jueves, diciembre 20, 2012

Ayer pude saludar a Arturo Pérez Reverte


Pocas cosas superan la ilusión que provoca en el lector el poder encontrarse con el autor de las obras que admira, poder ponerle rostro, voz, textura y aspecto humano a quien viene retratado en las solapas de ese libro que tanto le gustó a uno, que tanto le emocionó, o que tanta intriga le generó. Ese es uno de los grandes atractivos de la feria del libro de Madrid, el hecho de que un montón de locos por los libros nos podamos juntar con los que los escriben, y darles las gracias en persona. Supongo que para el autor será motivo de orgullo, pero para el lector desde luego es fuente de inmensa alegría.

Ayer, con motivo de un acto de firma que organizaba la FNAC, tuve la ocasión de, por primera vez en mi vida, saludar en persona a Arturo Pérez Reverte, uno de los grandes escritores en lengua castellana de nuestro tiempo, un hombre polémico y polemista, creador de un personaje pendenciero, malhablado y hasta cierto punto cruel que en ciertas ocasiones ha suplantado al imagen de creador de historias. Muchos son pro Arturo o anti Arturo, y dado lo claro y alto que se pronuncia el personaje es muy fácil poder posicionarse en un bando o en el otro, y creo que él disfruta de ese proceso de autoselección, me lo imagino antes de escribir alguna de sus duras columnas semanales o de sus tweets dominicales pensando en la que va a armar, y luego riéndose en su interior viendo el espectáculo que ha desatado. Pero por encima de todo Reverte es un escritor, un creador de historias con la palabra, y de los mejores. Su producción es inmensa, con libros centrados en temas de actualidad y otros situados en el siglo de oro español, con personajes de raza, fuertes y castigados por la vida, y con tramas en las que se alterna la acción con el desengaño, el heroísmo con las venganzas crueles y, en cierto modo, una visión de la vida algo amarga y desesperanzada, en la que predominan los grises derivados del paso de los años y del desvanecimiento de las ilusiones que se demostraron baldías. En su última novela Reverte se atreve con un cambio de registro, cosa que todo autor teme al saberse incómodo fuera de los terrenos trillados y conocidos, pero logra no sólo salir airoso, sino plenamente triunfante. El tango de la guardia vieja, que así se llama la novela, es una historia de tres encuentros amorosos a lo largo de varios años, y en tres localizaciones distintas, de una misma pareja que, poseedores de sus propias vidas, se cruzan en esos instantes y espacios, y en ellos se aman con pasión, crueldad y ansia desatada. Max y Mecha, que así se llaman los protagonistas, son guapos, inteligentes y vividores, y saben que el mundo se para ante sus deseos, porque su belleza y arrojo les permiten que el resto de los mortales bailen en torno a ellos, y usan ese poder, y en ocasiones eso les genera beneficios y en otras grandes sufrimientos, pero la pasión que surge entre ellos en la primera parte de la novela perdurará a lo largo de las décadas frente a los avatares de la sociedad que les rodea, que a veces avanza acelerada, y otras trata de suicidarse envuelta en guerras y conspiraciones. Y como ayer le señalé al propio Arturo, su novela, que devoré en un fin de semana, logra transmitir el sentimiento asociado al amor, a la desesperación y a la pérdida, la sensación de poder que se asocia a una mujer guapa, sabedora de que una mirada suya hará que cualquier hombre se postre a sus pies y que un desprecio hundirá en la miseria al más rudo y pendenciero de los hombres. Y frente a anteriores novelas de Arturo, en las que la violencia era más explícita y, si me apuran, más fácil de mostrar en lo que hace a sus consecuencias, en esta adquiere el mérito de lograr transmitir al lector la infinita desolación que provoca la indiferencia y el abandono del amor, que no se ve, pero se siente de la manera más profunda posible.

Poco de todo esto le pude decir a Arturo en los apenas tres o cuatro minutos que estuve con él mientras me firmaba, tras esperar más de hora y media de cola y saber que otras muchas personas aguardaban detrás de mí. Tras verle, el grupo de fieles lectores que habíamos organizado una charla en la escalera durante la espera seguimos durante bastante tiempo hablando de la experiencia que había supuesto para nosotros poder hablar con él, y lo atento y amable que había sido con todos. Seguro que para muchos, y es mi caso desde luego, lo de ayer fue un auténtico regalo de Navidad.

3 comentarios:

MMO dijo...

Dos cosas.

1) Sobre Reverte. Ya lo he dicho en más de una ocasión, Reverte me cae como el culo. No le soporto como columnista, lo he dicho en varias ocasiones. Pero me parece un escritor excelente (con buenas y malas obras) y sobre todo, que se mueve como pez en el agua en el "best-seller" y en la novela histórica.

En una sociedad manipulada, dónde se deshecha el trabajo de quién no piensa como nosotros, el ejercicio de reconocer que una persona como Arturo Pérez Reverte no es santo de mi devoción, pero su trabajo me gusta, es algo raro. Que me parezca un tipo egocéntrico, radical con sus opiniones y que se cree estar por encima del bien y del mal, desde su columna semanal (cual Sarumán en su torre blanca), no quita para que pueda ver el valor de su trabajo, a veces bueno y a veces malo, y para que pueda disfrutar con las obras que me gustan. Y he leído casi todo, aunque no esta última.

2) La experiencia de charlar con un escritor que nos gusta es alucinante. Ya lo relaté aquí: http://minorityreport-alderaan.blogspot.com.es/2012/06/conociendo-juan-gomez-jurado.html

Saludos

peich dijo...

Pues coincido en parte con el comentario anterior. Reverte me parece un "oportunista" con muchas de sus intervenciones en prensa. Por ejemplo ataca al sistema pero él ocupa un sillón de una Academia ¿caduca?.
He devorado yo también muchos de sus libros y me han gustado. También coincido en eso.
Sobre tu espera de hora y media: quizás tenga más recuerdo para ti dentro de poco la charla con otros lectores que los escasos minutos del autor... Si algo me gusta de mi club de lectura es la gran cantidad de matices y visiones poliédricas que se pueden disfrutar de un libro.
¡¡ que tengas muy buen día ¡¡

Margaret dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.