viernes, abril 12, 2019

SpaceX lo consigue, Israel no


Semana curiosa esta, llena de enormes acontecimientos en la aventura espacial. Ha querido la casualidad que la imagen del agujero negro se haya hecho pública apenas horas antes de dos misiones espaciales bastante más pedestres, pero de gran trascendencia. Una de ellas, israelita, buscaba alunizar por primera vez, convirtiendo a Israel en el cuarto país que ha llegado a la Luna tras EEUU, URSS (Rusia) y China. La otra era la primera misión comercial del Falcon Heavy, colocando en órbita geoestacionaria un satélite de comunicaciones saudí, tras el vuelo demostración de hace unos meses con aquel Tesla Roadster que fue puesto rumbo a Marte, en uno de los actos publicitarios más caros y extravagantes de la historia.

El balance conjunto de ambas misiones es agridulce, porque los israelitas no han logrado su objetivo y la empresa norteamericana así. La misión más difícil era la lunar. El objetivo de la sonda Beresheet, que creo que significa génesis, aunque no estoy seguro, era posarse en la Luna y mantener comunicaciones con la Tierra durante unas pocas jornadas. Carecía de mecanismos de defensa ante las temperaturas que se alcanzan en las horas en las que el Sol golpea con fuerza y el objetivo fundamental era el hecho mismo de poder llegar hasta allí. Era además una sonda privada, siendo en este caso el primer intento no nacional de alcanzar el satélite. La retransmisión web en directo del momento de la llegada, con una sala de control modesta y la presencia del recién reelegido primer ministro Benjamín Netanyahu entre el público asistente, mostraba una infografía del proceso de descenso, que debía frenar la velocidad de la sonda hasta detenerla por completo apenas a unos pocos metros de la superficie lunar, y de ahí, por la poca gravedad existente, caer ligeramente. Se pudo ver un selfie hecho por la sonda mientras orbitaba la Luna en el que se veía la bandera de Israel dorada, y el lema “pequeña nación, grandes sueños”. Poco antes del momento final empezó a haber problemas de comunicación con la sonda y, a los pocos minutos, portavoces de la sala confirmaron que, sí, la sonda había llegado a la luna, pero que se había estrellado en ella. Algún fallo en el propulsor que debía frenarla en los últimos instantes había hecho que la velocidad de caída fuera muy superior a la prevista y que, finalmente, no se había podido evitar un impacto. Es una forma de llegar, sí, pero no la más adecuada. ¿Ha fracasado la misión? En parte sí, pero al menos ha demostrado la capacidad de las empresas involucradas en ella de alcanzar muchas de las metas necesarias para lograr el objetivo, dado que numerosas fases críticas, como el despegue y todas las trayectorias de inserción orbital y correcciones se han llevado a la perfección, y esas son también tareas muy complejas y que requieren un éxito absoluto para que el proceso se mantenga. Un fallo en cualquiera de ellas hubiera dado al traste con toda la misión. Sin lugar a dudas se ha aprendido mucho y todos los que han participado en el proyecto pueden, a pesar del amargo final, sentirse razonablemente orgullosos de lo logrado. Por su parte, SpaceX ha conseguido un éxito absoluto. Su Falcon Heavy despegó a la hora prevista, colocó el satélite en órbita y logró que los tres cuerpos del cohete fueran recuperados sin problema, dos de ellos de manera simultánea (y distópica, hipnóticamente si me lo permiten) en la proximidades de la plataforma de lanzamiento y el central en la barcaza que lo esperaba en el Atlántico. En el vuelo simulado del año pasado falló el proceso de recuperación de este tercer cuerpo, por lo que puede decirse que esta vez los chicos de Musk han realizado un pleno absoluto. Son ya muchas las recuperaciones de propulsores de Falcon realizadas, convirtiéndose algo que era absolutamente revolucionario en, cada vez más, una rutina. Esto abarata notablemente sus lanzamientos, hace la empresa muy competitiva en el mercado espacial y la pone, ahora mismo, a la cabeza de todas las que, estatales y no, se dedican a este arriesgado pero apasionante negocio.

Todo esto se produce en un año muy especial, en el cincuenta aniversario de la llegada del hombre a la Luna. El próximo 20 de julio, apenas dentro de tres meses, celebraremos el medio siglo de una de las mayores hazañas de la historia, que se revaloriza sin cesar con cada misión que realizamos hoy en día con toda nuestra tecnología puntera. El mérito que tuvieron los que se embarcaron en semejante proeza, los que en ella trabajaron y el límite al que llegaron, en medios y tecnología, resulta desde nuestros días casi suicida, pero encierra una lección de superación tan inmensa que nos debe llenar de espíritu de superación, y de paso, de ganas de volver a pisar el satélite, y esta vez para quedarnos en él. Ojalá sea así.

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