Ayer comenzaron en Newtown los funerales por
las víctimas de la masacre causada por Adam Lanza, en medio de un mar de llanto
y pena imposible de contener. A medida que se conocen detalles de lo sucedido
aumenta la estupefacción y el asombro. Una de las cosas que más llamó la atención
desde el principio es que la madre de Lanza, la primera víctima, guardase en su
casa un arsenal suficiente como para ir a la guerra, cosa no muy habitual en
unas poblaciones tan pacíficas y tranquilas como las de la costa Este
norteamericana. ¿Por qué tenía todo ese armamento en casa? ¿Para qué lo
acumulaba?
La respuesta es tan chocante como asombrosa. Nancy
Lanza, que así se llamaba la señora, era una firme militante de lo que se
denomina, perdón por el palabro, el preparacionismo, que no es sino una
corriente de opinión que afirma que la crisis económica acabará por hacer
sucumbir a nuestra sociedad en el caos, y que ante ello los individuos deberán
autodefenderse dado que el estado fracasará en su empeño de imponer el orden.
Alimentada por teorías conspiratorias, miedos y sospechas, la señora Lanza
imaginaba al caballo de la hiperinflación desatado sobre las planicies
americanas, y a otros apocalípticos jinetes por el estilo destrozando los
Estados Unidos, y ante el panorama de desempleo masivo, incobro de deudas y
reyertas y venganzas asociadas Lanza se atrincheraba en su casa, convirtiéndola
en un fortín custodiado por un ejército formado por ella y su hijo, y un arsenal
con el que hacer frente a todo tipo de ataques y asaltos. Parece el fruto de
una pesadilla, pero esto que les estoy contando es real, muy real. Probablemente
debido a esta concepción de la realidad Lanza entrenaba cada fin de semana en
disparar a todo tipo de blancos con muchas armas, y llevaba a su hijo a dichas
exhibiciones y entrenamientos, motivo por el que Adam tenía una capacidad de
uso del armamento digna de un profesional, y eso explica en parte el aterrador
balance de su mortífera incursión en la escuela. Cierto es que con los calibres
utilizados el cuerpo de un menor puede hacer poco frente a impactos tan
brutales, pero el acto de Lanza es cuasiprofesional, digno de un militar
entrenado para matar que realizase una incursión en territorio enemigo. El que la
primera de sus víctimas fuera su madre ya es una gran paradoja, porque justo la
persona que vivía obsesionada por el temor al desorden y al asalto fue víctima
de su propio hijo en su propia casa. Me imagino la imagen de absoluto terror de
Nancy al contemplar cómo era precisamente la mano de su hijo, a quien había
entrenado a conciencia para la autodefensa, la que iba a acabar con su vida, en
una paradoja de lo más trágica y absurda posible, pero seguro que ni en la peor
de sus pesadillas pudo imaginar Nancy que el caos al que tanto temía y ante el que
se preparaba de manera tan concienzuda iba a ser provocado por su hijo, que el
destinado a protegerle a ella y a su comunidad iba a ser el que la iba a
destrozar por completo. Al final el temor que alimentaba la vida de Nancy, el
fin de la sociedad de la que ella formaba parte, se ha cumplido, pero de la
manera más imprevista posible, y más trágica, ya que ese final ha sido causado
por ella misma. Tristemente, Nancy logró que su pesadilla se hiciera realidad.
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