lo consigan.

La NASA ya cuenta con satélites que monitorizan aquel mundo, y esta misión era, directamente, de aterrizaje. El rover, envuelto en una capsula protectora, debía llegar hasta el borde de la atmósfera marciana y, en un trayecto de siete minutos, lograr posarse, en un proceso de inserción y frenado de varias fases que debían lograr frenar su velocidad de crucero de unos 77.000 kilómetros por hora en el momento de la inserción orbital a los 3 por hora que se necesitaban para depositar con suavidad el vehículo sobre la superficie. Un enorme escudo protector para el arofrenado que protegiese a la nave de las temperaturas de la entrada, un sistema de paracaídas gigantes, para frenar algo una vez que la sonda estuviera ya en el interior de la tenue atmósfera marciana, un dispositivo con retrocohetes que debía tanto frenar al conjunto como encaminarlo hacia la posición prevista para el amartizaje, un mecanismo de cables que debía descolgar al rover desde el sistema de retrocohetes para que el posado fuera suave y el robot no sufriera la contaminación del polvo y la suciedad de los cohetes. Esas eran, esencialmente, las distintas fases previstas en la complejísima maniobra de entrada y toma de tierra, todas ellas automatizadas por completo, dado que ayer, día esperado de la llegada, la distancia entre Marte y la Tierra es de ocho minutos luz, y no hay opciones de ningún tipo para que señal alguna mandada desde aquí sea capaz de ser ejecutada en un plazo menor a ese. De hecho, cada una de las fases iba dando datos y confirmación de que se estaba produciendo a sabiendas de que, cuando aquí se empezaba a conocer que la entrada en la atmósfera era correcta el rover ya estaría sobre Marte, en buen estado o convertido en un intenso montón de chatarra. Esto hace que la tensión propia de una maniobra de este estilo se agrave porque acudimos a una especie de representación de lo hecho, una narración en diferido de un suceso ya producido. A medida que las telemetrías de la misión iban informando de la consecución de cada paso el ánimo crecía entre el personal del centro de control del JPL de Pasadena y de todos los que, desde cualquier parte del mundo, seguíamos en directo, falso como antes comentaba, lo que sucedía. Finalmente, a las 21:55 de la noche, hora española, máxima audiencia televisiva, se produjo el mensaje esperado, ese “touchdown” que viene a ser tocar suelo en guiri, con el que el propio sistema del robot informaba que estaba sobre la superficie. Una de sus múltiples cámaras envió una imagen de un suelo pedregoso tomado desde el vehículo, y los satélites de NASA que orbitan el planeta, que tenían todos sus ojos puestos en ese momento en la zona prevista de llegada, mandaron confirmación visual de que Perseverance había logrado con éxito el enorme reto que tenía por delante. Jolgorio en el centro de seguimiento, éxito y felicitaciones por un trabajo de muchos años y de miles de personas y empresas, que han trabajado en todas las fases y detalles imaginables para lograr lo conseguido ayer. El día estaba marcado y señalado desde hacía siete meses, y llegó, y el triunfo se logró.

El destino de Perseverance es el cráter Jezero, sito algo al norte del planeta, un lugar en el que las imágenes analizadas desde aquí sugieren que en el pasado muy remoto era un lago formado por la desembocadura de dos pequeños ríos, y en el que se puede apreciar un reguero de sedimentos que se asemeja a los deltas que se producen con cierta facilidad en nuestro mundo. El objetivo de Perseverance es la astrobiología, la búsqueda de trazas que permitan decir algo sobre la posible existencia de vida en el pasado remoto de Marte. A partir de ahora, durante al menos dos años terrestres si nada se tuerce, el nuevo investigador de la NASA trabajará sin descanso para desentrañar lo que pueda sobre el apasionante pasado marciano. Es fascinante.

jueves, febrero 18, 2021

Francisco Luzón, héroe

De origen humilde, sin nada de experiencia y contactos en el negocio, Francisco Luzón hizo una carrera inmensa en el mundo de la banca, que lo llevó a ser presidente de Argentaria, la corporación de banca pública que reunía las entidades financieras que eran propiedad del estado y, con posterioridad, a ser el ejecutivo de cabecera de Emilio Botín en el Santander, lo que en España equivale a la cúspide del negocio. Su ascenso fue constante y cuando dejó el negocio lo hizo con desavenencias con Don Emilio, que era un señor de carácter complejo, pero con el reconocimiento unánime de compañeros y rivales. Una trayectoria de éxito inapelable.

Luzón se hizo realmente grande después, cuando tuvo la desgracia de ser diagnosticado de ELA, una enfermedad cruel ante la que la ciencia apenas tiene respuestas y que supone una condena a muerte inapelable, a plazo fijo, como diría un financiero. Los enfermos de ELA empiezan a padecer problemas físicos derivados de su enfermedad, que va convirtiendo sus músculos, los que les permiten moverse, hablar, hacer cosas, en masas fofas carentes de voluntad y respuesta. El proceso avanza sin descanso y convierte al paciente en un impedido que se adentra en la invalidez absoluta y camina sin cesar a un final inaplazable. Stephen Hawking fue el paciente más famoso del mundo de esta enfermedad y un caso insólito de longevidad en ella, dado que son pocos años los que transcurren desde el diagnóstico hasta el final. Luzón, acostumbrado a enfrentarse a una selva de números, ambiciones y responsabilidad, se encontró de pronto, al poco de su retiro, con algo que jamás hubiera podido imaginar. No se lo que usted o yo haríamos ante un diagnóstico semejante, no quiero ni imaginarlo. Él, supongo, sufriría un impacto enorme, inevitable ante certezas como las que le he descrito, pero no se derrumbó. Evidentemente contaba con una fortuna fruto de sus años ejecutivos, y sabía que todo ese dinero no le iba a salvar la vida de ninguna manera, pero decidió hacer algo poco habitual. Ni se derrumbó ni recluyó, sino que sacó fuerzas de no se muy bien dónde para crear una fundación dedicada a la investigación de su enfermedad y, muy importante, para hablar de ella, para hacerla presente, para que los que la padecen y sus familias no tengan la inevitable sensación de estar solos en el mar, en medio de una tormenta sin fin. Luzón empezó a aparecer en los medios, ya con un aspecto desmejorado, nada que ver con el de unos pocos años antes, y hablaba ante cámaras y entrevistadores de su enfermedad como el reto de su vida, como la cierta condena que le había caído pero que no iba a impedir que el tiempo que le quedase lo dedicara no tanto a luchar contra ella, que no hay mucho que hacer, sino a dar relevancia al padecimiento suyo y el de otros para que la sociedad no les olvide. Y muy importante, sumar sus fondos y los que pudieran recaudar para que la investigación pudiera contar con ellos para avanzar en tratamientos y curas. No tardó mucho en perder la voz y empezar a convertirse en una réplica del Hawking que se nos antoja familiar, impedido y necesitado de un sistema de software para comunicarse, pero siguió dando entrevistas a los medios y se convirtió en un referente de lo que padecen este mal. Su figura iba creciendo en talla a medida que menguaba en porte, y era inevitable leer sus entrevistas y testimonios, en los que mostraba una entereza que, a veces, me parecía fruto de la irracionalidad, o de los que tienen fe ciega, que acaba siendo lo mismo. Hablaba de la muerte, cada vez más cercana con la serenidad de quien la mira cara a cara y se enfrenta a ella con la satisfacción de haber hecho lo debido antes de decir adiós. Su fortaleza crecía a cada paso que su cuerpo colapsaba. Era inevitable que el final llegase, lo sabía, y supongo que, con las cámaras apagadas, en privado, sufriría crisis de ansiedad y de tristeza, pero nunca lo exteriorizó, ni lamentó su destino o suerte. Siempre se consideró extremadamente afortunado por la vida que llevó y pudo desarrollar.

Ayer, en medio de las miserias del día a día de nuestro país, su vida se apagó, a los 73 años, poco más de seis después del diagnóstico, una esperanza de vida normal en este tipo de procesos. Luzón ya no está hoy aquí para contemplar el despejado amanecer de este día de febrero, pero lo que ha hecho estos años ha clareado el aire que respiramos más que muchos días de fuerte brisa. Ha sido un ejemplo para muchos, roca a la que asirse para otros y, sin duda, para los que tienen en la ELA el centro de sus vidas, una de las personas que más ha hecho para que el resto sepamos por lo que pasan y podamos ayudar. Un hombre bueno que, en su final, se ha hecho más inmenso que todos los grandes edificios de oficinas por los que pasó y comandó. Qué honor haber podido conocer su ejemplo.

miércoles, febrero 17, 2021

Inmobiliaria PP

El PP se lanza al mercado inmobiliario, del que quizás nunca haya salido del todo. En una decisión algo sorpresiva, que fue calificada como cosmética por el propio Casado hace algunos meses, el actual dirigente del partido anunció que abandonarán la sede de Génova 13 por estar envuelta en un proceso judicial. Ya lo estaba el viernes pasado, y meses y años atrás, pero nada espolea tanto a un partido como un resultado electoral, en este caso el nefasto obtenido en Cataluña. También esta decisión demuestra que el españolito de a pie sigue viendo en el ladrillo la solución a sus problemas de inversión y futuro, cuando a veces lo es y otras, para nada.

Dejar la sede, de la que el PP es propietario, tanto vendiéndola como alquilándola, proporcionará a la marca unos ingresos que le vendrán bien para tapar los agujeros que le producen los juicios en los que está inmersa y, supongo, ayudará a cuadrar unas cuentas que ahora no deben tener los ingresos extraordinarios de épocas pasadas, de vino, rosas y Bárcenas amistosos. La gestión por parte del PP de sus tramas corruptas es una muestra de no asunción de la realidad y de la no aplicación de ese dicho de que más vale ponerse una vez rojo que cien colorado. Empiezan a ser muchos años de procesos judiciales los que van desde que se destaparon los papeles de Bárcenas y aún quedan sesiones de los presentes y futuras vistas en las que la marca PP va a quedar sometida al escrutinio de la prensa, fiscalía y demás entes sin que el partido pueda decidir si tal o cual revelación salga en medio de una campaña electoral. ¿Ha perjudicado al PP que Bárcenas “cante” un par de semanas antes de los comicios catalanes? Bien no le ha venido, desde luego, pero peor ha sido la gestión de Casado de los últimos días con declaraciones a los medios referidas a la actuación de su partido en los días previos al sedicioso referéndum de 2017. Si nos retrotraemos a elecciones pasadas, las que tuvieron lugar el año pasado dieron dos resultados muy distintos a dos PPs muy diferentes en dos regiones que se parecen en lo mucho que llueve en ellas, y poco más. La cosecha de votos en el País Vasco fue desastrosa, entre otras cosas por la elección de Casado de un candidato ya amortizado y ajeno a la política vasca desde hace muchos años, que no tiene ni tirada ni discurso (por lo que se pudo ver ni leyéndolo). En Galicia el PP arrasó. Jugaba en casa, eso es cierto, y partía con ventaja, pero aun así logró unos resultados excelentes, por encima de lo que señalaban muchas encuestas. No es ese mérito de Casado, sino de Feijóo, y de una visión distinta del PP. ¿Quiero decir que basta con relevar a Casado del PP para arreglar ese partido? No, las cosas son más profundas, pero es a él a quien le ha tocado la tarea de atravesar el desierto de la oposición tras la derrota electoral, y comerse los marrones que surjan en el camino. Demuestra la experiencia política que, siendo más o menos capacitado, el líder que se encuentra en la posición de Casado se va a tragar mucho dolor, derrotas y amarguras, y que será otro el que recupere el poder para su formación. En la acera de enfrente Almunia o el desaparecido Rubalcaba podían contar historias semejantes, de partidos que comandaron en sus horas bajas y a los que decisiones propias, acertadas y erróneas, en poco contribuyeron a enderezar una nave que iba sin rumbo, como todo partido alejado del poder, y que logró encontrarlo cuando otro candidato, ZP o Sánchez, ganó unas elecciones ante errores propios del rival ajeno. Quizás Rajoy sea una excepción a esa regla, porque insistió hasta que la crisis le llevó a ganar, con la inestimable ayuda de un calamitoso ZP en medio de la quiebra, pero me da que Casado y compañía no quieren saber nada de Rajoy. Y que si le llaman será desde una vieja cabina de un perdido país del este, sin posibilidad de que la llamada quede registrada en ninguna parte.

La sede de Génova 13 es un edificio de, me suena, unas siete plantas que hace esquina con Zurbano y que se encuentra a no muchos metros de la Audiencia Nacional. Equidista más o menos de la plaza de Alonso Martínez y la de Colón, y es por tanto un caramelito para oficinas o, incluso, viviendas si algún promotor se hace con ello y plantea una nueva reforma del edificio, que más le vale sea escrupulosa con la ley porque será observada con muchos ojos. Es un lugar morboso, asociado al poder, a personajes famosos y a hechos y festejos sonados, y a noches aciagas. Más de uno quisiera quedarse con un hueco de esa sede por el placer de ciscarse en ella, y otros para decir que residen donde lo hicieron algunos de los que admiraban. El morbo del poder pasado, ahora mismo perdido, que a todos vuelve loco y que tantos errores provoca.

martes, febrero 16, 2021

Desescalar a lo loco

Las últimas cifras nacionales de la pandemia, después de que se haya convertido en norma la anormalidad de no tenerlas en fin de semana, muestran que el descenso de casos y de presión hospitalaria se mantiene, habiendo dejado atrás lo peor de la tercera ola, y que el pico de fallecidos diarios está más o menos en estos días o en justo los pasados. Aún así las incidencias de casos siguen siendo muy elevadas y la media nacional está por encima de, cifra que nos puede parecer reducida frente al doble que llegamos a registrar hace unas semanas, pero que es enorme, y se asocia a un número de muertes y de carga sanitaria inasumible.

Pese a ello, basta que los casos bajen durante un par de días o tres para que los gobiernos autonómicos se lancen a relajar las medidas de protección con un ansia impropia, carente siempre a la hora de tomar medidas cuando los casos suben. El gobierno central sigue sin hacer nada de nada, como quien oyera llover desde su casa, pero las distintas autonomías, que están en estados diferenciados de la epidemia, parecen haber acordado que sea costoso el levantar restricciones pero muy sencillo el relajarlas, como si esas medidas de contención sanitaria no fueran sino molestias, cuando en no pocas ocasiones resultan ser la tabla de salvación, literal, de muchas personas. Es asombroso comprobar como en otras naciones de nuestro entorno europeo la intensidad de las restricciones es mucho mayor, y ni les cuento su éxito respecto a las cifras de fallecidos. Tras una tercera ola que ha sido muy dura, Alemania ha perdido parte de la “ventaja” si se me permite usar esa palabra que llevaba, pero su cifra de fallecidos por millón de habitantes, muy alta, sigue siendo la mitad que la nuestra. La mitad de muertos, la mitad de desgracias, la mitad de dolor. Dirán algunos que eso no mide realmente el daño, que da lo mismo, pero, piénselo fríamente, en qué país, con esos datos, preferiría que viviese usted o un longevo familiar suyo, y guárdese la respuesta en su interior. Los casos de las naciones del sureste asiático o de Nueva Zelanda, que ha confinado Auckland tras un brote de unos pocos positivos, son vistos desde aquí como una extravagancia, una especie de comportamiento paranoide, como algo que no logramos entender, o ese es el mensaje que trasladan nuestras (no) autoridades, que hacen todo lo posible por desentenderse de la tragedia y tratar de volver a mezquinos asuntos que les puedan servir para medrar en sus intereses, rentas y acólitos. Y la verdad es que es nuestro comportamiento el que llama la atención en el mundo, nuestras cifras son las que escandalizan a muchos, siendo como somos de los países más afectados por esta desgracia, y observando, desde fuera, nuestra absoluta incapacidad de gestión de esta crisis y el nulo deseo de adelantarnos a ella. En ningún momento nuestras autoridades, ninguna, ha sido proactiva, ha tratado de adelantarse al virus y buscado una manera de prepararse, con medidas y medios, para hacer frente a una ola que le pudiera llegar. Las CCAA que fueron más duramente golpeadas por la primera ola no aprendieron nada, y la segunda y tercera les impactó, y las que se libraron de las primeras miraban por encima del hombro a sus vecinas para luego, llorar como todas cuando la tercera les igualó en desgracias. Con vistas a playas mediterráneas, a serranías interiores, bajo paisajes lluviosos o soleados, en entornos urbanos o rurales, hemos asistido durante estos meses a las mismas escenas de desgracia, necedad gubernativa, improvisación, desidia y fracaso. Y en todas partes, como única obsesión, el ir al bar, el tomar algo, el salir a por unas copas, por encima de lo sanitario. El deseo del hedonismo, necesario o egoísta, lo que sea, por encima de cualquier otra cosa. Con dos días de bajada de casos el único sueño es abrir los bares y terrazas, sólo ese, nada más que ese. La única obsesión del país es irse de cañas.

Muchos me dirán que soy un amargado, un cenizo, un cascarrabias pero, sinceramente, no lo entiendo. Se puede comprender el dominio del ocio sobre todas las cosas cuando vivíamos en el mundo anterior, en donde lo que eran grandes problemas se convierten en trivialidades vistas desde nuestro hoy, pero el infantilismo que muestra la sociedad, y la desidia de quienes cobrando nos dicen regir, frente a lo que nos estamos enfrentando es deprimente, es algo que se me escapa. Hay millones de personas que actúan de manera responsable y que saben que están solos, abandonados por los poderes públicos, y que su salud y la de los suyos está en sus manos, pero hay tantos que sólo sueñan con el ocio que, en serio, me dejan asombrado. Cada vez entiendo menos el mundo en el que vivo.

lunes, febrero 15, 2021

El PSC gana, pero no gobernará

Votar en pandemia es una pesadilla, y sigue quedándome la duda de hasta qué punto es una irresponsabilidad convocar unas elecciones bajo este escenario, pero lo cierto es que ayer tuvieron lugar las previstas en Cataluña, con una bajísima participación, fruto sobre todo del miedo de muchos al contagio, lo que les impidió salir de casa. Es probable que esta bajada de asistencia haya sido más intensa entre el votante constitucionalista, pero no parece ser una excusa para adulterar o interpretar de otra manera los resultados, contundentes en algunos casos, vistos ayer. Por cierto, bastante cercanos a las encuestas previas y las del propio día.

El efecto Illa era cierto, y Sánchez, por candidato interpuesto, es el gran ganador de lo sucedido ayer, con un PSC que queda primero en votos y empatado a 33 escaños con Esquerra. El PSC prácticamente duplica su número de asientos, recogiendo voto constitucionalista y moderado que huye de la marca naranja, una de las grandes derrotadas de la noche, y alcanza un resultado encomiable. ¿Le va a permitir gobernar? No, porque es ERC la que tiene la llave. En su conjunto el independentismo logra un gran resultado, con esos 33 de ERC, 32 de los Puigdemoníacos y los 9 de la CUOP; que también sube. El arco parlamentario queda dividido, por sus resultados, en tres grandes formaciones y un conjunto de pequeños satélites a gran distancia. La cuarta formación del parlamento, una desatada VOX, con once diputados, es triplicada en número de escaños por cualquiera de las tres grandes formaciones, y los 11 de VOX parecen un cielo en comparación con lo conseguido por Podemos, que repite con 8 parlamentarios y no saca rédito alguno de su presencia en el gobierno nacional, y sobre todo con lo que han sacado Ciudadanos y el PP. La debacle naranja es apoteósica. Ganó las anteriores elecciones autonómicas con 36 escaños en un resultado histórico que su entonces dirigente Albert Rivera no supo, o no quiso, rentabilizar, y hoy, con un sexteto de asientos, se encuentra en una situación agónica que pone en entredicho su propia viabilidad como formación política. Señaló ayer un analista en una radio que Ciudadanos salió de Cataluña, y de ahí saltó al resto del país, y que quizás, desde ayer empieza, también desde Cataluña, el camino inverso para su posible desaparición. El resultado del PP sería el normal en una fuerza minoritaria, pero para sus siglas e historial es un fracaso tan vergonzoso como injustificable. Partiendo de los 4 escaños que tenía pierde uno, y ha superado por poco el corte del 3% d voto en la circunscripción de Barcelona. Su papel en la política autonómica catalana ha sido reducido a la absoluta inexistencia, y contempla con asombro no sólo que los extremistas de VOX han dado el sorpasso que tantos temían, sino que casi les cuadruplican en escaños. Si hoy puede haber fiesta en las reuniones que se celebren en la sede socialista de Ferraz en Génova las caras serán bastante más largas que en muchos funerales. El candidato del PP no era malo, en el sentido de una persona abierta, natural y de apariencia honesta, pero el resultado cosechado es tan desastroso que no hay por dónde cogerlo. Casado, desde hoy, tiene su liderazgo mucho más tocado, sometido a una enorme presión interna, mientras que Sánchez contempla lo sucedido ayer como una gran jugada en la que su marca sale muy fortalecida, la de su desleal socio de coalición debilitada y la de la oposición a su gobierno vapuleada. La estrategia le ha salido redonda a Iván Redondo, y no es un detalle menor que estuviera ayer en Barcelona y que Illa le agradeciese de manera expresa su apoyo. Sólo el PdCAT, la antigua Convergencia, que no ha logrado representación parlamentaria, puede dolerse más del resultado que un apaleado PP.

¿Quién va a gobernar con estos datos? Sólo se me ocurre un nombre, Pera Aragonés, de ERC. Hay tres opciones posibles. Una vez que IIla se presente a la investidura, como ha dicho que va a hacer (y debió hacer Ciudadanos hace tres años) y probablemente la pierda, se presentará ERC, y con dos opciones. La “natural” si así se quiere es con una reedición del acuerdo independentista con los Puigdemoníacos, pero el odio entre ellos es lo que nos ha llevado a estas elecciones. Otra posibilidad “interesante” es que el que PSC permita un gobierno de ERC con los Comunes de Podemos, a cambio del apoyo de ERC al gobierno nacional, y claro, está la alternativa de que no haya acuerdo y se repitan las elecciones, cosa que nos llevaría por la conocida senda melancólica de 2019. Toca esperar y ver.

viernes, febrero 12, 2021

Lo de la hostelería

La sentencia de esta semana del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, dando la razón a los hosteleros y decretando, de manera cautelar, el final del cierre de esos establecimientos que había impuesto el Gobierno Vasco ha revolucionado el sector y lo ha lanzado a presentar demandas contras las autoridades, no sólo en aquella CCAA, sino en todo el país. Más allá del particular comportamiento del juez que ha dictado la sentencia y sus declaraciones sobre los epidemiólogos, muy criticables, se abre un melón legal que deja aún menos opciones a los gobiernos regionales para actuar en caso de rebrote, todo ello con la inacción del gobierno central.

Entiendo en parte las demandas de ese sector, y no soy capaz ni de hacerme a la idea de lo mal que lo están pasando todos sus negocios a cuenta de esta pesadilla, pero creo que los cierres ordenados por las autoridades están justificados y contribuyen a reducir el número de contagios y de víctimas. He dicho desde el principio de esta pesadilla que enfrentarse a algo así obliga a tomar decisiones malas o peores, buscando reducir los daños vitales. No hay decisiones buenas en este contexto y que no generen efectos negativos. Un confinamiento estricto como el de marzo salva muchísimas vidas, pero destruye las economías de las naciones y genera problemas de otro tipo. Sociedades como las asiáticas nos han demostrado que es posible conjugar la salud y la economía mediante una serie de restricciones duras pero cortas en el tiempo, y todo ello en naciones en las que los gobiernos poseen poderes que superan nuestra idea de lo que es legítimo y en sociedades donde la individualidad no pesa y el colectivo es lo prioritario. Nosotros vivimos en sociedades libres, mal que le pese a Iglesias y los de su estilo, con gobiernos no autoritarios e individuos que tienen en sus derechos y en el hedonismo uno de los principales motores vitales. La idea de defender a la sociedad con las actitudes personales es algo bastante ajeno a nuestra cultura, y en situaciones como estas eso se nota, y mucho. Este condenado virus se transmite por el aire, se inhala, y es en los espacios cerrados en los que compartimos la vida con los otros donde está el riesgo. Es así, lo siento, no hay otra. Si se transmitiera, digamos, por contacto de las pelotillas de suciedad de los pies bastaría con que no nos quitásemos los zapatos en presencia de otros, pero se transmite como lo hace. La experiencia demuestra que son los hogares y los lugares de ocio los que concentran la mayor parte de los focos. Es muy recomendable reducir las reuniones sociales en los pisos, los encuentros familiares, pero todos sabemos que el que esos eventos no se den depende, sobre todo, de la responsabilidad personal de cada uno. No hay policías para controlar eso y la sociedad no está preparada para una paranoia de control semejante, pero sí se sabe que el tiempo que estamos en bares y restaurantes, con la mascarilla quitada, tomando cosas y hablando son momentos de máximo riesgo, en los que la probabilidad de contagio se dispara. Es así de cruel. Por ello, restringir su apertura y la movilidad son medidas que funcionan, que generan un descenso en los contagios al cabo de algunos días de haber sido tomadas, y menos contagios, sin vacunas, suponen menos hospitalizados y menos muertos. Los defensores de la hostelería atacan a otros sectores, como el de las tiendas o el transporte público, pero lo cierto es que los que venimos al trabajo en metro día a día, lo hacemos más o menos constantemente mientras que las curvas de contagio suben y bajan, no viéndose mucha relación entre uno y otro factor. El tiempo que uno permanece en el transporte está callado, permanentemente con la mascarilla puesta, y aunque el riesgo de contagio no es cero, si resulta mínimo frente a otros lugares. El hostelero hace bien en tratar de defender a su negocio, su forma de vida, pero en situaciones como las que estamos viviendo debemos entender que hay cosas prioritarias. Es duro, y reitero, no soy capaz de imaginar las pesadillas económicas que están sufriendo los que trabajan en ese sector, pero esto es así.

En lo que sí tienen razón todos los del gremio de bares y restaurantes es en exigir compensaciones económicas. En el fondo decretar un cierre de un negocio es algo parecido a una expropiación, y por ello el gobierno te debe indemnizar. El canje sería te cierro, pongamos dos meses, y te pago una renta esos dos meses, de tal manera que no puedes hacer negocio, no ganas, pero tampoco pierdes dinero. Ahí la ausencia de ayudas a este sector, vital en nuestro país, es sangrante, y demuestra que, pese a que no se quiera admitir, somos una nación pobre, endeudada hasta el extremo y con recursos muy escasos. Esas ayudas directas a los negocios forzados al cierre debieran llegar. Y aún más las vacunas, que nos salvarán a todos de esta mierda.

jueves, febrero 11, 2021

El desleal

El último episodio de injerencia rusa contra la UE, en la que España ha servido como piedra arrojadiza del Kremlin contra las cabezas de la Unión, ha vuelto a mostrar hasta qué punto es desleal e infame el comportamiento de un personaje apellidado Iglesias, de nombre Pablo, y que ocupa la muy bien remunerada vicepresidencia segunda del actual gobierno. Desleal frente a sus compañeros de gabinete desde luego, pero sobre todo desleal ante el país al que representa, a la sociedad a la que presuntamente gobierna y, sobre todo, a los millones de ciudadanos que, con nuestros impuestos, pagamos su muy elevado y nada ganado sueldo.

¿Cuál es la diferencia entre un Donald Trump vociferante desde el poder, acusando de fraude a todos aquellos que no se pliegan ante sí y no le permiten ganar unas elecciones, o u Iglesias, taimado, que también desde el poder, extiende sombras sobre el país que rige en busca sólo de su beneficio propio? En el fondo, ninguna. Ambos personajes parecen estar en las antípodas del espectro ideológico, representando uno la extrema derecha bíblica norteamericana y el otro el comunismo añorado de las décadas pasadas, pero son el mismo personaje, el mismo tipo de sujetos egocéntricos, obsesionados por el poder, que aspiran por encima de todo al mando único, a ser adorados por una población sumisa que debe agradecer que ellos sean los que les gobiernen. Ambos desean ser dictadores, y por eso admiran a los que ya lo son. A Trump se le iban los ojitos cada vez que se reunía con Putin, el norcoreano o personajes por el estilo, admiraba la fuerza que desprendían y, sobre todo, que nada les impedía hacer su voluntad, ni molestas leyes instituciones, procedimientos, oposiciones o libertades, todo estaba bajo su bota única. A Iglesias le pasa lo mismo. A escala, en su círculo de influencia, ya ha apartado a todos aquellos que pudieran hacerle sombra, convirtiendo su partido político en un movimiento mesiánico de apoyo al líder que es tan caricaturesco como siniestro. Si detentase el poder total haría lo mismo con todos los que no se postren a sus pies, y por eso adora, como lo hacía Trump, a sujetos que mandad sin control, como Maduro en Venezuela, o el inevitable Putin, referente (y quizás financiador) de todos ellos. Iglesias no es un político, no es alguien que aspira al poder sabiendo que tiene que cumplir reglas, no. Es un agitador, un subversivo, alguien obsesionado con el poder, que ve a las elecciones como una molestia necesaria para alcanzarlo y que, una vez en él, se puede prescindir de comicios, porque se ha llegado a la perfección. Iglesias considera legítimo todo lo que le permita mantenerse en el poder o alcanzarlo, e ilegítimo lo que pueda estorbarle, oponerse o enfrentarse a su designio. No es el único, tampoco en nuestro país. Hemos visto como proyectos totalitarios en el País Vasco o Cataluña no han dudado, en el caso vasco, en recurrir a la violencia terrorista para imponer la dictadura a la que aspiraban, y obviamente Iglesias les admira. En el presunto extremo opuesto del espectro ideológico vemos movimientos igualmente totalitarios que se envuelven en la bandera nacional con el único fin de que sirva para pisotear a otros. Es una historia refleja, un movimiento igualmente repulsivo que considera la ley, el voto, la representatividad, los derechos y la democracia como un estorbo para conseguir sus fines. En el fondo los líderes de estos grupos extremistas admiran a un Iglesias que sigue dando lecciones, cada día, sobre cómo abusar en y desde el poder teniendo siempre en mente el proyecto de dominación que le ciega. Iglesias es uno de los suyos, y aunque se muestren un odio cainita de cara a la galería, comparten medios, estilos, formas y herramientas para socavar la democracia, lo que les impide llevar a cabo su proyecto de dictadura soñada.

Sánchez, que cambia tanto de opinión que ha dejado ya claro a todo el mundo que carece de ella, dijo que tendría pesadillas en un gobierno de coalición con Podemos. Él no se, el resto del país sí las sufre. Con cientos de muertos al día y la economía destrozada, el vicepresidente segundo sigue en sus conspiraciones octubristas, soñando con los cielos del poder absoluto, y su jefe calla. A muchos les mencioné la fábula del escorpión, que no puede evitar picar a la rana en medio del río porque está en su naturaleza, provocando el ahogamiento de ambos. Iglesias se hunde, cada vez pinta menos, harta a todos con su discurso plagado de mentiras y abusos, pero sigue ahí, de momento, cobrando e incordiando. Y Sánchez calla.

miércoles, febrero 10, 2021

Invasión marciana

Cuando uno escucha el título que he escogido para el artículo de hoy piensa en la llegada de extraterrestres a nuestro mundo con intenciones hostiles, tomas del Capitolio y demás escenas similares que tanto éxito han tenido en incontables películas. Lo cierto es que, en el mundo real, vimos a primero de enero como el legislativo norteamericano puede ser asaltado por personajes que podrían ser calificados como marcianos por su aspecto y comportamiento, pero que eran muy, demasiado, terrestres. Hasta en eso han perdido la exclusiva los alienígenas, y en esos días somos nosotros los que estamos invadiendo Marte con sondas y naves espaciales.

Ayer EAU, ese pequeño conjunto de ricos y semifeudales principados que viven asociados en el Golfo Pérsico, logró un enorme éxito al conseguir poner en órbita la sonda marciana Hope, esperanza, en su nombre anglosajón, Al Amal en su denominación árabe. Esta es la primera de las tres misiones que llegarán al planeta rojo. Cada dos años las trayectorias orbitales de Marte y la Tierra se colocan en la posición en la que se minimiza el tiempo de viaje entre ambos mundos, por lo que aprovechando esa denominada ventana de lanzamientos se suelen preparar misiones y lanzarlas. La última ventana tuvo lugar en junio del año pasado, e iban a ser cuatro las misiones que aprovechasen el momento para emprender viaje. Una de ellas, la europea Exo Mars, con participación rusa, sufrió problemas técnicos en una de sus fases finales y no pudo estar preparada para ese verano, por lo que si todo va bien se lanzará en 2022, pero las otras tres sí partieron como estaba previsto. La primera, la emiratí, que ayer logró su inserción en la órbita marciana. Es una misión que consta de un solo elemento, un satélite que orbitará el planeta, lo observará y estudiará algunos de sus elementos, principalmente de la atmósfera. La siguiente misión en llegar, lo hará hoy, es la china. Es el primer intento chino de llegar a Marte y, como lo hacen últimamente en ese país, es a lo grade. La misión consta de un satélite orbitador y un módulo de descenso que tiene que amartizar, por así llamarlo, y que contiene en su interior un pequeño robot con ruedas, muy similar en su aspecto al antiguo Sojourner de la NASA, el primero que logró moverse por la superficie roja. El reto chino es enorme, tiene que lograr la inserción orbital, lo que ayer consiguió la sonda emiratí, estabilizarla, soltar su carga que esta logre tocar suelo sin estrellarse (algo de una enorme dificultad en Marte) y que el robot funcione, se mueva y lo pueda contar. Una misión realmente difícil en la que China quiere dar, de golpe, todos los pasos que, uno a uno, fue dando EEUU durante varios años de intentonas, éxitos y fracasos. La semana que viene, el jueves 18, llegará la tercera misión, la norteamericana. En este caso lo que se manda es a Perseverance, un Rover a un más grande que el Curiosity que deambula por Marte desde hace ya algunos años. Del tamaño de un coche grande, con un peso de unas dos toneladas, la misión norteamericana no lleva orbitador, porque ya tiene algunos que deambulan por aquella atmósfera desde hace un tiempo, y vuelve a ser una apuesta muy arriesgada dado el método de amartizaje escogido. El peso del rover es tal que el escudo protector y los paracaídas le frenarán algo en su entrada al planeta, pero no serán capaces de que alcance una velocidad suave. La tenue atmósfera marciana impide planear ni frenar aerodinámicamente, por lo que un sistema de retrocohetes y cables de los que colgará el rover tratarán de llevarlo a la superficie de la manera más suave posible, en una estrategia tan arriesgada como espectacular que, hace unos años, funcionó perfectamente con Curiosity, pero que no deja de tener unas elevadas posibilidades de fallo. La NASA tiene experiencias exitosas y calamitosas en Marte, y en poco más de una semana sabremos a que grupo de ellas se une esta última misión. Su destino es el cráter Jezero, lo que se supone que es el fondo de un lago sedimentado hace muchos millones de años.

Ahora mismo Marte está a once minutos luz de la tierra, tardaríamos un poco menos de media hora en poder cruzarnos un “hola”, por lo que todos los procedimientos de inserción orbital, descenso y demás acciones que estén previstas se han automatizado y se controlan desde el ordenador de las sondas. Eso hace que el más mínimo error no pueda ser solventado a última hora por un equipo desde la Tierra, que sólo puede cruzar los dedos y esperar las señales que indiquen lo que ha pasado. La meteorología marciana es uno de los muchos factores que condicionan las misiones que tratan de llegar a su superficie. Alcanzar el planeta es una proeza, de ahí en adelante todo se convierte en épica.

martes, febrero 09, 2021

Fiestas ilegales

Sábado pasado, noche empezada. 20:15 más o menos, una hora tempranera que, hoy en día, equivale a lo profundo de la madrugada del tiempo que denominábamos normal. Tras pasar un rato por la tarde viendo librerías y comprando ejemplares, caminaba rumbo al metro dando un largo paseo, y en esto, al acercarme a la esquina de Castelló con Alcalá, se empezaba a oír un chunda chunda que atronaba entre las calles, laterales, no muy anchas, ideales para rebotar el ruido. Llegué a esa esquina y el sonido era intenso, por lo que paré un poco mi paseo y me puse a curiosear de dónde provendría. No tarde ni un par de segundos en identificar el segundo piso de un portal como la fuente del sonido.

Un piso de esos que, ni con todo el dinero que sea capaz de imaginar que pueda ganar en mi vida podría aspirar a comprar. De tres balcones a la calle, de ventanales muy altos, de esos que van desde el suelo hasta el techo, imitando las fachadas francesas, pero con la pared de ladrillo hispánico, que pretende ser piedra pero que se queda en sueños de gloria. Luz amarillenta surgía de esos tres balcones, abiertos, desde los que la música sonaba con intensidad. La temperatura en la calle era fría, sin exageraciones, pero molesta, con algo de viento y humedad por lo que había llovido durante el día, pero en ese piso, con las hojas de las ventanas giradas de par en par, no importaba nada de lo que sucediera en la calle. Se intuían sombras que se movían por ahí y, de vez en cuando, algunas de ellas se materializaban en personas que se asomaban a los balcones, ellos y ellas, indistinguibles, tenían como seña en común vasos de tubo en sus manos. Algunos fumaban, otros no. Era imposible desde donde estaba, y con el contraste entre la luz que salía del piso y la noche de la calle distinguir rostros, detalle, características de sus ropas o calzado. Se les intuía jóvenes, modernos supongo, no mileuristas, al menos el dueño del piso o su familia, y de un gusto musical realmente mejorable, dado lo que no dejaba de sonar. Por lo poco que vi me pareció que, como suele ser habitual, había más chicos que chicas, pero al menos dos de melena larga sí estaban en un momento dado asomados a la balconada. No pasaba mucha gente por la calle, en esa nueva madrugada, y los pocos que lo hacían se quedaban como yo, echando un vistazo rápido al piso del que salía luz y ruido. Al menos no era reguetón lo que destruía la tranquilidad de la calle, pero era una fuente de inquietud. No se lo que pasaría dentro del piso, imposible saberlo, durante un momento recordé algunas escenas mías en fiestas de pisos, en las que se repetían los momentos felices con otros en los que el recuerdo de chicas interesantes, tan cercanas en ese momento, se mostraban distantes y lejanas como nunca. Cuando bajo el mismo techo veías que no había opciones era cuando realmente te dabas cuenta de que ese intento, otro más había fracasado. En esas fiestas lo que pasaba fuera del piso no existía, el mundo de la calle era un decorado impuesto que jugaba el papel de tramoya, de escenario de la obra, que como los de un teatro puede ser intercambiado al momento por otro, descorriéndolo y dejándolo oculto si hace falta. Nada de lo que pasa fuera importa a los que, en ese momento, están de fiesta, hablando, intentando ligar, tomando algo, compartiendo cosas, miradas y momentos. Lo que digan en la calle que se abre bajo sus ventanas da igual, lo que murmuren los vecinos sobre el ruido y las molestias es apenas ruido de fondo, nada existe cuando la juerga joven se desmelena y se hace con las riendas de lo que, hasta hace no mucho, eran paredes, suelos, techos, habitaciones, lugares de vivienda, morada residencial, espacio de trabajo.

Apenas estuve un par de minutos frente a esos balcones, pensando si alguno de los vecinos u otro de los paseantes denunciaría la fiesta a la policía en tiempos de pandemia y restricciones. Yo no lo hice, y seguramente debía, pero no lo hice. Seguí mi camino y llegué a la boca de metro que me esperaba apenas una manzana más adelante que el cruce de la fiesta, con la sensación de que nada de lo que se informe y trate de concienciar a la sociedad sobre la mierda que es el coronavirus y los riesgos que tiene servirá cuando la despreocupada juventud está al mando. Y también, no se lo niego, me picó un poco de envidia, no se si sana o no, sobre cómo se lo estaban montando, cómo eludían la oscuridad de estos tiempos en sobredosis de hedonismo. Eso sí, la música era horrenda. Incluso antes del virus merecerían denuncia por escucharla.

lunes, febrero 08, 2021

Desde Rusia, con ardor

Esta noche, en su programación de cine clásico, La 2 emite “Desde Rusia con amor” una de las películas míticas de la saga 007 en la que Sean Connery encarna como nadie a ese agente británico en el contexto de la guerra fría que dominó la segunda mitad del pasado siglo XX. Era una época peligrosa, a la que hemos sobrevivido, pero que estuvo a punto de llevárselo todo por delante. Bastaba un malentendido o un accidente para que se desatase la guerra total entre dos potencias, y todo ello con el misterio respecto a lo que sucedía en la extinta URSS, de donde llegaban más rumores que certezas, y todo eran sombras. Finalmente, aquel imperio se derrumbó, pero seguimos desconociendo lo que pasa en el día a día ruso.

La visita de la semana pasada de Borrell, alto representante de la diplomacia europea a Moscú era un viaje arriesgado, el primero desde hace ya algunos años, en el que Europa trataba de marcar territorio en un lugar hostil para nuestros intereses. Como potencia herbívora, que se ha llamado, la UE vive en un mundo de normas, leyes, reglamentos, diplomacia, de relaciones internacionales basadas en la confrontación de poder, sí, pero que se dirimen por la negociación y el acuerdo. Con un PIB enorme y un músculo militar casi inexistente, la UE ve el mundo desde la preminencia de las relaciones económicas y sus intereses. Rusia es otra cosa. Heredera de la antigua URSS, de su presunto prestigio entre una decadente, pero no tan escasa capa de intelectuales, dueña de un ejército gigantesco y de un arsenal nuclear capaz de eliminar varias veces todo lo que se asoma por la superficie de la Tierra, su visión global difiere completamente de la nuestra. Su PIB es como el de España, siendo un país tres veces más poblado y el más extenso del planeta. Es, por tanto, pobre, su estructura económica se asemeja más a una nación en vías de desarrollo, con exportaciones basadas prácticamente en los sectores energéticos y mineros, vende materias primas e importa tecnología. El sector militar es de los pocos en los que sigue siendo una potencia mundial, y eso entre otras cosas porque es una potencia carnívora, que no duda en pegar dentelladas cuando le conviene y en usar la fuerza si es debido. Su nivel económico es infame, pero utiliza recursos asimétricos, como se les denomina ahora, para incordiar, molestar, generar rencillas en aquellos países a los que se enfrenta, intentando debilitarlos. Es un actor tramposo y peligroso, con el que la UE comparte una zona de frontera en el este en el que no hay obstáculo montañoso, una enorme pradera continua que se extiende desde Alemania hasta los Urales en la que hay naciones que fueron soviéticas y zonas rusófonas antes de llegar al territorio propiamente comandado por Moscú. Es un vecino complicado y con el que llevarse bien es difícil. Gran parte del este y centro de la UE depende del gas ruso para no morir congelado en los duros inviernos de esa zona (piense en varias “Filomenas” sin calefacción) y eso hace que las relaciones entre ambas potencias estén siempre sometidas a una disputa en la que la necesidad y la prevalencia se hayan en constante enfrentamiento. La UE no deja de denunciar los abusos de poder que Putin y su régimen autoritario cometen día sí y día también contra todo aquel que osa levantar la voz en un Moscú dictatorial, y desde el Kremlin no dejan de salir constantes mensajes de autosuficiencia, golpes bajos que tratan de desestabilizar a las instituciones europeas, intentos de debilitar a los países que conforman la unión y recordatorios de que nos conviene llevarnos bien en un tono que suena a veces a creíble amenaza mafiosa. Es por ello que las relaciones con este vecino, además de tener suma importancia, resultan de una complejidad enorme y cada paso debe darse con mucha cautela y preparación.

A la vista de los resultados del encuentro de la semana pasada hay serias dudas sobre si la UE preparó como es debido la reunión, vito el palo que se ha llevado Borrell. Su homólogo ruso, Sergei Lavrov, es un perro viejo que se las sabe todas y que no ha dudado en recurrir a comparaciones absurdas e hirientes, como la del uso de los sediciosos del independentismo catalán, para contrarrestar las peticiones europeas de liberación del opositor Navalny. Y de propina, con Borrell aún en el país, expulsó a tres diplomáticos de la UE por estar acusados de apoyar las protestas democráticas. Sospecho que el viaje de vuelta de Borrell a Bruselas tuvo que ser bastante más doloroso que el de ida, lleno de ardores y remordimientos.

viernes, febrero 05, 2021

Alivio, que no respiro

Parece que la curva afloja, que el ritmo diario de positivos sea frenado en el país y que el giro que experimentan las medias móviles es consistente. Como en otras curvas se da el principio entrópico de que es más fácil empeorar que mejorar. Destruir empleo es sencillo, crear puestos de trabajo cuesta, y por eso la curva del desempleo tiene una elevada pendiente de subida y una suave de posterior bajada. Aquí es similar, el disparo de contagios empieza siempre con fuerza y, una vez que nos alarmamos de verdad y empezamos a tomar medidas, frena su velocidad de ascenso, toca un techo y comienza a bajar poco a poco. Y entre medias, muertes.

La gestión de esta curva de positivos nos muestra, una y otra vez, cerca ya del aniversario del primer confinamiento, que hemos aprendido muy poco a comportarnos ante el virus, y que a la primera señal que vemos de aflojamiento en el ritmo de contagios nos relajamos para que la curva vuelva a, en unas semanas, a coger impulso. Desde el principio de la pandemia actuamos de manera reactiva, a remolque del virus, pero nada hacemos proactivamente, para prevenir su expansión. Quizás recuerden, entre la primera y segunda ola, la insistencia que se hizo en contar con un sistema de rastreo eficaz que permitiera saber qué personas habían estado en contacto con los positivos para trazar cadenas de contagio y establecer aislamientos preventivos que cortaran la transmisión. Todas las CCAA dijeron que iban a crear estructuras de rastreo de enormes proporciones para llevar a cabo este trabajo. Meses después se vio que nada de nada, que la tónica dominante era la de equipos pequeños, mal formados, mal pagados, cuando lo eran, que no podían seguir traza de contagio por mucho empeño que le pusieran. El sistema de rastreo fracasó por falta de medios, en definitiva, por falta de ganas de quienes debían ponerlo en marcha. Y este es sólo un ejemplo de muchos posibles sobre lo que podíamos haber hecho para anticiparnos y lo que no hemos hecho. La evolución de las curvas en las sociedades occidentales, las asiáticas son distintas y en esto nos han dado una lección absoluta, muestran que nuestro modo de vida es lo que más gasolina otorga al virus, y que tarde o temprano las crestas vuelven, pero sabiendo eso, y sabiendo que una cresta de contagios implica una cresta posterior de muertes, todos los esfuerzos debieran destinarse a atrasar ese momento de crecimiento de los contagios, a monitorizarlo en detalle, a detectar el momento en el que cambia la tendencia y vuelve a subir para actuar, si se quiere al principio de manera más quirúrgica y luego más drástica, para que esa subida sea lo menor posible, aunque sepamos que es imposible que no llegue a darse. Pero no, no hacemos nada antes para evitar el ascenso. A la mínima, desde todas las autoridades, se lanza el mensaje de que hemos ganado al virus, alguno tendrá el morro de repetirlo por tercera vez dentro de unos días, y se conmina a la población a que vuelva a la normalidad despreocupada, a que salga y gaste, y eso es la receta perfecta para que en unas semanas se vuelva a cebar la bomba. Súmenle a todo esto el efecto de variantes víricas con mayor capacidad de contagio y la posibilidad de afrontar curvas explosivas sigue estando ahí, encima de la mesa. Dado el historial de las anteriores olas, y los cantos de sirena que ya se escuchan, es probable que tengamos un febrero de descenso en la incidencia de los casos, y que consideremos ganada esta batalla cuando alcancemos cidras de incidencia tan abultadas como los 300 o 200 casos por cien mil en catorce días, como pasó en la segunda ola, y que la Semana Santa se convierta en un nuevo lugar de expansión de los contagios, y vuelta a empezar.

Sólo hay un factor que puede alterar este vaivén de curvas y fallecimientos, que es la vacunación, Cuanto más y más vacunemos el número de positivos es probable que no se vea afectado, pero sí su efecto en forma de muchas menos hospitalizaciones y muertes. Es la única manera que tenemos de ganar, esta vez sí, al virus, vista la forma en la que vivimos y la necedad con la que planteamos los sistemas de control de la enfermedad. El ritmo de vacunación sigue siendo lento, desesperadamente lento, pero cada día hay más personas inmunes. Es el clavo al que agarrarse, es la esperanza que nos puede salvar, no hay otra. Nada es más urgente y prioritario que vacunar, nada. Pero eso no es lo que piensan lo que nos rigen, y así nos va.

jueves, febrero 04, 2021

B, de Bárcenas, de caja B

Hemos visto que se puede aprender mucho de las películas. Las de catástrofes nos relatan cómo asaltar supermercados cuando no queda comida en ellos, aunque no digan nada del papel higiénico, y muestran cómo al llegar el momento de salvarse los aprovechados son los que acaparan el espacio en los botes salvavidas, o las vacunas si estamos ante una epidemia, inventando falsas excusas para esconder sus actos. En todos los casos los pringados caen y, por la magnanimidad del guionista, alguno de los malos también, para dar carnaza al espectador. En las pelis de mafiosos las cosas son un poco más complicadas, pero también es habitual que los pactos se rompan por cuestiones menores, que no fueron previstas por quienes los hicieron.

La confesión de la caja B del PP por parte de Luis Bárcenas que se supo ayer es uno de esos giros de guion que tanto gustan a los escritores de tramas que todo el mundo intuía que tenía que acabar pasando pero que no llegaba, y que no se encontraba por parte de los creadores del relato la clave que permitiese que se revelase esa verdad. Desde el momento en el que pillaron a Rajoy con aquel SMS “Luis, se fuerte, hacemos lo que podemos” estaba bastante claro quién era quién en todo ese entramado de corrupción financiera, y a lo largo de estos años el papel de Bárcenas ha estado oscilando entre el contable arrepentido (un clásico papel en las pelis de mafiosos, casi tanto como el acariciado gato del más malo) y el responsable profesional que no sabía de qué le estaban hablando. Numerosos medios comentaban desde hace tiempo que el PP, la dirigencia de entonces, tenía un acuerdo tácito con Bárcenas. Se le intentaría salvar a él mediante los recursos del poder cuando el partido estuviera en el gobierno, siendo ese “hacemos lo que podemos” la expresión de ese pacto. Si eso no fuera posible, se le garantizaba que al menos a su mujer nada le afectaría, nada le pasaría. Este presunto pacto de (tramposos) caballeros esconde lo habitual en estos casos, un conjunto de traiciones mutuas. El PP decía que haría lo comentado pero es poco probable que, en el poder, se quisiera meter en charcos para salvar a lo que el partido consideraba como poco más que un empleado, por lo que intentaron robarle la información que tuviera el fuerte de Luis en su poder mediante una trama de una torpeza tan absoluta como tronchante, incluyendo el uso de policía paralela, personajes disfrazados de curas y espías a la casa de Bárcenas que hubieran quedado grotescos hasta en los tebeos de Mortadelo. De los que idearon estas argucias para salvar al partido, más allá de su condena por corruptos, merecen muchos años de cárcel por la estupidez que pergeñaron. Por su parte Luis, que no es tan tonto, conservó copias de la documentación que le implicaba a él y a muchos otros a sabiendas de que eran su seguro y el de su mujer. Lo de conservar copias es algo que aparece en todas las pelis de corrupción y es asombroso que los dirigentes del PP confiasen su suerte a la trama payasa antes comentada. Quizás confiaban en que el tiempo ablandase a Luis y apechugara con lo suyo, y que no quisiera montar el lío pese a lo de su mujer, a pesar de lo que él insistió en este asunto. Rosalía Mera, que así se llama la esposa, ha resultado ser una de las piezas clave de todo este asunto, y su caída puede acabar arrastrando a todos los que en su momento pactaron su destino en torno al dinero ilegal que se recaudaba y distribuía en Génova. La trama tampoco es muy original. Un partido que no posee ingresos y quiere gastar para ganar las elecciones, unos empresarios que se ofrecen a donar a cambio de contratos futuros, unos políticos que prometen esos contratos si llegan al poder y dinero que va y viene, que requiere ser contado, registrado, repartido y escondido. Y un tesorero fiel que, como el aceite, engrasa toda la maquinaria y permite que gire como es debido. El ABC de la corruptela política, nada nuevo bajo el Sol.

La marca PP la lleva cruda para quitarse de encima el sambenito de corrupta, y peor que lo va a pasar a medida que las personas incriminadas por Bárcenas tengan que desfilar por banquillos y hacer frente a sus responsabilidades. Los actuales dirigentes del partido tiene pinta de que no estaban ni en la universidad cuando todas estas cosas pasaban (algunos aún ni se han sacado el máster) pero tendrán que lidiar con el peso de la opinión pública por el cargo que ocupan y por el logo que muestran detrás. Otros dirigentes del partido, que no aparecen en estos listados de Luis, podrán sacar pecho y decir que ellos no se llevaron nada y alguna vieja gloria de la casa, que no deja de conspirar, debiera contar cuánto se llevó en sus tiempos en los que España iba bien, pero sus finanzas personales aún mejor. Una buena panda de golfos.

miércoles, febrero 03, 2021

El capitán Sir Tom Moore

A las pocas semanas del inicio del cierre de marzo del año pasado, aún con casi todos conmocionados por lo que nos pasaba, empezaron a surgir discrepancias y diferencias de fondo entre los políticos y el comportamiento de algunos ciudadanos. Con el paso del tiempo esas discrepancias han ido a más, y el ruido nos domina. En aquellos días de muerte y contagio, tan similares a los de ahora, comentó Carlos Alsina en uno de sus editoriales que cada uno de nosotros debía decidir qué hacer y decir de manera que eso fuera útil a los demás, a todos los demás, y que si no lograba ser de utilidad, lo mejor era la inacción y el silencio, y no molestar a los que trabajaban sin descanso para aliviar el sufrimiento de todos.

Reino Unido entró en el confinamiento de primavera algo más tarde que nosotros, repitiendo de manera absurda nuestro retraso a la hora de tomar esa decisión y pagando por ello, como nosotros, un exceso de vidas perdidas y de dolor. Supongo que allí, como en todas, muchos trabajaban, algunos perturbaban y la mayoría estaba en casa sin hacer nada, que era lo debido, evitando así contagios. Hubo un hombre en ese país que en esos días alcanzó relevancia internacional por hacer algo tan sencillo y, en principio inútil, como dar vueltas al jardín de su casa. Se trataba de Tom Moore, antiguo capitán del ejército británico, veterano de la II Guerra Mundial, que combatió en las selvas de Birmania. A sus 99 años, supongo que Moore se pasaba mucho tiempo en casa viendo la tele, y contempló como, al igual que en el resto de países, el sistema sanitario británico era arrasado por una ola de enfermos a los que no había forma de atender. Faltaban recursos, medios, personal, de todo. Tom pensó, se dijo que algo tenía que hacer, y en vez de ponerse a tuitear furiosamente diciendo que él lo sabía todo y que el resto eran unos inútiles, decidió caminar. Cogió su andador y, haciendo uso de las redes sociales, creo un reto viral en el que animaba a donar dinero al servicio público de salud, allí denominado NHS, a medida que el daba vueltas a su jardín. Su imagen de anciano venerable, de edad infinita, apoyado en el andador recorriendo los márgenes de la parcela de césped de su casa apareció un día en las televisiones de nuestro país, ilustrando la noticia de que el reto de Moore se había convertido en una sensación en Reino Unido y estaba logrando movilizar a la sociedad y generando abundantes donaciones. Moore caminaba despacio, pero seguro. Ataviado con un sobrio traje azul en cuya pechera destacaban numerosas condecoraciones, mostraba una imagen venerable, pero llena de determinación. En silencio, sin dejar de mirar el frente, imagino que pasándolo mal, sintiendo dolores abundantes y miedo de caídas, Moore caminaba y daba vueltas, y la recaudación crecía. Este señor logró, con su acto, convertirse en una celebridad en su país, y en muchos otros, pero lo más importantes es que animó las donaciones, que superaron los treinta millones de euros para el necesitado sistema sanitario. Cuando la primera ola bajó y se produjo la desescalada, allí también con los errores de todos conocidos, Moore fue recibido por la reina, que le nombró caballero, le dio el título de Sir y le impuso la espada en los hombros, rememorando de una manera algo teatral pero sentida la ceremonia que se ve en muchas películas. En la imagen dos personas de edad muy avanzada se miran con mutua admiración. Una de ellas posee un poder establecido por la ley y la tradición, otra tiene un poder ganado por el prestigio de sus actos y el valor mostrado. Ambas comparten la sensación de estar apurando el final de sus vidas y la necesidad de realizar actos que les llenen de sentido y sirvan para los que les rodean. Moore fue, en 2020, una de las personas más célebres en un Reino Unido en el que las divisiones también van a más y que presenta enormes destrozos económicos y sociales producto de esta maldita pandemia. Moore fue esperanza entre los suyos.

La semana pasada se supo que, en el marasmo de esta tercera ola, Moore había sido ingresado, con 100 años cumplidos, por coronavirus. No ha podido superar la enfermedad y ayer se supo que su nombre se une al de muchos miles que han caído víctimas del virus. Los homenajes a su figura comenzaron casi al instante y el sentimiento de pena y pérdida que se empezó a vivir en Reino Unido era tan justificado como compartible por todas las personas de bien del resto del mundo. La lección que nos ha dado Moore en este año de dolores es enorme, su ejemplaridad, inmensa, y el agradecimiento que se merece no hay manera de expresarlo con palabras, o no al menos con las que se me ocurren mientras veo imágenes que resumen su larga y fructífera vida. A él le sean tributados todos los honores posibles

martes, febrero 02, 2021

Golpe en la decepcionante Myanmar

La historia reciente de Birmania, país hoy conocido como Myanmar, es la de un ejército y su gestión del poder. Desde hace más de medio siglo las tropas de ese país han controlado, directamente, o como poder fáctico, el rumbo del país, con una dictadura militar estricta de cerca de medio siglo y una última década en la que la democracia parecía abrirse camino en medio de la espesa jungla de espadones, bueno, más bien de fusiles. La comunidad internacional ha respaldado con ganas las fuerzas prodemocráticas de ese país y ha depositado grandes esperanzas en sus líderes. Hace unos años parecía que las cosas iban a ir razonablemente bien y que el país se encaminaba hacia una nueva época de libertad.

Lo cierto es que, para los amantes de la democracia y, si me apuran, la verdad, Myanmar es sinónimo de amarga, profunda decepción. Como la ley de Murphy reza, lo que podía salir mal ha salido mal, y la frustración global hacia esa nación la encarna una mujer de nombre complejo, aspecto frágil e historia retorcida, Aung San Suu Kyi. Durante la última dictadura militar Aung encabezó los movimientos prodemocracia y se hizo una imagen internacional de luchadora por la libertad. Su figura, de aspecto físicamente endeble, contrataba con la de los militares que regían el país, y todo eran elogios hacia su movimiento, en el que la no violencia era una de las bases fundamentales. La religión mayoritaria del país es el budismo, y eso encandiló aún más a las mentes occidentales. Aung recibió el Premio Nobel de la Paz en 1991 y eso la elevó al olimpo de las figuras respetables globales, y le otorgó una protección internacional para darle margen en su país. Con los años el régimen militar aceptó un proceso de transición tutelada y se celebraron elecciones en el país, con una nueva constitución en la que, para que se hagan una idea, otorgaba a los militares la cuarta parte de los escaños en el parlamento. El movimiento de Aung se hizo con el poder, pero sin que ella lo encabezase como tal, de forma que se convirtió en una figura con gran poder moral y referencia en el país sin ocupar cargo. Myanmar entraba en una senda de normalización y, para la comunidad internacional, empezaba a ser un problema en vías de solución. Pero ahí está Murphy y su ley, siempre expectantes. Les he comentado antes que la religión mayoritaria del país es la budista, pero hay minorías, y una de ellas es la musulmana, que domina en una de las etnias que viven en aquel país, los Rohinyá. Poco después del restablecimiento de la democracia el gobierno de Rangún enfiló a los Rohinyá y empezó a acusarles de ser una de las fuentes de desestabilización del país. Los mensajes de odio desde el gobierno contra esta comunidad fueron creciendo de tono, y de las palabras se pasaron a los hechos. Deportaciones, destrucción de aldeas, movimientos forzados y campos de concentración fueron términos que empezaron a aparecer en los medios de comunicación referidos a las políticas, por llamarlas de alguna manera, que el gobierno de Myanmar decretaba contra una parte de la población de su país. Acciones intolerables, con un elevado componente de violencia, que empezaron a ser denunciadas por organizaciones defensoras de los derechos humanos, que contemplaban con asombro como una especie de genocidio se estaba organizando desde el poder contra un grupo de personas. La religión, en este caso, también servía de grieta, y el pacífico budismo que se vende al exterior podía ser tan violento y miserable como cualquier otra ideología cuando es usada por el poder como arma para inflamar los corazones y sembrarlos de odio. Y todo con la pasividad absoluta de Aung, la figura prominente, que callaba sin cesar ante las acusaciones internacionales sobre lo que pasaba. Que Myanmar sea un país pobre y algo olvidado, y que los Rohinyá sean aún más pobres, y sí, musulmanes, ha contribuido a que este escándalo no haya sido uno de los mayores de los últimos años en nuestro entorno, pero el mundo anglosajón sí se ha fijado mucho en él, y sigue sin entender casi nada. Sobre todo la traición que Aung ha perpetrado a los valores democráticos que decía defender y que la encumbraron. Ese término, traición es, quizás, el que mejor define su postura.

Ahora Aung, el gobierno elegido y otros altos cargos del país están detenidos por la cúpula militar que ayer dio un nuevo golpe de estado en el país, sin que les pueda decir si había ruido de sables o rumores de intentona, porque no tengo ni idea al respecto. El posible fraude en unos pasados comicios ha sido alegado por los militares para volver por donde nunca se fueron del todo y anuncian que convocarán elecciones para dentro de un año, tiempo en el que permanecerán en el poder. No están nada claras sus intenciones futuras ni qué va a pasar con los anteriores gobernantes del país, ni sobre el papel de Aung, cuya liberación se pide desde un occidente mareado y confuso. Lo que parece seguro es que nada cambiará para los oprimidos Rohinyá.

lunes, febrero 01, 2021

Disolverse

Ayer por la tarde fui al cine a ver “El padre” película protagonizada por Anthony Hopkins y Olivia Colman. En ella representa el papel de una hija que contempla como su padre, que lo ha debido de ser todo, cae poco a poco en la demencia, y empieza a perder el control de sí mismo. El relato, contado desde la perspectiva de ambos, introduce en el espectador la enorme confusión por la que pasa el veterano protagonista al vivir en un mundo que se derrumba, en el que empieza a no saber qué es cierto y qué no, y que no tiene camino de retorno. El sufrimiento que se muestra a lo largo de toda la proyección es auténtico y los dos actores, junto a un breve reparto de acompañantes, bordan sus papeles de una manera sobria y sincera.

No genera dolor como el cáncer, no implica sufrimientos como los asociados a la quimioterapia, no conlleva parálisis como la degeneración artrítica, pero creo que no hay padecimiento más cruel que el Alzheimer o, en conjunto, las demencias de todo tipo. Difíciles de diagnosticar en sus estadios iniciales, propensas al chiste fácil que todos hemos hecho cuando se nos ha olvidado algo en casa, el surgimiento de una enfermedad de este tipo supone el estallido de una bomba devastadora en quien lo padece y su entorno. Hoy en día hay vías para poder luchar contra algunos tipos de cáncer, y ese diagnóstico no es ya sinónimo de muerte temprana y dolorosa, sino en muchas ocasiones de vida larga, controlada, sí, pero extensa. No es el caso de las demencias, que no se frenan, que no hay nada conocido que les pueda hacer frente, y que no hacen sino progresar de manera constante en la mente del afectado, que contempla al principio con asombro los cambios que experimenta su mundo a medida que deja de ser consciente de que su mundo ya no es lo que era. Muchas veces esos primeros estadios de la enfermedad se acompañan de ira, creo que no tanto por la negación de lo que pasa, que también, como por la confusión de no entender, de ver y sentir cosas que no concuerdan con la realidad que uno percibe, y esto es algo que la película de ayer muestra de una manera original y cruda. El enfermo contempla un mundo al que trata de aplicar su conocida lógica, pero y no funciona. Se descuadra, lo que le servía de brújula empieza a perderle, y eso enfada a cualquiera. Los nombres fechas, referencias, recuerdos, localizaciones, todas las piezas que conforman el mapa en el que nos situamos en la vida se desordenan, y se hace imposible vivir de manera normal. Piense usted que, cada mañana, al levantarse, se encontrara con su casa desordena, con cosas tiradas por el suelo y que, somnoliento, de camino al baño, se tropezase con ellas haciéndose daño. Las coloca en su sitio pero, a las pocas horas, vuelve a tropezar porque otros objetos aparecen por ahí cruzándose en su camino. Seguro que estaría despotricando en alto durante bastante tiempo y acordándose de la familia de esos objetos y de quienes los han puesto ahí. Algo similar parece que pasa en las mentes de los enfermos, que se desordenan, se convierten en lugares llenos de tropiezos, de trampas, de agujeros que sortear para evitar caerse, cosa que no siempre se consigue. Poco a poco el enfermo, que mantiene el aspecto de siempre, deja de ser el que era, se convierte en algo cada vez más extraño para sus conocidos, porque mantiene rostro, voz, expresión, pero lo que de él emana deja de ser lo sabido, para convertirse en extraño. Los enfermos acaban por ser carcasas de sí mismos, representaciones de la persona que fueron, cuerpos en los que esa personalidad, que residía en sus mentes, se está marchando, se aleja. Eso genera para todos los que les rodean no sólo una pena enorme, sino incomprensión, porque no ven dolor, no se ven cicatrices, no se ven daños que permitan explicar la enfermedad. La crueldad es extrema para todos.

Un detalle sobre la estancia en el cine. Éramos trece personas las que estábamos en la sala, de más de veinte filas de largo. Tres parejas, un par de señoras mayores y tres sueltos. Las entradas estaban numeradas pero, la verdad, uno podía sentarse donde le diera la gana sin problemas, y la distancia de seguridad entre todos era un abismo de butacas vacías, que sólo generaban coste. Con entradas de ese tipo no es posible ni pagar la luz de la sala, y al salir de la proyección pensaba tanto en lo que había visto como en la imposibilidad de que, con la que está cayendo, los cines puedan sobrevivir Ni ellos ni muchos otros negocios. Tarde de domingo ventosa y con nubes, sin lluvia pero con demasiadas cosas en la cabeza. Por favor, que sigan ahí mucho tiempo.