miércoles, abril 24, 2019

Los debates como síntoma de un mal


No voy a comentar el par de debates electorales vividos en estos dos días, uno de ellos digerible, el de TVE, y otro bronco e indigesto, el de AtresMedia. Si quieren saber quién ganó pueden leer las crónicas forofas de la prensa que, antes de que se celebrasen, ya tenía escritos muchos de sus artículos. Para los pro Sánchez su líder es invencible, para los pro Casado su victoria es incontestable, y así hasta el hartazgo, reproduciendo en las páginas impresas el conato de malas formas, sesgos y audacias pueriles que, sobre todo ayer, se vieron en las televisiones. Si el destino del país está en manos de estos señores, y de los extremistas de todo pelaje que ayer no estaban en los atriles pero sí en las acusaciones, vamos apañados.

Lo que quiero comentar es el vergonzoso espectáculo ofrecido por los partidos y los grupos de comunicación durante los días previos, que ha llevado a la realización de dos debates consecutivos a cuatro que casi nadie quería hacer. Los cuatro candidatos, entrevistados por Carlos Franganillo en TVE, se comprometieron a un debate a cuatro propuesto por la televisión pública, que se debe ceñir escrupulosamente a la (antigua y restrictiva) ley electoral. Cuando AtresMedia propone un debate a cinco, con la presencia de Vox, faltan pocos segundos para que Sánchez anuncie su presencia y desbarate los planes de la pública. Convocado para el día 23, la reunión a cinco era el perfecto escenario que el PSOE buscaba para escenificar la imagen de las tres derechas y su peligroso contubernio. Sabiendo que la polémica y bronca estarían aseguradas, AtresMedia se frotaba las manos con el enorme negocio que iba a hacer. La decisión de la junta electoral, a respuesta de una impugnación presentada por grupos nacionalistas con representación parlamentaria, desmontó el debate a cinco y arruinó las expectativas de la cadena privada. Tras ello TVE, ninguneada por todos, vuelve a la carga y propone un debate a cuatro el lunes 22. Dimes, diretes, acusaciones y desplantes se empiezan a producir entre los partidos y los medios. En una jugada absurda, y como muestra de hasta qué punto los gobiernos manipulan a los medios, Sánchez fuerza a TVE a cambiar su fecha de debate del lunes al martes, haciéndolo coincidir con el privado, y anunciando que acudirá a la televisión pública, la de todos, porque es lo debido, y sin asomo de vergüenza alguna al decir cosas por el estilo. El caos es total, y una derivada que nadie esperaba es el pie en pared que ponen los profesionales de los servicios informativos de TVE, que ven hasta qué punto no es que sean ninguneados, sino que son usados como le da la gana al poder con tal de mantenerse en él. Al contrario que con el PP, no hacen uso de prendas oscuras ni de días luctuosos, pero publican un comunicado mostrando su enfado, hartazgo y oposición al cambio orquestado entre el PSOE y la administración de TVE. Durante más de un día existe la posibilidad, cierta, de que no haya debates, porque Sánchez se mantiene en sus trece de ir el 23 a TVE y los otros tres de ir el mismo día a la privada. Finalmente el viernes por la mañana Sánchez se rinde, deja que sus comisarios políticos cedan en TVE y acepta que la cadena pública organice un debate a cuatro el lunes 22, como era su intención inicial, y anuncia que acudirá a los dos. El sainete, que borda el patetismo, se salva en el último minuto con una solución extraña, que duplica los debates entre los mismos candidatos con un día de diferencia y, en parte, los descafeína, al dar la sensación de ser todo una repetición improvisada. A partir de entonces las cadenas empiezan a vender su producto, su debate, como decisivo, impactante y determinante. Mientras que TVE se muestra, como siempre, sobria y con escaso sentido del marketing, AtresMedia pone en marcha toda su maquinaria de propaganda que, también, ataca a la pública. Menosprecia sin cesar el que será el primer debate, entre veladas acusaciones de incompetencia y manipulación de los profesionales de TVE, y organiza el show de su reunión a cuatro a mayor gloria de la audiencia y la caja.

El resto, ya lo saben. Queda por conocer la audiencia que registró el encuentro de ayer, que seguramente será enorme. TVE logró unos registros impactantes en la noche del lunes y, con cifras similares, los ingresos de AtresMedia en el corte publicitario del debate de ayer pudieron ser estratosféricos, por no hablar de lo recaudado en el las previas y en todo un fin de semana de promociones que, amparadas en el mensaje del interés político y la eficacia profesional, han sido sobre todo un conjunto de descalificaciones de una serie de presuntos periodistas hacia otros. El espectáculo que ha rodeado a estos debates, su génesis y el comportamiento de los profesionales de los medios ejemplifican muy bien el grado de inmadurez, sectarismo y zozobra en el que vivimos, alentado por todos, para sacar unos euros de más. Poco más puedo añadir.

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