Ayer, en un acto público, Silvio Berlusconi fue abucheado por el público que presenciaba un discurso suyo, en el que calificaba a algunos magistrados y estamentos judiciales como “metástasis de la democracia.” Está muy feo eso de llamar cancerígeno o destructor de vidas a alguien, pero más aún si formas parte del gobierno de un país (obviamente Berlusconi cumple ese requisito) y te saltas a la torera las restricciones y los juegos de lesa separación de poderes que imagino un incauto Montesquieu un día en el que seguramente en su desayuno rebosaba el azúcar.
Si alguien quiere imaginarse un país en crisis en todos los sentidos, creo que Italia puede ser un buen ejemplo. Las noticias que llegan de allí últimamente son para alarmarse, salvando siempre el sesgo con el que los medios nacionales distorsionan la realidad del exterior, ajena en un principio a nosotros. Corrupción rampante, que se ha manifestado con toda su crudeza y mierda (literalmente) con la crisis de las basuras de Nápoles, que a día de desconozco si se ha solucionado o no, pero que ha dejado imágenes de la región de la Campania dignas de los reportajes de Darfur, con toneladas de inmundicia y desperdicios tirados en las calles, frente a los portales de la gente, intuyo que emanando olores insoportables, porque la camorra local no estaba de acuerdo con lo que recibía de los poderes públicos por llevarse la porquería a otra parte. Luego ha sido el asunto de los inmigrantes, gitanos y rumanos especialmente, y algunas escenas vergonzantes de persecución y acoso a estas poblaciones. No olvidemos que en El Ejido hace unos años se produjo un conato de violencia racista muy similar, y no es descartable que de seguir la crisis veremos situaciones similares aquí, pero en todo caso era triste ver como nadie, ni si quiera las fuerzas de orden público, parecía hacer nada para frenar una espiral de insultos, ataques y venganzas pasionales que al final se han frenado por la simple huída de aquellos a los que se les perseguía. Para rematar la coyuntura, en las recientes elecciones ha sido elegido nuevamente Berlusconi como primer ministro. Ante una elección así sólo queda por suponer lo nefasto que era el contrincante, Walter Beltroni, ex alcalde de Roma y aglutinador de un débil y desunida izquierda, que poco hizo frente a los poderes de Silvio. Es Berlusconi un personaje esquivo, cachondo incluso, con esa imagen de mafioso graciosillo, de capo simpático, pero en ningún caso merecedor de representar a la sociedad italiana en su gobierno creo yo. Cuando ganó la primera vez era como de chiste. El hombre controlaba todas las televisiones de Italia y claro, al llegar al poder se hizo también con la pública. Tras cuatro años de gestión decepcionante, fue apeado de las urnas por Romano Prodi, ex presidente de la Comisión Europea, y hombre gris donde los haya. Su mandato ha sido igualmente triste, y Silvio ha vuelto por sus fueros sin que parece que surja nadie para hacerle sombra.
Su última ocurrencia ha sido que, como los jueces le persiguen por los múltiples delitos que presuntamente ha cometido, y dado que es Primer Ministro, lo mejor que puede hacer es cambiar la ley para que esos delitos dejen de ser punibles. Lo de “hecha la ley, hecha la trampa” en sentido literal. Me parece un comportamiento escandaloso, indigno de una democracia, y encima en medio de Europa. El único dirigente europeo que ha denunciado la situación italiana, que me conste, ha sido Zapatero, y la “Vice” De la Vega, pero eligieron el enfrentamiento directo, y erraron el tiro. Quizás lo del Domingo pasado fue una sibilina venganza, que hizo que Maria Teresa saltase de alborozo en su sofá, clamando venganza.
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