Soy de los que creen que la música está en crisis, independientemente del problema de la piratería y las descargas, y la consiguiente bajada de ventas. La originalidad, la creatividad y el esfuerzo están de capa caída, y cada vez los “artistas” se parecen más entre ellos, y eso por no mencionar a sujetos surgidos de programas tipo OT, que es cierto que venden discos y atraen fans, pero me resisto a llamarles cantantes. Pueden ser actores, productos de marketing o estrellas mediáticas, pero no cantantes, ni músicos, ni desde luego artistas.
Qué poco queda ya de los grandes autores a los que oíamos en los ochenta. Yo, apasionado de la clásica, amante profundo de San JS Bach y devorador de música antigua y barroca en especial, disfruto como un enano oyendo fraseos de guitarra de monstruos como Mark Knopfler, Eric Clapton, Joe Satriani o Ritchie Blakmore, por citar algunos. Aunque algunos de ellos aún editan discos, la mayoría de estos mitos se encuentran retirados, y sólo perviven en la memoria. Y lo que es pero, ¿quién los ha suplido? ¿Bisbal? ¿Tokio Hotel? Vaya panorama.... por eso me pareció interesante el fenómeno que empezó hace ya algunos años con las vocalistas femeninas. Cantantes como Alicia Keys o Norah Jones surgieron no se si como respuesta al fenómeno Britney Spears pero, subidas a un escenario con mucho instrumento, buena voz y poco ornamento, cantaban y encandilaban, y lo siguen haciendo. Quizás su inspiradora fue al vocalista de jazz Diana Krall, cuyos discos son realmente muy buenos. Todas son norteamericanas, y era raro que Inglaterra, patria moral del rock, no contraatacase. Dido fue una primera respuesta, y sus dos discos me gustan bastante, pero el año pasado llegó a explosión, de la mano de dos cantantes a las que los medios han unificado mucho pero que yo creo que divergen bastante en estilo, aunque ambas alcanzando una enorme calidad. Parece claro que 2007 ha sido el año de Amy Winehouse. Desgarbada, sucia, drogadicta compulsiva, destructiva y decrépita, su “Back to Balck” se ha vendido y descargado como churros, gracias entre otros a singles como “Rehab” Posee una voz profunda, muy singular, y un estilo musical mezcla de blues, y soul sesentero, muy cercano a, por ejemplo, Marvin Gale. Independientemente de su calidad musical, elevada, Amy se ha convertido en un personaje habitual de los medios por su consumo desaforado de cocaína y otras drogas, y sus rencillas peleonas con un novio delincuente que entra y sale de la cárcel como yo del correo electrónico. Hay incluso apuestas de cuanto va a durar viva, poco, creo yo, dado el ritmo de vida que se pega. Pero a parte de eso, y no olvidemos que las drogas han sido algo muy relacionado con los músicos de éxito, su disco es muy bueno, las canciones son canciones de verdad, cortadas con una buena voz, con alma y estilo y, por si no se había notado, me gusta.
La otra vocalista reciente de enorme triunfo es Duffy, que creo yo que no comparte mucho el estilo con Amy, pese a coincidir en su querencia por el soul y las canciones buenas y bien cantadas. Se ha hecho de oro con el single “Mercy” y el disco en su conjunto es tan bueno, adulto y serio como el de la Winehouse, pero contiene un tema, Warwick Avenue, que me ha dejado deslumbrado. Se que soy un poco exagerado, pero esta canción es brillante, deslumbrante, redonda, aunque el vídeo es de una tristeza desoladora, lleno de descarnadas lágrimas en un primer plano obsesivo. Es de las mejores que he oído en años. Prueben ustedes a escucharla y verán lo que quiero decir con eso de música adulta, de verdad.
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