... y relámpagos, centellas, luces y lluvia. Ayer cayó una bonita tormenta sobre Madrid, como hacía tiempo que no sucedía. La lluvia golpeaba el suelo árido y reseco con furia, como intentando penetrarlo después de tantos meses sin hacerlo. Ya era hora, y la previsión apunta que tanto hoy como el resto de días de esta semana serán similares. Tormentosos, y revueltos. Debiera llover una barbaridad para empezar a paliar el grave problema de sequía que padecemos, no sólo en Madrid, sino en toda España, pero las primeras gotas son las que pueden anticipar el resto. A ver si esto se anima y disfrutamos de un espectáculo que los bellos pero ya tediosos cielos azules nos han ocultado durante meses.
Quiso la casualidad que disfrutase de la tormenta casi a cielo abierto. Había quedado con unos amigos en Plaza Castilla para revisar una dirección a la que una de ellas, proveniente de Elorrio para hacer una entrevista, iba a acudir hoy mismo, y, tras verla, retornando a la plaza, los rayos se veían casi en la mano y las gotas gordas empezaban a salpicar con fuerza. Acabamos debajo de una de las marquesinas del intercambiador de autobuses, justo la más cercana a la glorieta circular de la plaza, que ofrecía unas vistas preciosas. Allí estaba yo, ensimismado con los rayos y las nubes, comentándoles a mis amigos algunos tipos y formas que distinguía, mientras ellos, no muy amantes de las tormentas, ponían caras de miedo cada vez que un fogonazo, a modo de enorme flash fotográfico, nos deslumbraba. Llovía mucho, pero al cubierta nos protegía, aunque había ráfagas de viento que nos mojaban muy suavemente, como si fueran los vaporizadores de agua que han puesto para refrescar los vestíbulos en al Avenida de América, pero todo al natural. La temperatura bajó de 34 a 23 grados en poco más de media hora y, finalmente, nos metimos en el metro camino a la cena en el barrio de nuestros amigos.
Cenamos en una terraza en sobreplanta, con unas buenas vistas, platos pantagruélicos y difusos rayos que, de vez en cuando, asomaban por encima de nuestras cabezas. Un gran colofón, aderezado de buena charla, para un día interesante. Intuyo que tardará algo en repetirse, porque mañana me voy dos semanas de vacaciones, una de ellas a Inglaterra, donde, por cierto, pasaré el fatídico 11 de septiembre, y es probable que durante ese tiempo no pueda ni quedar con estos amigos a cenar ni actualizar este gran invento llamado blog. Si es así, volveré a sus pantallas el Lunes 25 de septiembre (parezco un presentador de televisión rogando que no hagan zappíng... durante dos semanas!!!!)
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