Bernedo es una pequeña localidad, relativamente cerca de la zona de bodegas de la denominación de origen rioja alavesa y de la frontera con Navarra. No he estado nunca allí. Como en varias localidades, en verano suelen celebrarse allí colonias, concentraciones de chavales cuidados por monitores que pasan unos días de ocio y disfrute de la naturaleza, dejando de paso algo de tranquilidad a sus padres, que también tienen de esta manera unas ciertas vacaciones en lo que a sus obligaciones se refiere. Se supone que este tipo de colonias están controladas, tienen los permisos y seguros adecuados, y las cosas son más o menos normales.
No es el caso de la de Bernedo, y este ha sido el año en el que se ha destapado un escándalo mayúsculo relacionado con esa colonia y una acumulación de negligencias por parte de las administraciones públicas que pasa de lo sonrojante a lo delictivo. Algunos de los padres de niños y niñas que estuvieron en los campamentos de verano denunciaron las condiciones en las que se encontraban sus hijos. Teóricamente el plan de la colonia, así se divulgaba de manera pública, se centraba en el fomento del euskera y la igualdad sexual, entendida por los monitores como el tratamiento indiferenciado por sexos. Eso se ha traducido en escenas en las que niños y niñas se duchaban juntos, lo que es discutible, pero con la presencia de adultos, lo que no tiene un pase. Algunos de los testimonios de los críos aludían a la obligación que les imponían algunos monitores de chuparles los dedos de los pies para conseguir cosas, favores o atenciones, lo que pueden ustedes calificar como quieran, pero que suena a lo que suena. Los críos escribieron cartas a sus padres narrando escenas que les asustaban, pero no llegaron porque los monitores lo impidieron, pero una vez en casa unos pocos tuvieron el valor de contar estas y otras cosas, que sin duda pusieron a los padres de los nervios, y empezaron las denuncias. Los monitores, y la organización de la colonia, mostraron en todo momento su orgullo por cómo habían dirigido el evento, en medio de un escándalo creciente, y achacaban a los padres ser unos mojigatos, estar dominados por el heteropatriarcado y demás argumentos dignos de un cómic woke. Una vez destapado el asunto, empieza el papel de las administraciones en todo esto, y se asiste por parte de la ciudadanía al habitual ejercicio de escaqueo, de negación de responsabilidades y de búsqueda de otros culpables. La Diputación de Álava empezó alegando que eran muchas las colonias y campamentos que se desarrollan en verano y que no puede ir vigilándolas una a una, dejando claro que para recaudar tributos no perdona una, pero para revisar permisos de actividades es mucho más laxa. El gobierno vasco se puso de perfil y echó las culpas a la Diputación, que ya empezaba a virar su discurso a medida que se iban conociendo detalles cada vez más sórdidos de lo que había pasado en la colonia. El bombazo llega cuando se hace pública la noticia que, desde enero de este año, la Ertzaintza ya investigaba unas denuncias por agresiones sexuales presuntamente producidas en esa misma colonia durante el verano de 2024. Es decir, hace ya un año se produjeron hechos intolerables en ese lugar y por parte de esa misma organización, y con una investigación en curso nadie, ninguna institución, había pensado si quiera que fuese buena idea suspender las actividades previstas para este verano, de tal manera que los padres, sin tener ni idea, mandaron a sus hijos a un lugar en el que ya se investigaban hechos de enorme gravedad. La fiscalía ha declarado que nadie le había trasladado denuncia de ningún tipo, por lo que no podía dictar orden alguna al respecto al desconocerlo todo. La descoordinación entre todas las instituciones no es ya total, sino que bordea la negligencia premeditada, como si el objetivo fuera ocultar lo sucedido, o que algo de semejante gravedad no sea considerado como lo que es. Y de mientras, los niños desprotegidos, potencialmente abusados, y sus padres absolutos desconocedores de la naturaleza del lugar al que mandaban a los hijos.
En esta historia, llena de sordidez, basura y negligencia, también destaca la capacidad del PNV, que es el poder local, para ocultar las cosas. Titular tanto del Gobierno Vasco como de la Diputación Foral de Álava, se las ha arreglado bastante bien para que el escándalo no salga mucho más allá de las fronteras del País Vasco, hasta que ha sido inevitable, pero aún así con gran sordina. Salvo El Correo, que lo ha hecho saber a todo el mundo, la discreción con la que los medios nacionales tratan un asunto que abriría todas las portadas de haberse producido, pongamos, en una colonia celebrada en la sierra de Madrid, es más que destacable. Qué profesional es el PNV para ocultar sus miserias y pregonar las del resto. Qué eficacia la suya.
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