Ya ayer por la noche, pasadas las 23 horas, existía en las redes el runrún de que las conversaciones que mantienen Israel y Hamas en Egipto podían dar unos primeros frutos. La propia presión de la Casa Blanca, exigiendo casi que esta semana misma se pudiera tener algo tangible y los mensajes que empezó a lanzar Trump al respecto daban esperanzas de que, realmente, se pudiera alcanzar un logro en no muchas horas. Se especulaba incluso con una visita del presidente norteamericano este mismo fin de semana a la zona para, con su presencia, ratificar el acuerdo. Sobre esto último aún se especula, sobre lo primero, ya hay certezas
Sí, hay anuncio oficial de un primer acuerdo entre las partes, en el marco del plan presentado por Trump. Resumidamente, Hamas acepta entregar todos los rehenes, vivos y muertos, en un canje que incluye a una larga lista de presos palestinos e Israel detiene sus operaciones militares en Gaza y comienza un repliegue de sus fuerzas en toda la franja. A lo largo de la mañana se conocerán más detalles de este primer acuerdo, pero al menos supone un notable avance respecto al desastroso punto en el que nos encontramos y, si no me equivoco, supondría también el final de los combates militares en la franja. No es sólo una tregua, sino el inicio del final de la guerra, o al menos así es como el plan presentado hace unas semanas recoge en su espíritu. Se supone que los islamistas de Hamas han aceptado el pacto muy presionados por sus aliados cataríes y que hoy Netanyahu, muy presionado por Trump, llevará este resultado a su gabinete para que lo ratifique. Es probable que en la reunión del gobierno israelí haya una gran bronca, porque los aliados ultras del primer ministro han expresado claramente, desde el principio, su oposición a la idea del pacto, desde cuando se presentó hace un par de semanas, pero es poco probable que logren desdecir a un primer ministro que ve como su aliado, su único aliado, está ya más que harto de todo lo que pasa en Gaza y le exige el final de una batalla cruel que también ha soliviantado a buena parte de la sociedad norteamericana. Para Israel el pacto supone, por encima de todo, la devolución de los rehenes, que es la gran aspiración de sus familias y del conjunto de la sociedad, y la esperanza de que todo esto suponga el estabelecimiento de unas condiciones de seguridad reales que impidan que algo como lo del siete de octubre de 2023 se vuelva a repetir. Sobre todo, para Israel, esto puede servir para empezar a asumir el desastre que su respuesta militar a los atentados de Hamas ha causado en el pueblo palestino y ver, a las claras, el hundimiento de su posición en el mundo. La imagen del país ha quedado destrozada tras verse embarcado en una guerra salvaje por parte de la minoría ultra que ahora lo gobierna. Sin la guerra, esos ultras se quedan sin motivo de existencia y está por ver cuál será la estabilidad del ejecutivo (no olvidemos las tramas de corrupción que asedian a Netanyahu y que ahora volverían a reactivarse, de lograrse la paz). Para los palestinos el acuerdo supone, primero, la supervivencia de todos aquellos que iban a seguir muriendo día tras día víctima de la ofensiva israelí y de las deplorables condiciones de vida, es un decir, que existen en la franja. Destruidos como sociedad, masacrados en lo militar, convertido en escombros su lugar de residencia, los gazatíes han sido los arrasados a lo largo de estos dos años, gracias al islamismo de Hamas y al integrismo de los halcones israelíes, y su futuro es una incógnita. Aunque llegue la paz Gaza es ahora mismo un lugar de pesadilla, y sin una asistencia internacional de verdad, masiva y coordinada, la hambruna que allí se vive y las pestilentes condiciones que lo rodean todo impedirán que cualquier tipo de solución prospere. No se sabe nada aún de todo este tipo de cosas, ni si se van a dar ni cuándo ni cómo.
El mero hecho del acuerdo y de que las bombas dejen de atronar en la franja es una muy buena noticia, tras dos años y dos días de desastre absoluto ininterrumpido, y de derrota absoluta, a mi parecer, de un Israel herido y un islamismo cruel. Que haya paz es la condición necesaria para que los gazatíes puedan volver a pensar que futuro es un concepto y no una mera unión de letras en forma de palabra. La solución de los dos estados, la única que tiene sentido, volverá a estar sobre la mesa, supongo, en un futuro cercano, y como se ha visto, sólo será viable si hay una presión internacional profunda, léase imposición de EEUU, que lo imponga. Esto es sólo el principio.
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