El PP se lanza al mercado inmobiliario, del que quizás nunca haya salido del todo. En una decisión algo sorpresiva, que fue calificada como cosmética por el propio Casado hace algunos meses, el actual dirigente del partido anunció que abandonarán la sede de Génova 13 por estar envuelta en un proceso judicial. Ya lo estaba el viernes pasado, y meses y años atrás, pero nada espolea tanto a un partido como un resultado electoral, en este caso el nefasto obtenido en Cataluña. También esta decisión demuestra que el españolito de a pie sigue viendo en el ladrillo la solución a sus problemas de inversión y futuro, cuando a veces lo es y otras, para nada.
Dejar la sede, de la que el PP es propietario, tanto vendiéndola como alquilándola, proporcionará a la marca unos ingresos que le vendrán bien para tapar los agujeros que le producen los juicios en los que está inmersa y, supongo, ayudará a cuadrar unas cuentas que ahora no deben tener los ingresos extraordinarios de épocas pasadas, de vino, rosas y Bárcenas amistosos. La gestión por parte del PP de sus tramas corruptas es una muestra de no asunción de la realidad y de la no aplicación de ese dicho de que más vale ponerse una vez rojo que cien colorado. Empiezan a ser muchos años de procesos judiciales los que van desde que se destaparon los papeles de Bárcenas y aún quedan sesiones de los presentes y futuras vistas en las que la marca PP va a quedar sometida al escrutinio de la prensa, fiscalía y demás entes sin que el partido pueda decidir si tal o cual revelación salga en medio de una campaña electoral. ¿Ha perjudicado al PP que Bárcenas “cante” un par de semanas antes de los comicios catalanes? Bien no le ha venido, desde luego, pero peor ha sido la gestión de Casado de los últimos días con declaraciones a los medios referidas a la actuación de su partido en los días previos al sedicioso referéndum de 2017. Si nos retrotraemos a elecciones pasadas, las que tuvieron lugar el año pasado dieron dos resultados muy distintos a dos PPs muy diferentes en dos regiones que se parecen en lo mucho que llueve en ellas, y poco más. La cosecha de votos en el País Vasco fue desastrosa, entre otras cosas por la elección de Casado de un candidato ya amortizado y ajeno a la política vasca desde hace muchos años, que no tiene ni tirada ni discurso (por lo que se pudo ver ni leyéndolo). En Galicia el PP arrasó. Jugaba en casa, eso es cierto, y partía con ventaja, pero aun así logró unos resultados excelentes, por encima de lo que señalaban muchas encuestas. No es ese mérito de Casado, sino de Feijóo, y de una visión distinta del PP. ¿Quiero decir que basta con relevar a Casado del PP para arreglar ese partido? No, las cosas son más profundas, pero es a él a quien le ha tocado la tarea de atravesar el desierto de la oposición tras la derrota electoral, y comerse los marrones que surjan en el camino. Demuestra la experiencia política que, siendo más o menos capacitado, el líder que se encuentra en la posición de Casado se va a tragar mucho dolor, derrotas y amarguras, y que será otro el que recupere el poder para su formación. En la acera de enfrente Almunia o el desaparecido Rubalcaba podían contar historias semejantes, de partidos que comandaron en sus horas bajas y a los que decisiones propias, acertadas y erróneas, en poco contribuyeron a enderezar una nave que iba sin rumbo, como todo partido alejado del poder, y que logró encontrarlo cuando otro candidato, ZP o Sánchez, ganó unas elecciones ante errores propios del rival ajeno. Quizás Rajoy sea una excepción a esa regla, porque insistió hasta que la crisis le llevó a ganar, con la inestimable ayuda de un calamitoso ZP en medio de la quiebra, pero me da que Casado y compañía no quieren saber nada de Rajoy. Y que si le llaman será desde una vieja cabina de un perdido país del este, sin posibilidad de que la llamada quede registrada en ninguna parte.
La sede de Génova 13 es un edificio de, me suena, unas siete plantas que hace esquina con Zurbano y que se encuentra a no muchos metros de la Audiencia Nacional. Equidista más o menos de la plaza de Alonso Martínez y la de Colón, y es por tanto un caramelito para oficinas o, incluso, viviendas si algún promotor se hace con ello y plantea una nueva reforma del edificio, que más le vale sea escrupulosa con la ley porque será observada con muchos ojos. Es un lugar morboso, asociado al poder, a personajes famosos y a hechos y festejos sonados, y a noches aciagas. Más de uno quisiera quedarse con un hueco de esa sede por el placer de ciscarse en ella, y otros para decir que residen donde lo hicieron algunos de los que admiraban. El morbo del poder pasado, ahora mismo perdido, que a todos vuelve loco y que tantos errores provoca.
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