jueves, abril 25, 2019

Atroces atentados en Sri Lanka


Qué injusto es el tratamiento de la actualidad que realizan los medios, y qué injusta es la percepción de la realidad que tenemos como personas, valorando en extremo lo cercano y devaluando lo que se nos antoja lejano. El domingo de resurrección se produjo en Sri Lanka un ataque terrorista, en forma de suicidas coordinados cargados de explosivos, que atacó centros religiosos cristianos y hoteles de lujo, con un balance que aún no se ha cerrado, pero que supera ampliamente los trescientos muertos. Sí, sí, trescientos asesinados en una sola jornada, mediante el uso de un comando no formado por más de siete u ocho atacantes suicidas, que detonaron los explosivos que portaban con una frialdad y eficiencia tan pasmosa como escalofriante.

Una de las imágenes icónicas de los atentados la ofrece una de las iglesias arrasadas, en la que las cámaras muestran unos momentos de oración en la misa de Pascua. El templo, no muy grande, aparece repleto de gente y en el vídeo se señala al que, con posterioridad, se ha identificado como el asesino que perpetró la matanza, que entra y sale del recinto, cargado con una mochila portadora de muerte, en una escena que parece trivial y que nada hace presagiar que pudiera ser el preludio del horror. Cerca de cien personas murieron en el interior de esa iglesia, que quedó devastada por el efecto de la explosión. Que algo así se produjera precisamente en la celebración de la resurrección del Señor es aún más nauseabundo si cabe. La comunidad cristiana de aquel país es escasa, entorno al 7% de la población, casi la misma proporción que musulmanes en una nación donde el dominio religioso es claramente budista. A estos ataques religiosos se sumaron asaltos a hoteles de lujo en la capital, Colombo, y otras ciudades, con decenas de muertos en ellos, entre los que se encuentra la pareja española que ha tenido la desgraciada suerte de verse involucrada en medio de esta carnicería. Si los atentados contra los cristianos pudieran tener un origen de lucha religiosa, los dirigidos a los hoteles buscan, en apariencia, dañar al turismo, una de las principales industrias del país, y en conjunto, unos y otros, tratan de desestabilizar la sociedad de la antigua Ceilán, mosaico de culturas y orígenes, que lleva unos pocos años tranquila tras décadas de luchas entre el gobierno nacional y la guerrilla de los tamiles, un grupo separatista de, creo recordar, la zona norte de la isla. En parte el objetivo de ponerlo todo patas arriba buscado por los terroristas se ha logrado, dado que algunas informaciones señalaban que fuentes del gobierno e inteligencia poseían información sobre posibles atentados, pero esa información ni circuló por todos los estamentos del poder ni supuso adoptar medidas de ningún tipo. El gobierno está procediendo a una purga en los servicios de seguridad y defensa, por lo que parece un gravísimo fallo a la hora de gestionar la información. Queda la duda, siempre presente en estos casos, de si algo tan horrendo pudiera haber sido evitado, duda que en este caso resulta algo más que razonable ante esas informaciones no atendidas y esa falta de diligencia en la seguridad. Las autoridades del país deberán dar explicaciones muy serias sobre lo que ha pasado, que se hizo y qué no, que se sabía y qué no, y hasta qué punto la seguridad falló o carecía de certezas para haber actuado. Cientos, miles de familiares de las víctimas requieren una explicación clara de lo que ha pasado, y de lo que pudo hacerse. De nada sirve ya lamentarse, porque nada devolverá la vida a los asesinados y consuelos a sus allegados, pero quedan muchas preguntas por contestarse y el gobierno de Sri Lanka debe respuestas, una deuda que no se puede condonar bajo ningún pretexto.

Poco a poco se van conociendo los perfiles de los atacantes, de las personas como usted y como yo, que llevaron a cabo semejante salvajada, y nos encontramos ante individuos acomodados, de alto nivel cultural y de renta, no ante parias desesperados captados en medio de sus angustiosas necesidades. La implicación de un grupo yihadista local parece clara, y empiezan a estudiarse más que probables relaciones con DAESH, dada la complejidad de unos atentados donde la simultaneidad y precisión ha sido digna de un ataque coordinado por un grupo fuertemente entrenado. La décima parte de lo sucedido en Sri Lanka llenaría las portadas de todo el mundo de haber pasado en nuestro entorno mediático y emocional. Pero no dejemos que la lejanía de aquellas tierras nos haga olvidar que más de trescientas personas, más de trescientas personas, fueron asesinadas el Domingo de Pascua de 2019.

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