miércoles, diciembre 12, 2012

Escribiendo a escondidas


Esto es realmente curioso, resulta que en uno de los pasillos del edificio en el qu tengo que asistir al curso hay varias aulas abiertas y en una de ellas está un ordenador encendido desde, al menos, ayer. Haciendo una de esas cosas que no se deben pero que siempre tientan, he probado a ver si me deja entrar y no sólo eso, sino acceder a internet, editar en Word y todo lo demás, por lo que se puede decir que estoy haciendo el blog de manera clandestina, espero que no me pillen.

¿Cómo se siente usted cuando está haciendo algo y no quieren que le observen? Nervioso, verdad? Empieza uno a mirar a su alrededor, sospechando de todo lo que se mueve, inseguro, temeroso ante ruidos, pisadas y movimientos extraños. Si además uno se encuentra en un entorno que no conoce la sensación de inseguridad aumenta. Por ejemplo, ahora oigo unos pasos que se acercan por el pasillo, paro de teclear para no hacer ruido… los pasos se alejan y quien fuera su autor no se ha fijado en mi , premio!!!! De pequeño esta sensación es más habitual, porque uno se siente constantemente juzgado, observado, susceptible de, por la edad y la insignificancia, ser acusado de todo, y por tanto los recelos aumentan. También se es más curioso, y se atreve a hacer cosas que en la edad adulta, por respecto, cabeza o comodidad, que eso es lo que llamamos prudencia, jamás nos arriesgaríamos a hacer. Las típicas historias de niño en las que uno se adentra en una casa abandonada, en una cueva oscura y húmeda o en un paraje desconocido “para ver que hay ahí” acaban muchas veces mal, pero está en el instinto humano el curiosear, el preguntarse qué habrá allí, el atreverse a cruzar esa barrera, que a veces tiene forma de alambrada roñada, o de seto desbocado, o de simple puerta abierta de aula desierta. Con los años ese instinto se modera, o mejor dicho, se domestica por parte de la sociedad, y queda en muchas veces limitado al deseo sexual, a querer saber y conocer cómo será esa chica, esa mujer, pero se abandonan el resto de campos. Leía el otro día en relación al sistema educativo que hay que preguntarse cómo lo estamos gestionando, porque entre otras muchas cosas la mayoría de los niños entra a la escuela queriendo ser astronautas y acaban los cursos ansiando ser funcionarios. Sí, quizás nos estemos equivocando en algo, y hayamos construido una sociedad que tenga por objeto aborregar esa curiosidad instintiva, ese deseo de conocimiento, en aras de la seguridad del grupo, buscando que nadie se salga de los límites establecidos, que no traspase la frontera que delimita lo conocido de lo desconocido, que la alambrada herrumbrosa sea demasiado elevada….

En fin, no lo se. Supongo que los que tengan niños pequeños sabrán lo que es vivir asaetados a preguntas de un cerebro que no deja de crecer, descubrir y cuestionarse todo lo que le rodea. Muchas veces ese continuo “por qué” es una pesadilla, pero parémonos un momento a pensar en lo bonito que es cuestionarse las cosas, en ver cómo una nueva personalidad se construye y crece en base a las respuestas que le damos, y en que a veces las preguntas son mucho más importantes que las respuestas….. y antes de que me pillen del todo, les dejo.

No hay comentarios: