Este fin de semana, si nadie lo remedia, y no parece que vaya a ser así, cerrará sus puertas el Café Boulevard, en Bilbao. Junto con La Granja y el Iruña, formaba la tripleta de locales de estilo, época y tamaño europeos que convirtieron a Bilbao en centro de tertulias, debates y apasionados encuentros a lo largo del siglo XIX y, especialmente, a principios del XX. Al parecer se va a reformar el edificio en su totalidad, y se acaba el alquiler de los bajos. No se que me da que harán pisos en todas las plantas y pondrán unas grises y oscuras oficinas en donde está el café. Un triste final.
Dada su situación, en frente del teatro Arriaga, ya no me pilla muy a mano cuando suelo pasar por Bilbao, pero he estado varias veces de pequeño. Recuerdo cuando antes algunos autobuses de Elorrio, provenientes de no se sabe muy bien donde, llegaban a Bilbao tras un periplo digno de Julio Verne, y paraban en el Casco Viejo, primero en una especie de cochera ruinosa cerca de al ría y luego ya más cerca del Arenal. Cuando iba con mi madre solíamos desayunar en el Boulevard, y siempre me parecía enorme, más grande que cualquier tienda de mi pueblo (la excursión habitualmente tenía como destino El Corte Inglés, y aquello era ya el Olimpo, la ciudad encarnada...). Pasados los años ya se alteró la parada de los autobuses y se interrumpió esta tradición. Volví esporádicamente por allí para quedar con conocidos, principalmente de la Universidad, y cada vez que iba al Teatro Arriaga, sito casi en frente, entraba y tomaba algo en uno de los locales con mejor decoración de época (y de verdad, no del plástico imitación que se usa ahora para generar “ambiente”) que he visto. Recuerdo especialmente los prolegómenos de un magnífico concierto de La Pasión según San Mateo, de JS Bach (BWV 244) que ofrecieron Trevor Pinnock y “The English Concert” en Mayo de 2000. Antes del mismo estuve más de una hora con un amigo que también iba a dicho concierto hablando de Bach (era el 250 aniversario de su muerte), de su arte, de la emoción que nos producía oír esa música, esa alegría en el alma que sólo el más grande podía hacer sentir, y todo en torno a un café en el Boulevard. Eso fue una noche maravillosa.
Ahora el café se cierra. Espero que no sigan sus pasos otros establecimientos similares, y me apena que, pese a las muchas cartas de protesta que se han enviado a los periódicos al respecto, nada haya cambiado en la decisión inicial. En fin, una pena. Con esto Bilbao no sólo pierde parte de su historia y patrimonio, que espero al menos respeten en lo que hace referencia a la decoración “Art Deco” originaria sino que, además, se achica, empequeñece, se hace menos ciudad, y eso es malo para todos. El otoño no sólo se lleva las hojas, también la historia y los recuerdos, y los sustituye por archivadores.......
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