jueves, abril 11, 2019

La máscara del agujero negro


Ayer se alcanzó un hito en la exploración espacial, en la física y en la divulgación. Por primera vez pudimos contemplar la imagen de un agujero negro, una de las estructuras más enigmáticas que imaginarse uno pueda, concretamente uno situado en la M87, a varios millones de años luz de nosotros. Internet está repleto de referencias a una imagen que recuerda mucho al ojo de Sauron, que es más misteriosa de lo que parece, que realmente no es una foto de algo que, por definición, es invisible, y que vuelve a poner a Albert Einstein en lo más alto de la ciencia de la sabiduría humana porque él ya lo vio antes que nadie.

No es una foto, porque el objeto en cuestión está a una distancia a la que los telescopios ópticos nada pueden captar, y tampoco lo podría ser porque el agujero negro es, en efecto, una zona de negrura absoluta, dado que la luz no puede escapar de ahí. Realmente es una imagen recreada a través de la información recogida por radiotelescopios de todo el mundo, coordinados para lograr que la tierra, en su conjunto, sea un enorme radiotelescopio, teniendo así la potencia y alcance necesario para medir la radiación que la materia que se encuentra en el borde del agujero emite. La imagen del ese anillo es como las de las cámaras termográficas, que miden el calor de un cuerpo, y que artificialmente generan una secuencia de colores para que distingamos algo que con la luz no se puede ver. La materia que se encuentra al borde del horizonte de sucesos se calienta mucho y emite radiación antes de desaparecer, y es esa radiación la que vemos en la imagen en forma de disco dorado, de anillo luminoso que rodea lo que es realmente el agujero negro, la sima infinita de la que nada puede escapar. Más allá de ese horizonte de sucesos no hay nada, porque nada puede escapar del agujero. Tampoco la luz, de ahí su nombre, y eso los convierte en uno de los objetos más extraños del universo. Se escapan a nuestro sentido de la lógica, pero son uno de los resultados de la teoría de la relatividad de Einstein. Se suele usar como analogía de la gravedad la imagen de una cama elástica sobre la que se arroja un objeto en su centro. La cama se hunde, y si ahora dejamos una canica en el borde veremos cómo cae hacía el objeto que está en el centro. El objeto ha distorsionado el espacio tiempo a su alrededor (la maca elástica) y crea una “atracción” en torno a sí, y la canica, dejada libre, no puede eludir llegar hasta él. Si aumentamos el peso del objeto en la cama la deformación será mayor y el “pozo” que se genera cada vez más profundo. Imagine un peso de dimensiones tales que genere un pozo infinito del que nada pueda escapar, ni la luz. Eso es un agujero negro. Aún con analogías resulta absurdo imaginar algo semejante, pensar que la luz puede ser absorbida por la gravedad, pero eso lo que sucede. En el horizonte de sucesos y sus proximidades, además, se producen enormes distorsiones temporales, fruto también de esa fuerza gravitatoria fuera de todo control. Los investigadores buscaban, de entre todos los candidatos a posible agujero, uno que fuera muy masivo, grande, para facilitar la detección y observación. Muchos de estos objetos son, por su forma de crearse, muy pequeños, algunos no más allá de escasos kilómetros de diámetro. Opacos en medio de la negrura del espacio, son indetectables, y sólo el comportamiento de la materia que se encuentra a su alrededor puede dar pistas de por dónde está un objeto semejante. Encontrar, observar y medir el agujero negro que vimos ayer ha sido un trabajo delicadísimo por parte de un enorme conjunto de investigadores de todo el mundo, que han dedicado tiempo y recursos para trabajar de forma coordinada, logrando finalmente un éxito que todos podemos disfrutar y compartir. Como siempre, para saberlo todo en detalle, con precisión y amenidad, lean al gran Daniel Marín, que lo cuenta mil veces mejor que yo.

Y Einstein, Einstein por encima de todo. Después de su descubrimiento de la relatividad espacial, su genio sigue trabajando y desarrolla la teoría de la relatividad general, en 1915, que es la base de toda la cosmología que conocemos hoy en día, y que entre otras muchas cosas, predice la existencia de estas cosas tan extrañas e inimaginables, e invisibles. Sentado en una mesa, con papel y lápiz, y nada más, Einstein vio un mundo completamente distinto no sólo al que veían los demás, sino irracional y absurdo desde cualquier perspectiva ajena a su imaginación. Pero lo que él vio era verdad. Día tras día su teoría se refuerza y se comprueba, y ayer, poco más de un siglo después de ser postulada, una nueva prueba la reforzó. Qué inmensa brillantez la de Einstein, que vio la negrura absoluta sin moverse de su silla, sólo con su mente. Qué maravilla.

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