Hemos visto que se puede aprender mucho de las películas. Las de catástrofes nos relatan cómo asaltar supermercados cuando no queda comida en ellos, aunque no digan nada del papel higiénico, y muestran cómo al llegar el momento de salvarse los aprovechados son los que acaparan el espacio en los botes salvavidas, o las vacunas si estamos ante una epidemia, inventando falsas excusas para esconder sus actos. En todos los casos los pringados caen y, por la magnanimidad del guionista, alguno de los malos también, para dar carnaza al espectador. En las pelis de mafiosos las cosas son un poco más complicadas, pero también es habitual que los pactos se rompan por cuestiones menores, que no fueron previstas por quienes los hicieron.
La confesión de la caja B del PP por parte de Luis Bárcenas que se supo ayer es uno de esos giros de guion que tanto gustan a los escritores de tramas que todo el mundo intuía que tenía que acabar pasando pero que no llegaba, y que no se encontraba por parte de los creadores del relato la clave que permitiese que se revelase esa verdad. Desde el momento en el que pillaron a Rajoy con aquel SMS “Luis, se fuerte, hacemos lo que podemos” estaba bastante claro quién era quién en todo ese entramado de corrupción financiera, y a lo largo de estos años el papel de Bárcenas ha estado oscilando entre el contable arrepentido (un clásico papel en las pelis de mafiosos, casi tanto como el acariciado gato del más malo) y el responsable profesional que no sabía de qué le estaban hablando. Numerosos medios comentaban desde hace tiempo que el PP, la dirigencia de entonces, tenía un acuerdo tácito con Bárcenas. Se le intentaría salvar a él mediante los recursos del poder cuando el partido estuviera en el gobierno, siendo ese “hacemos lo que podemos” la expresión de ese pacto. Si eso no fuera posible, se le garantizaba que al menos a su mujer nada le afectaría, nada le pasaría. Este presunto pacto de (tramposos) caballeros esconde lo habitual en estos casos, un conjunto de traiciones mutuas. El PP decía que haría lo comentado pero es poco probable que, en el poder, se quisiera meter en charcos para salvar a lo que el partido consideraba como poco más que un empleado, por lo que intentaron robarle la información que tuviera el fuerte de Luis en su poder mediante una trama de una torpeza tan absoluta como tronchante, incluyendo el uso de policía paralela, personajes disfrazados de curas y espías a la casa de Bárcenas que hubieran quedado grotescos hasta en los tebeos de Mortadelo. De los que idearon estas argucias para salvar al partido, más allá de su condena por corruptos, merecen muchos años de cárcel por la estupidez que pergeñaron. Por su parte Luis, que no es tan tonto, conservó copias de la documentación que le implicaba a él y a muchos otros a sabiendas de que eran su seguro y el de su mujer. Lo de conservar copias es algo que aparece en todas las pelis de corrupción y es asombroso que los dirigentes del PP confiasen su suerte a la trama payasa antes comentada. Quizás confiaban en que el tiempo ablandase a Luis y apechugara con lo suyo, y que no quisiera montar el lío pese a lo de su mujer, a pesar de lo que él insistió en este asunto. Rosalía Mera, que así se llama la esposa, ha resultado ser una de las piezas clave de todo este asunto, y su caída puede acabar arrastrando a todos los que en su momento pactaron su destino en torno al dinero ilegal que se recaudaba y distribuía en Génova. La trama tampoco es muy original. Un partido que no posee ingresos y quiere gastar para ganar las elecciones, unos empresarios que se ofrecen a donar a cambio de contratos futuros, unos políticos que prometen esos contratos si llegan al poder y dinero que va y viene, que requiere ser contado, registrado, repartido y escondido. Y un tesorero fiel que, como el aceite, engrasa toda la maquinaria y permite que gire como es debido. El ABC de la corruptela política, nada nuevo bajo el Sol.
La marca PP la lleva cruda para quitarse de encima el sambenito de corrupta, y peor que lo va a pasar a medida que las personas incriminadas por Bárcenas tengan que desfilar por banquillos y hacer frente a sus responsabilidades. Los actuales dirigentes del partido tiene pinta de que no estaban ni en la universidad cuando todas estas cosas pasaban (algunos aún ni se han sacado el máster) pero tendrán que lidiar con el peso de la opinión pública por el cargo que ocupan y por el logo que muestran detrás. Otros dirigentes del partido, que no aparecen en estos listados de Luis, podrán sacar pecho y decir que ellos no se llevaron nada y alguna vieja gloria de la casa, que no deja de conspirar, debiera contar cuánto se llevó en sus tiempos en los que España iba bien, pero sus finanzas personales aún mejor. Una buena panda de golfos.
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