Me da que, tras ver el título de hoy, de los cuatro lectores despistados que se puedan pasar a diario por aquí uno ya lo ha dejado, dos están en dudas y el último veremos a ver hasta dónde aguanta. Sólo mentar esta palabra y ya se tuerce el gesto como si se utilizara un grueso insulto, y son tantos los eufemismos baratos que usamos para describirla, como ese de la “larga y dura enfermedad” que suponen, directamente, un insulto a los pacientes que sufren de este mal. No queremos asumir que nos puede tocar a cada uno de nosotros, que los que lo pasan son inferiores, o menos, o distintos, y que eso no tocará nuestro cuerpo o vida. Enorme error de presunción, típico de los humanos. Pero sabemos leer y debemos evitar car en esas burdas equivocaciones
Dos han sido las noticias de esta semana relacionadas con el cáncer que lo han vuelto a poner sobre la mesa, y ambas tienen nombre y apellido, como usted y yo. El lunes Julia Otero hizo público que le habían detectado un tumor en un control rutinario, explicando así su ausencia de varios días ante los micrófonos. Dijo Julia una frase interesante, que es que ha empezado a conjugar el cáncer en primera persona, no a verbalizarlo como hacemos los que no lo tenemos, en una tercer genérica, ausente de uno mismo. El poner juntas esas dos palabras, yo y cáncer, es el primer paso para asumir a lo que uno se enfrenta. La otra noticia fue la emisión el domingo en La Sexta de “Eso que tú me das” la última entrevista que concedió el cantante Pau Dones a Jordi Évole en su refugio del Pirineo cuando estaba ya en fase terminal. De hecho, según se indica en los rótulos de cierre, Pau falleció dos semanas después de ese encuentro. En la entrevista se ve a una persona físicamente destruida, a alguien cuya actividad en el escenario le exigía un gran trabajo corporal y que, ahora, enganchado a una sonda que le permite alimentarse y casi clavado en una silla, era una sombra del que fue. Pero la mente de Pau seguía siendo lo que fue. Era un tipo simpático, autor de canciones agradables que escuchabas y te dejaban un poso alegre. Comercial, sí, pero con gusto. Se lanzó a la aventura musical y tuvo triunfos sonados, como la inmortal “la flaca” y sobrevivió a ellos. Hizo público su cáncer y pasaron unos cuatro o cinco años desde aquel momento y el de su muerte, hace no muchos meses. El testimonio de Donés no era el de alguien resentido o cabreado, aunque dijo que pasaba por momentos de enfado, más que comprensibles. Era el de una persona que daba gracias por lo que había vivido y se dedicaba a recordar lo pasado con sus errores y aciertos, con lo que pensaba que sabía y la vida le había demostrado que no y con lo que había aprendido. Muy al contrario de los nefastos libros de autoayuda que pueblan estantes y generan ansiedad, Pau estaba tranquilo y pedía algo más de tiempo, porque nunca es suficiente el que tenemos, pero se consideraba afortunado por haberse dedicado a la música, que era lo que le gustaba, y haber logrado no tanto el éxito, que a nadie le disgusta, sino el gusto, el saber que uno, varios, habían sido más felices escuchando sus temas. El testimonio era duro, sí, tanto en lo visual por la imagen que ofrecía Pau como por saber que ese documental sólo sería exhibido en salas y televisión tras la muerte del cantante. Asistía uno a una especie de creación testamentaria, como ese programa que había en Cuatro antaño, en el que el compromiso era que la entrevista se emitiese tras la muerte del entrevistado, pero sin enfermedad de por medio. Pero a la vez que duro, el trabajo era conmovedor, no en el sentido teatrero, sino en el solemne, el elegante. Dones y Évole jugaban mano a mano en una conversación serena en el silencio de una habitación con la montaña de fondo, y con las reflexiones cruzadas de dos personas que se conocen desde hace tiempo y saben que lo que están compartiendo será lo último en su conjunto caminar. Era elegante lo que se mostraba, no había lamento, lástima o sentimientos por el estilo. Era amistad.
Amistad y testimonio. Dones mostraba cómo la enfermedad le había consumido pero no convertido en un apestado. Normalizaba una imagen y un mal que se esconde como si de un virus ultracontagioso se tratase. En tiempos de dictadura de la imagen social, del filtrado y edición de las fotos hasta el absurdo para engañar a los demás con nuestra presunta perfecta escena, Dones miraba a la cámara, pegaba una patada en la entrepierna a todos los falsos de las redes sociales y les chuleaba desde su postración con una fuerza y descaro que daban gana de ponerse a aplaudir. Esa entrevista es un documental que merece ser visto en colegios e institutos, donde esa basura de textos de autoayuda debiera ser erradicada. Vean a Pau, al cáncer y a sus vivencias.
Subo a Elorrio hasta, si todo va normal en este anormal año, el martes inclusive. Debiéramos poder volver a leernos el miércoles 3 de marzo. Ánimo y cuídense.
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