Más de cien españoles han muerto en la misión afgana desde que en 2001, la coalición internacional echó a los talibanes del poder tras los atentados del 11S. La mayor parte de los fallecidos tuvieron lugar en el maldito accidente del Yak 42, y el resto en un goteo de atentados, ataques, accidentes y problemas varios. Asentados en su base Qala-I-Naw, las tropas españolas se sabían no queridas, pero eran subsidiarias de la fuerza norteamericana, la que lideraba la conquista y todo lo demás, por lo que hicieron lo debido, tratando de ganarse el afecto de la población local. Es probable que lo consiguieran más que tropas de otras nacionalidades.
Esa base fue traspasada en 2013 al ejército afgano, que desde entonces la regía y utilizaba como infraestructura propia, en lo que fue la retirada del grueso de las tropas españolas del país. Un pequeño grupo de militares y policías se mantenía en Kabul, prestando servicios de seguridad a la embajada y poco más. Ahora mismo, en esa capital, hay un retén de uniformados españoles, pertenecientes al ejército, GEOs y UIP de la Policía que, en su conjunto, no llegarán a la cuarentena, y que están desarrollando una de las misiones más difíciles y peligrosas de su vida, y que a buen seguro no imaginaron que iban a tener que hacer nunca, y menos en estas condiciones. Tratan de filtrar, entre la avalancha que ha invadido el aeropuerto, a los afganos que colaboraron con las tropas españolas durante los años de permanencia en el país, o con personal de nuestro país en estas últimas décadas, lo que les señala como traidores a ojos de los nuevos rectores de la nación. Miles de personas se agolpan en una terminal que apenas es capaz de proporcionar el más mínimo servicio, estando completamente desbordada, y los españoles saben que, fuera del entorno del aeropuerto, miles de talibanes armados esperan y tienen el dedo cerca del gatillo, como una amenaza permanente. En el aeródromo son constantes las avalanchas y los tiros al aire para tratar de controlar a una multitud que está desesperada por huir de un país que se va a sumir en el integrismo. Póngase por un momento en la piel de un afgano que lleva varios años viviendo en un régimen simulado de democracia y derechos y, de repente, la infamia talibán lo derrumba todo. Y póngase en la piel de uno de esos pocos efectivos españoles que contemplan el caos ante si, que saben que su seguridad, en el fondo, depende de lo que decidan los de los turbantes que se encuentran al otro lado de la terminal, y que saben que no podrán completar su misión porque en el caos que es ahora Kabul resulta imposible que todos los colaboradores que están identificados por las autoridades españolas puedan llegar a las pistas. Afirmó hace un par de días el JEMAD que algunos de los efectivos españoles estaban saliendo del recinto aéreo a la búsqueda de los colaboradores, lo que es una misión peligrosísima tanto para ellos como para las personas que buscan, pero lógicamente no dio detalle alguno sobre hasta dónde se están arriesgando los efectivos españoles para buscar a esos colaboradores, cómo los identifican y cómo logran volver al recinto del aeropuerto, en el que las tropas de EEUU, rifle en mano, establecen una disuasión armada que es la que permite que las evacuaciones que vemos estos días se lleven a cabo. Todo lo que está pasando estos días en ese aeropuerto es desolador, en muchos sentidos, y esos pocos españoles que están allí viéndolo en persona deben estar atesorando recuerdos y experiencias de enorme dureza, algunas de las cuales relatarán en el futuro, otras no, y se quedarán para siempre en sus retinas y corazones. Esta misión, condenada desde un principio al fracaso parcial, los marcará para siempre.
El pasado 7 de julio, San Fermín, la que fuera base española de Qala-I-Now fue tomada por los talibanes a las inoperativas tropas afganas, en lo que fue parte de la gran ofensiva talibán de reconquista del país, en la que ciudades, instalaciones y material caían sin cesar en manos de los fanáticos enturbantados. Quedaban cinco semanas para que cayese Kabul, y ninguno éramos ni conscientes de ello ni capaces de imaginarlo. Y en alguna parte de nuestro país, algún policía o militar, unos poquitos, que a saber qué estaban haciendo, quizás disfrutando de sus vacaciones, no podía sospechar que, cinco semanas después, iba a recibir una llamada que le trasladaría a uno de los peores lugares del mundo. Y que, como profesional, allí se iría. Esos son nuestros héroes en Kabul en el momento de la retirada occidental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario