Pocas cosas superan la ilusión que provoca en
el lector el poder encontrarse con el autor de las obras que admira, poder
ponerle rostro, voz, textura y aspecto humano a quien viene retratado en las
solapas de ese libro que tanto le gustó a uno, que tanto le emocionó, o que
tanta intriga le generó. Ese es uno de los grandes atractivos de la feria del
libro de Madrid, el hecho de que un montón de locos por los libros nos podamos
juntar con los que los escriben, y darles las gracias en persona. Supongo que
para el autor será motivo de orgullo, pero para el lector desde luego es fuente
de inmensa alegría.
Ayer, con motivo de un acto de firma que
organizaba la FNAC, tuve la ocasión de, por primera vez en mi vida, saludar en
persona a Arturo Pérez Reverte, uno de los grandes escritores en lengua
castellana de nuestro tiempo, un hombre polémico y polemista, creador de un
personaje pendenciero, malhablado y hasta cierto punto cruel que en ciertas
ocasiones ha suplantado al imagen de creador de historias. Muchos son pro
Arturo o anti Arturo, y dado lo claro y alto que se pronuncia el personaje es
muy fácil poder posicionarse en un bando o en el otro, y creo que él disfruta
de ese proceso de autoselección, me lo imagino antes de escribir alguna de sus
duras columnas semanales o de sus tweets dominicales pensando en la que va a armar,
y luego riéndose en su interior viendo el espectáculo que ha desatado. Pero por
encima de todo Reverte es un escritor, un creador de historias con la palabra,
y de los mejores. Su producción es inmensa, con libros centrados en temas de
actualidad y otros situados en el siglo de oro español, con personajes de raza,
fuertes y castigados por la vida, y con tramas en las que se alterna la acción
con el desengaño, el heroísmo con las venganzas crueles y, en cierto modo, una
visión de la vida algo amarga y desesperanzada, en la que predominan los grises
derivados del paso de los años y del desvanecimiento de las ilusiones que se
demostraron baldías. En su última novela Reverte se atreve con un cambio de
registro, cosa que todo autor teme al saberse incómodo fuera de los terrenos
trillados y conocidos, pero logra no sólo salir airoso, sino plenamente
triunfante. El tango de la guardia vieja, que así se llama la novela, es una
historia de tres encuentros amorosos a lo largo de varios años, y en tres localizaciones
distintas, de una misma pareja que, poseedores de sus propias vidas, se cruzan
en esos instantes y espacios, y en ellos se aman con pasión, crueldad y ansia
desatada. Max y Mecha, que así se llaman los protagonistas, son guapos,
inteligentes y vividores, y saben que el mundo se para ante sus deseos, porque
su belleza y arrojo les permiten que el resto de los mortales bailen en torno a
ellos, y usan ese poder, y en ocasiones eso les genera beneficios y en otras
grandes sufrimientos, pero la pasión que surge entre ellos en la primera parte
de la novela perdurará a lo largo de las décadas frente a los avatares de la
sociedad que les rodea, que a veces avanza acelerada, y otras trata de
suicidarse envuelta en guerras y conspiraciones. Y como ayer le señalé al
propio Arturo, su novela, que devoré en un fin de semana, logra transmitir el
sentimiento asociado al amor, a la desesperación y a la pérdida, la sensación
de poder que se asocia a una mujer guapa, sabedora de que una mirada suya hará
que cualquier hombre se postre a sus pies y que un desprecio hundirá en la
miseria al más rudo y pendenciero de los hombres. Y frente a anteriores novelas
de Arturo, en las que la violencia era más explícita y, si me apuran, más fácil
de mostrar en lo que hace a sus consecuencias, en esta adquiere el mérito de
lograr transmitir al lector la infinita desolación que provoca la indiferencia
y el abandono del amor, que no se ve, pero se siente de la manera más profunda
posible.
3 comentarios:
Dos cosas.
1) Sobre Reverte. Ya lo he dicho en más de una ocasión, Reverte me cae como el culo. No le soporto como columnista, lo he dicho en varias ocasiones. Pero me parece un escritor excelente (con buenas y malas obras) y sobre todo, que se mueve como pez en el agua en el "best-seller" y en la novela histórica.
En una sociedad manipulada, dónde se deshecha el trabajo de quién no piensa como nosotros, el ejercicio de reconocer que una persona como Arturo Pérez Reverte no es santo de mi devoción, pero su trabajo me gusta, es algo raro. Que me parezca un tipo egocéntrico, radical con sus opiniones y que se cree estar por encima del bien y del mal, desde su columna semanal (cual Sarumán en su torre blanca), no quita para que pueda ver el valor de su trabajo, a veces bueno y a veces malo, y para que pueda disfrutar con las obras que me gustan. Y he leído casi todo, aunque no esta última.
2) La experiencia de charlar con un escritor que nos gusta es alucinante. Ya lo relaté aquí: http://minorityreport-alderaan.blogspot.com.es/2012/06/conociendo-juan-gomez-jurado.html
Saludos
Pues coincido en parte con el comentario anterior. Reverte me parece un "oportunista" con muchas de sus intervenciones en prensa. Por ejemplo ataca al sistema pero él ocupa un sillón de una Academia ¿caduca?.
He devorado yo también muchos de sus libros y me han gustado. También coincido en eso.
Sobre tu espera de hora y media: quizás tenga más recuerdo para ti dentro de poco la charla con otros lectores que los escasos minutos del autor... Si algo me gusta de mi club de lectura es la gran cantidad de matices y visiones poliédricas que se pueden disfrutar de un libro.
¡¡ que tengas muy buen día ¡¡
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