Esto es realmente
curioso, resulta que en uno de los pasillos del edificio en el qu tengo que
asistir al curso hay varias aulas abiertas y en una de ellas está un ordenador
encendido desde, al menos, ayer. Haciendo una de esas cosas que no se deben
pero que siempre tientan, he probado a ver si me deja entrar y no sólo eso,
sino acceder a internet, editar en Word y todo lo demás, por lo que se puede
decir que estoy haciendo el blog de manera clandestina, espero que no me
pillen.
¿Cómo se siente usted
cuando está haciendo algo y no quieren que le observen? Nervioso, verdad? Empieza
uno a mirar a su alrededor, sospechando de todo lo que se mueve, inseguro,
temeroso ante ruidos, pisadas y movimientos extraños. Si además uno se
encuentra en un entorno que no conoce la sensación de inseguridad aumenta. Por
ejemplo, ahora oigo unos pasos que se acercan por el pasillo, paro de teclear
para no hacer ruido… los pasos se alejan y quien fuera su autor no se ha fijado
en mi , premio!!!! De pequeño esta sensación es más habitual, porque uno se
siente constantemente juzgado, observado, susceptible de, por la edad y la
insignificancia, ser acusado de todo, y por tanto los recelos aumentan. También
se es más curioso, y se atreve a hacer cosas que en la edad adulta, por
respecto, cabeza o comodidad, que eso es lo que llamamos prudencia, jamás nos
arriesgaríamos a hacer. Las típicas historias de niño en las que uno se adentra
en una casa abandonada, en una cueva oscura y húmeda o en un paraje desconocido
“para ver que hay ahí” acaban muchas veces mal, pero está en el instinto humano
el curiosear, el preguntarse qué habrá allí, el atreverse a cruzar esa barrera,
que a veces tiene forma de alambrada roñada, o de seto desbocado, o de simple
puerta abierta de aula desierta. Con los años ese instinto se modera, o mejor
dicho, se domestica por parte de la sociedad, y queda en muchas veces limitado
al deseo sexual, a querer saber y conocer cómo será esa chica, esa mujer, pero
se abandonan el resto de campos. Leía el otro día en relación al sistema
educativo que hay que preguntarse cómo lo estamos gestionando, porque entre
otras muchas cosas la mayoría de los niños entra a la escuela queriendo ser
astronautas y acaban los cursos ansiando ser funcionarios. Sí, quizás nos
estemos equivocando en algo, y hayamos construido una sociedad que tenga por
objeto aborregar esa curiosidad instintiva, ese deseo de conocimiento, en aras
de la seguridad del grupo, buscando que nadie se salga de los límites establecidos,
que no traspase la frontera que delimita lo conocido de lo desconocido, que la
alambrada herrumbrosa sea demasiado elevada….
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